Hans Magnus Enzensberger

1929 – 24 de noviembre de 2022 (Alemania)

Trad. Heberto Padilla

Separación

deja que se haga trizas
el cielo entre tú y yo,
que se haga trizas la bandera blanca
con que nos envolvimos en el sueño
suavemente injertados uno al otro
echando hojas futuras.

pero el lunes llegó.

quiero que llegue un viento
a borrar la verde memoria
de las coronas
y que llegue una nieve
y que se pierda el humo
encima de la casa
y que el cielo vomite
frías cenizas pacientes
y haga girar en torno a tu cabeza
y envuelva lentamente a la mía
esta nieve hecha trizas.

Fotograma de Fresas salvajes de Ingmar Bergman

Tłum. Grzegorz Prokop

Rozstanie

Niebo jest chyba rozcięte
pomiędzy tobą a mną,
i rozcięta biała flaga,
w którąśmy się otulali we śnie,
wsparci o siebie jak drzewa
i obsypani liśćmi przyszłości.
 
Nastał już poniedziałek.
 
Chyba nadejdzie wiatr
i powyrywa z koron
ich pamięć zieloną,
chyba nadejdzie śnieg
i nie będzie dymu nad domem,
i będzie rozcięty czas,
niebo, które wyrzucą
zimny cierpliwy popiół,
a na głowie twojej osiada
i osiada na mojej głowie:
rozcięty śnieg.

Alda Merini

1931-2009, Italia

Trad. Emilio Coco

***

Padre, si escribir es una culpa
¿por qué Dios me ha dado la palabra
para hablar con trémulos lenguajes
de amor a quien me escucha?
 
Ya vieja de años y senescente
¿dónde hallar una brizna de hierba buena?
¿Qué sabes de mis conventos, de la gracia
madura de las santas, de las grandes
almas locas? ¿Qué puedo yo encontrar
entre los vivas del hombre de cultura?
en otra parte está el canto, en otra parte la palabra
y Dios no la pronuncia.

Fotografía de Yann Gross y Arguiñe Escandón

Tłum. Ada Trzeciakowska

***

Ojcze, jeśli pisanie jest winą
dlaczego Bóg dał mi słowo
by mówić drżącymi językami
miłości do tego, kto mnie słucha?
 
Teraz wiekowa i postarzała
gdzie mogę znaleźć źdźbło dobrej trawy?
Co wiesz o mych konwentach, o dojrzałej
łasce świętych, o wielkich
obłąkanych duszach? Co mogę znaleźć
wśród hosann człowieka kultury?
Gdzie indziej jest śpiew, gdzie indziej słowo
a Bóg go nie wymawia.

***

Padre, se scrivere è una colpa
perché Dio mi ha dato la parola
per parlare con trepidi linguaggi
d’amore a chi mi ascolta?
 
Ormai vecchia di anni e senescente
dove trovare un filo di erba buona?
Che sai dei miei conventi, della grazia
matura delle sante, delle grandi
anime folli? Che posso io trovare
tra gli osanna dell’uomo di cultura?
Altrove è il canto, altrove è la parola
e Dio non la pronuncia.

Annie Ernaux

1940 – , Francia

Trad. Lydia Vázquez Jiménez

Los años

Más que nunca las mujeres constituían un grupo vigilado, cuyos comportamientos, gustos y deseos eran objeto de un discurso asiduo, de una atención inquieta y triunfante. Tenían fama de haber «obtenido todo», de «estar en todas partes» y de «alcanzar en la escuela mejores resultados que los chicos». Como de costumbre, los indicios de su emancipación se buscaban en sus cuerpos, en su audacia vestimentaria y sexual. Que digan «ligarme a un tío», que desvelen sus fantasmas y se pregunten en Elle si «tenían buen rollo en la cama» era la prueba de su libertad y de su igualdad con los hombres. La ofrenda perpetua de sus pechos y sus muslos en la publicidad tenía que ser apreciada como un homenaje a su belleza. El feminismo era una vieja ideología vengadora y carente de humor, que las jóvenes no necesitaban ya, que ellas mismas contemplaban con condescendencia, pues ya no dudaban ni de su fuerza ni de su igualdad. (Pero seguían leyendo más novelas que los hombres como si tuvieran que dar una forma imaginaria a sus vidas.) «Gracias a los hombres por amar a las mujeres», titulaba un periódico femenino. El olvido de sus luchas era total, única memoria que no fue recuperada oficialmente.
Con la píldora, se habían convertido en las dueñas de la vida, pero eso no se aireaba.
Nosotras que habíamos abortado en las cocinas, que nos habíamos divorciado, que habíamos creído que nuestros esfuerzos servirían para liberar a las demás, nos sentíamos cansadas. Ya no sabíamos si se había producido la revolución de las mujeres. Cincuenta años después seguíamos pendientes de la sangre pero ya no tenía el mismo color ni el mismo olor, era como una sangre ilusoria. No obstante, esa segmentación regular del tiempo que podíamos mantener hasta la muerte nos daba confianza. Llevábamos vaqueros y mallas, camisetas como las chicas de quince años, decíamos como ellas «mi chico» para hablar de nuestro amante de tumo. A medida que envejecíamos dejábamos de tener una edad. Escuchábamos Only you o Capri c’est finí en Radio Nostalgie, una juvenil dulzura nos invadía, el presente se estiraba hasta nuestros twenties. En comparación con nuestras madres, encerradas en sí mismas y sudorosas en su menopausia, teníamos la impresión de ganarte la batalla al tiempo.
 (Las mujeres jóvenes soñaban con encontrar al hombre de su vida, las de más de cincuenta que ya habían tenido uno no querían más.)
 A los hijos, los varones sobre todo, les costaba mucho abandonar el domicilio familiar, el frigorífico lleno, la ropa lavada, el ruido de fondo de las cosas de la infancia. Hacían el amor con toda inocencia en el dormitorio contiguo al nuestro. Se instalaban en una prolongada juventud, el mundo no los esperaba. Y nosotros, al alimentarlos, al seguir ocupándonos de ellos, teníamos la impresión de seguir en la misma época, sin ruptura.
Es la foto de una mujer tomada de frente hasta las caderas en un jardín lleno de maleza. La melena larga rubia-pelirroja cae suelta sobre el cuello de un abrigo negro, amplio, ostentoso. Una parte de la bufanda rosa pastel extrañamente estrecha para ese abrigo, cae por encima de su hombro izquierdo. Tiene en brazos un gato blanco y negro de la especie más común y sonríe al objetivo, con la cabeza ligeramente inclinada, en una actitud de ternura seductora. Los labios están muy sonrosados, sin duda realzados por un brillo a juego con la bufanda. La raya más clara que separa los cabellos indica un crecimiento de la raíz. El rostro oval y lleno, los pómulos elevados contrastan por su juventud con las ojeras y el fino entramado de arrugas en la frente. La amplitud del abrigo no permite determinar la complexión pero las manos y las muñecas que asoman por las mangas para sostener el gato son finas, con las articulaciones marcadas. Es una foto de invierno, con la luz de un sol pálido sobre la piel de la cara y las manos, los matorrales de hierbas secas, las ramas deshojadas delante de un fondo borroso de vegetación y una línea lejana de edificios. En el dorso, Cerg y. 3 de febrero 1992.
Se desprende de ella una impresión de dejadez controlada, de «plenitud» como dice la prensa femenina para las mujeres entre cuarenta y cincuenta y cinco años. La foto ha sido tomada en el jardín de la casa donde vive sola con el gato, en realidad una gata de un año y medio. Hace diez años vivían aquí su marido, dos adolescentes, su madre de vez en cuando. Era el centro de un círculo que no habría podido funcionar sin ella, desde la decisión de cuándo lavar las sábanas a las reservas de hoteles para las vacaciones. Su marido está lejos, se ha vuelto a casar y ha tenido un hijo, su madre se ha muerto, sus hijos se han independizado. Constata esa desposesión serenamente, como una trayectoria ineluctable. Cuando hace las compras en Alcampo, no necesita coger un carro, le basta con una cesta. Solo recupera su función de madre nutricia los fines de semana cuando sus hijos vuelven a casa. Aparte de sus obligaciones laborales, clases y corrección de exámenes, dedica su tiempo a la gestión de sus gustos personales y de sus deseos, lectura, cine, teléfono, correspondencia y aventuras amorosas. La constante inquietud material y moral por los demás que caracterizaba su vida conyugal y familiar se ha alejado de ella. Un interés por las causas humanitarias la ha sustituido, más liviano. Sumida en esa disolución de las obligaciones y esa apertura de posibles, se siente coincidente con el movimiento de la época tal como lo presentan Elle o Mane Claire para las mujeres treintañeras de clase media alta.
A veces se observa desnuda, en el espejo del cuarto de baño, el torso y el pecho menudos, la cintura muy marcada, el vientre ligeramente abombado, los muslos pesados con una hinchazón justo encima de las rodillas, el sexo bien visible ahora que el vello le clarea, una raja pequeña en comparación con las exhibidas en las películas X. Pequeños surcos azules cerca de la ingle, huella de las estrías de sus embarazos. Se asombra: es el mismo cuerpo desde que dejó de crecer, alrededor de los dieciséis años.
En ese momento en el que está mirando con ternura el objetivo (sin duda es un hombre el que hace la foto), se piensa como una mujer que ha vivido hace tres años una pasión violenta por un ruso. Su estado de deseo y de dolor ha desaparecido, sigue sintiendo la forma, pero la figura de ese hombre le resulta cada vez más lejana y penosa. Querría acordarse de cómo pensaba en él cuando se fue de Francia para siempre, qué ola de imágenes suyas la sumergía y encerraba su presencia dentro de ella como en un tabernáculo.

Fotograms de El tercer hombre de Carol Reed

Tłum. Krzysztof Jarosz i Magdalena Budzińska

Lata

Kobiety bardziej niż kiedykolwiek podlegały nadzorowi, ich zachowania, upodobania i pragnienia stanowiły przedmiot zażartych dyskusji, niespokojnej i triumfującej uwagi. Twierdzono, że „dostały wszystko”, „są wszędzie”, a w szkole „osiągają lepsze wyniki niż chłopcy”. Jak zawsze oznak ich emancypacji dopatrywano się w ich ciele, w zuchwałych ubiorach i zachowaniu seksualnym. To, że mówią „podrywać chłopców”, opowiadają o swoich fantazjach i na łamach „Elle” zastanawiają się, czy są „dobre w łóżku”, było dowodem ich wolności i równouprawnienia. Bezustanne wykorzystywanie w reklamach ich piersi i ud miało być doceniane jako hołd składany ich pięknu. Feminizm był starą, mściwą i pozbawioną poczucia humoru ideologią, której młode kobiety już nie potrzebowały, patrzyły na nią pobłażliwie, nie wątpiąc o swojej sile i równości. (Ale ciągle czytały więcej powieści niż mężczyźni, jakby potrzebowały nadać swojemu życiu wyimaginowaną formę). Dzięki wam, mężczyźni, że kochacie kobiety – taki tytuł zamieści pewna kobieca gazeta. Ich walkę pokrywał cień zapomnienia, jedyna pamięć, której oficjalnie nie podsycano.
Wraz z pigułką stały się paniami życia, lecz tego się nie rozgłaszało.
Nas, które przeszłyśmy aborcje w kuchniach, rozwiodłyśmy się i łudziłyśmy, że nasze wysiłki zmierzające do wyzwolenia samych siebie posłużą też innym, ogarniało wielkie znużenie. Nie wiedziałyśmy już, czy rewolucja kobiet naprawdę się odbyła. Po pięćdziesiątce wciąż jeszcze krwawiłyśmy. Ta krew nie miała już tej samej barwy ani zapachu co przedtem, była jakby iluzoryczna, uspokajała nas jednak regularność odmierzania czasu, którą można było utrzymać aż do śmierci. Nosiłyśmy dżinsy, legginsy i T-shirty jak piętnastoletnie dziewczyny, jak one mówiłyśmy „mój chłopak” na naszego stałego kochanka. Gdy w Radiu Nostalgia słyszałyśmy Only You czy Capri, c’est fini, ogarniało nas młodociane rozmarzenie, teraźniejszość rozszerzała się wstecz aż na lata, gdy byłyśmy po dwudziestce. W porównaniu z naszymi matkami, zamkniętymi w sobie i pocącymi się w swojej menopauzie, my miałyśmy wrażenie, że wygrywamy z czasem.
(Młode kobiety marzyły o tym, żeby się związać z mężczyzną, czego nie chciały już te po pięćdziesiątce, które kiedyś były w stałym związku).
Dzieci, zwłaszcza chłopcy, niechętnie opuszczały gniazdo rodzinne, pełną lodówkę, czyste ubrania, znane od dzieciństwa domowe odgłosy. Niewinnie kochały się w pokoju sąsiadującym z naszym. Mościły w przedłużonej młodości, świat na nie nie czekał. A my karmiłyśmy je, w dalszym ciągu troszczyłyśmy się o nie, miałyśmy wrażenie, że żyjemy ciągle w tym samym nieprzerwanym czasie.
Oto kobieta sfotografowana od głowy po biodra w ogrodzie pełnym krzewów. Jej długie rudoblond włosy leżą na kołnierzu grubego, czarnego, obszernego płaszcza, który wygląda na drogi. Na lewe ramię zarzuciła koniec landrynkowo różowego szalika, dziwnie wąskiego w zestawieniu z płaszczem. Na rękach trzyma czarno-białego kota pospolitej rasy, uśmiecha się, spoglądając w obiektyw, i przechyla głowę w pozie pełnej uwodzicielskiej słodyczy. Wargi ma bardzo różowe, bez wątpienia uwydatnione błyszczkiem dobranym pod kolor szalika. Jaśniejszy pas włosów wzdłuż przedziałka sygnalizuje odrosty. Kształtny, młody owal jej twarzy i wysokie kości policzkowe kontrastują z workami pod oczami i delikatną siatką zmarszczek na czole. Obszerny płaszcz nie pozwala określić figury, lecz dłonie wystające z rękawów i trzymające kota są chude, z widocznymi ścięgnami. To zdjęcie zrobiono zimą: blade światło słoneczne na skórze twarzy i dłoni, kępy suchej trawy, bezlistne gałęzie na tle niewyraźnej roślinności, w oddali linia bloków. Na odwrocie: „Cergy, 3 lutego ’92”.
Emanuje z niej wrażenie powściąganego rozluźnienia, aura kobiety „spełnionej”, jak kolorowe magazyny określają panie między czterdziestym a pięćdziesiątym piątym rokiem życia. Zdjęcie zrobiono w ogrodzie koło domu, w którym mieszka sama z półtoraroczną kotką. Dziesięć lat temu mieszkali tu jej mąż, dwóch dorastających synów i od czasu do czasu także jej matka. Kobieta była osią koła, które bez niej nie mogło się obracać – od podjęcia decyzji o zrobieniu prania po rezerwację hotelu na wakacje. Jej mąż jest teraz daleko, ożenił się powtórnie i ma dziecko, matka zmarła, synowie mieszkają gdzie indziej. Spokojnie akceptuje swoją samotność jako nieunikniony etap życia. Gdy robi zakupy w Auchan, nie musi już brać wózka, wystarcza jej koszyk. Funkcję żywicielki odzyskuje tylko w weekendy, gdy synowie wracają do domu. Poza obowiązkami zawodowymi, prowadzeniem lekcji i poprawą prac pisemnych, swój czas poświęca na zaspokajanie osobistych upodobań i pragnień, lekturę, filmy, telefonowanie, korespondencję i przygody miłosne. Nie musi już przejawiać bezustannej materialnej i moralnej troski o innych, co charakteryzowało jej życie małżeńskie i rodzinne. Zastąpiło ją mniej absorbujące zainteresowanie działalnością humanitarną. Ten zanik poczucia obowiązku i otwarcie na nowe możliwości sprawiają, że czuje się w zgodzie z trendami epoki, wyrażanymi w „Elle” czy „Marie Claire”, magazynach czytanych przez ponadtrzydziestoletnie kobiety z klasy średniej i wyższej.
Zdarza się jej obserwować siebie nagą w łazienkowym lustrze, szczupły tors i drobne piersi, wcięta talia, brzuch lekko zaokrąglony, ciężkie uda z wypukłością nad kolanami, płeć dobrze widoczna teraz, gdy włosy łonowe są rzadsze, szpara mała w porównaniu z tymi, które pokazują w filmach pornograficznych. Dwa podłużne niebieskie rowki blisko pachwin, ślady rozstępów po ciążach. Dziwi się: to jest to samo ciało, odkąd mniej więcej w wieku szesnastu lat przestała rosnąć.
W tej chwili, gdy zalotnie spogląda w obiektyw – bez wątpienia zdjęcie robi mężczyzna – myśli o sobie jako o kobiecie, która trzy lata wcześniej przeżyła namiętny związek z pewnym Rosjaninem. Stan pożądania i bólu, w jakim się wtedy pogrążyła, zniknął. Kobieta czuje ciągle jego zarys, lecz twarz tego mężczyzny staje się coraz bardziej odległa i zniekształcona. Chciałaby sobie przypomnieć, jak o nim myślała, gdy opuścił Francję, przywołać ciąg obrazów, który wypełniał ją całkowicie i sprawiał, że jego obecność była w niej zamknięta niczym w tabernakulum.

Annie Ernaux, collage propio

Francisco Brines

1932 – 2021, España (Oliva)

El largo viaje a Oriente

En aquella mañana de luz azul,
en barcas jubilosas, las velas desplegadas, partimos al Oriente.
Y entramos en el bronce del pecho de aquel sol.
El mar quedó desierto tras nosotros, bajo una lluvia de oro.
Así tuvo lugar el único viaje.

A la tarde volvimos, caídas ya las velas,
derramada en las aguas la púrpura extendida
de aquel día cansado.

(Ya solo miro el mar por la abierta ventana,
y otras velas que parten, matutinas,
regresan a la tarde, sin color,
fatigadas.)

Me han borrado los años con piedad,
y el cuerpo es solo un bulto. Aún con vida en los ojos
vigilo los navíos de luz, distantes y amarrados,
en el puerto celeste.
Igual que en la niñez los miro ahora.
                                                                Son eternos,
y tiemblan sus fanales en lo oscuro. Son el feliz engaño
del mundo que no ha sido.
Y allí, me lo dijeron y nunca les creí,
habita Dios.

Fotogramas de Nostos: El retorno de Franco Plavoli

Tłum. Ada Trzeciakowska

Długa podróż na Wschód

W tamten poranek z niebieskiego światła
w beztroskich łodziach, rozpostarłszy żagle, wyruszyliśmy na Wschód.
I wniknęliśmy w brązową pierś tamtego słońca.
Morze opustoszało za nami, pod złotym deszczem.
Tak oto odbyła się ta wyjątkowa podróż.

Wieczorem wróciliśmy, opuściwszy już żagle,
rozlana na wodach rozciągała się purpura
znużonego dnia.

(Teraz spoglądam na morze tylko przez otwarte okno,
i inne żagle odpływają, poranne,
by powrócić wieczorem, wyblakłe,
umęczone).

Lata wymazały mnie litościwie,
a ciało jest już tylko niewyraźnym garbem. Żywe pozostały moje oczy:
czuwam nad statkami ze światła, w oddali, przycumowanymi
w błękitnym porcie.
Tak jak w dzieciństwie patrzę na nie teraz.
                                                                     Są wieczne,
a ich lampy drżą w ciemnościach. Są szczęśliwą złudą
świata, którego nie było.
I właśnie tam, mówiono mi, choć nie wierzyłem,
mieszka Bóg.

Henrik Nordbrandt

1945 – 31 de enero de 2023, Dinamarca

Trad. Francisco Uriz (1931- 10 de enero de 2023)

NUESTRO AMOR ES COMO BIZANCIO

Nuestro amor es como Bizancio
tuvo que haber sido
la última noche. Tuvo que haber habido
me imagino
un resplandor en los rostros
de los que se agolpaban en las calles
o formaban pequeños grupos
en las esquinas de las calles y en las plazas
hablando en voz baja,
un resplandor que tuvo que haberse parecido
al que tiene tu cara
cuando te echas el pelo hacia atrás
y me miras.

Me imagino que no hablarían
mucho y solo de cosas
bastante indiferentes,
que tratarían de hablar
y se detuvieron
sin haber llegado a decirse
lo que querían
y lo intentaron de nuevo
y lo volvieron a dejar
y se miraron mutuamente
y bajaron la mirada.

Los iconos muy antiguos, por ejemplo,
tienen el mismo resplandor
que el flamígero fulgor de una ciudad en llamas
o el brillo que la muerte inminente
deja en las fotografías de muertos prematuros
en el recuerdo de los supervivientes.

Cuando me vuelvo hacia ti
en la cama, tengo la sensación
de entrar en una iglesia
que fue quemada
hace mucho tiempo
y donde solo ha quedado
la oscuridad en los ojos de los iconos
plenos de las llamas que los aniquilaron.

Collage propio

Tłum. Ada Trzeciakowska

NASZA MIŁOŚĆ JEST JAK BIZANCJUM

Nasza miłość jest jak Bizancjum
było zapewne
ostatniej nocy. Był
zapewne
blask na twarzach ludzi
tłoczących się na ulicach
lub stojących w grupkach
na rogach ulic i placach
wspólne, ciche rozmowy
zapewne przypominał on
blask twojej twarzy
gdy odgarniasz włosy do tyłu
i patrzysz na mnie.

Domyślam się, że nie rozmawiali
za dużo, a jeśli już to o sprawach
całkiem nieistotnych,
że próbowali rozmawiać
lecz utknęli w martwym punkcie
nie mówiąc tego co chcieli
i próbowali ponownie
i znów się poddali
i spojrzeli na siebie
i odwrócili wzrok.

Bardzo stare ikony na przykład
mają ten blask w sobie
jak łuna płonącego miasta
lub blask nadchodzącej śmierci
trwający na fotografiach przedwcześnie zmarłych
we wspomnieniach tych, którzy pozostali.

Kiedy obracam się do ciebie
w łóżku, mam wrażenie, że
wchodzę do kościoła
który dawno temu
strawił ogień
a gdzie pozostała
tylko ciemność w oczach ikon
pełnych płomieni, które je pożarły.

VORES KÆRLIGHED ER SOM BYZANTIUM

Vores kærlighed er som Byzantium
må have været
den sidste aften. Der må have været
forestiller jeg mig
et skær over ansigterne
på dem der flokkedes i gaderne
eller stod i små grupper
på gadehjørner og torve
og talte lavmælt sammen
der må have mindet
om det skær dit ansigt har
når du stryger håret tilbage fra det
og ser på mig.

Jeg forestiller mig de ikke har talt
ret meget, og om ret
ligegyldige ting,
at de har forsøgt at tale
og er gået i stå
uden at have fået sagt hvad de ville
og har forsøgt igen
og opgivet det igen
og set på hinanden
og slået øjnene ned.

Meget gamle ikoner f.eks.
har det skær over sig
som ildskæret fra en brændende by
eller det skær kommende død
efterlader på fotografier af tidligt døde
i de efterladtes erindring.
Når jeg vender mig mod dig
i sengen, har jeg en følelse
af at træde ind i en kirke

Pablo Anadón

1963, Argentina

RELEYENDO A SEFERIS EN LA NOCHE

Releyendo a Seferis en la noche
Después de tantos años, mientras duerme
Una joven mujer junto a tu almohada
Y entre los labios pende, ya apagada, la pipa.

Recostada a sus pies, la gata negra
Sueña también, también suspira a veces
Como si se quejara. En la ventana
Se arremolinan ciegas las estrellas.

Cuánta vida perdida en estos años,
Cuánto daño que hiciste y que te han hecho,
Cuánta obra no escrita, cuánta inútil

Dispersión en el viento de la época…
Pero vuelve, más hondo ahora, su verso:
“En el fondo soy cosa de la luz”.

Campos en Povedilla (sierra de Alcaraz)

NOCĄ CZYTAJĄC NA NOWO SEFERISA

Nocą czytając na nowo Seferisa
Po tych wszystkich latach, gdy śpi
U twego boku młoda dziewczyna
A z ust zwisa, już wygasła, fajka.

Rozciągnięta u twych stóp, czarna kotka
Również śni, czasem również wzdycha
Jakby się skarżyła. A za oknem
Kłębią się tłumy ślepych gwiazd.

Ileż straconego przez te lata życia,
Ileż krzywd wyrządziłeś i tobie wyrządzono,
Ileż niepisanych utworów, ileż niepotrzebnych

Rozproszeń w wichrach naszych czasów…
Lecz powraca, sięgając głębiej, jeden wers:
«W głębi duszy bliżej mi do światła».

Francisco Brines

1932 – 2021, España (Oliva)

La piedad del tiempo

¿En qué oscuro rincón del tiempo que ya ha muerto
viven aún,
ardiendo, aquellos muslos?
       Le dan luz todavía
a estos ojos tan viejos y engañados,
que ahora vuelven a ser el milagro que fueron:
deseo de una carne, y la alegría
de lo que no se niega.

La vida es el naufragio de una obstinada imagen
que ya nunca sabremos si existió,
pues solo pertenece a un lugar extinguido.

Fotografías de Francesca Woodman (1951- 1981, Estados Unidos)

Tłum. Ada Trzeciakowska

Miłosierdzie czasu

W jakim mrocznym zakątku czasu, który już się dokonał
żyją wciąż,
płonąc, te uda?
                               Ciągle napełniają światłem
te oczy takie stare i tyle razy oszukane,
które znów stały się cudem, jakim były kiedyś:
pragnienie innego ciała, i radość
z tego, czego się nie odmawia.

Życie to wrak pewnego natarczywego obrazu,
nigdy się już nie dowiemy, czy istniał naprawdę:
przynależy wyłącznie do miejsca, które wygasło.

Reiner Kunze

1933 – , Alemania

Trad. Ada Trzeciakowska

renovación de la mañana

En un azulejo
una grieta:
               un pelo
de tu cabeza

Se caen tanto, ¡perdona!

Cada uno me consuela:
estás todavía

Fotografía de Katia Chausheva

Tłum. Jakub Ekier

remont poranka

W płytce posadzki
rysa:
         włos
z twojej głowy

Wciąż wypadają, przepraszam!

Z każdym pociecha:
j e s t e ś

INSTANDSETZUNG DES MORGENS

In der fliese
ein sprung:
                   ein haar
von deinem haar

So viele fallen aus, verzeih!

Jedes ein trost :
du bist



Vladimír Holan

1905-1980, República Checa

Trad. Clara Janés

Pasaste por allí

Es una mísera pista de patinaje de suburbio,
regada con cucharones de Nochebuena
y helada el día de Reyes…
En su rincón un viejecito hace sonar el gramófono.
Como tiene un solo disco, lo repite una y otra vez.
Con gran ternura, soplando, le quita la nieve de encima
y, cuidadosamente, pone en marcha la música,
que tiembla como una yegua al ser montada
o como láminas de oro de la infinita falsedad
que hubiera hecho oír sucesivamente
algo oxidado hacía tiempo…

Toda la apariencia del viejo es asotanada,
pero a la vez protuberante,
como si tuviera el traje en la buhardilla,
sin cesar hace dar vueltas al mismo disco,
pero años ha dejó de cambiar la aguja
poniendo cara casi de conspirador,
ya que captó con nitidez
que también la vida lo repinchaba
siempre con aquella misma y única púa
desde que, antaño, había decidido ahorrar en ella
y no quemarse por algo que ya no daba de sí…

Fotografías de André Kertész, fotograma del Pianista de R. Polański

Tłum. Ada Trzeciakowska

Szedłem koło

To nędzne, podmiejskie lodowisko,
polewane wigilijną łyżką
które mróz ściął w dniu Trzech Króli…
W kącie siedzi staruszek z gramofonem.
Ma tylko jedną płytę, obraca ją stale
czule zdmuchując z niej śnieg
i ostrożnie puszcza muzykę,
która trzęsie się jak klacz nim pozwoli się dosiąść
lub złote płatki niezliczonych fałszów,
które byłyby przesłuchiwane jeden po drugim
przez coś, co dawno już zardzewiało.

Wszystko na staruszku jest jakby zapadnięte,
ale jednocześnie sterczące,
jakby jego ubrania leżały na strychu,
ciągle puszcza tę samą płytę,
choć już dawno przestał zmieniać igłę,
z miną nieco spiskową,
bo czuje wyraźnie,
że nawet życie kłuje go
ciągle tym samym kolcem,
choć już dawno postanowił na nim zaoszczędzić
i nie kłopotać się tym, z czego już nic nie będzie.

ŠEL JSI KOLEM 

Je to bědné , předměstské kluziště ,
polévané štědrovečerní lžicí
a zmrzlé na Tři krále …
V jeho koutku vyhrává stařík na gramofon .
 Že má jen jednu desku , obrací ji stále ,
přeněžně sfoukává s jejího povrchu sníh
a opatrně spouští její hudbu ,
která se třese jako kobyla před připouštěním
nebo jako lístkové zlato nesčíslné falše ,
která by byla vyslýchána každá zvlášť
něčím už dávno zrezivělým .

Celý zjev staříka je podsklepní ,
ale současně vystouplý ,
jako by měl šaty na půdě ,
stále obrací touž desku ,
ale už dávno přestal vyměňovat jehlu ,
tváře se při tom trochu spiklenecky ,
neboť on dobře cítí ,
že i život ho zprobodává
stále týmž a jedním ostnem ,
když se už dávno rozhod na něm šetřit
a nepeklit se s něčím , co už nevykřeje .




Francisco Brines

1932 – 2021, España (Oliva)

La perversión

La hermosura de la vida no acaba, y así nos lo parece a los humanos. Y amamos
las cosas que aquí se continúan, los cuerpos que ocuparán, con más belleza, nuestro sitio,
y vamos ya llegando a la quietud difícil, y aceptarán nuestro silencio en comprensión, porque nosotros antes
habremos comprendido y aceptado la noche ya sin fin y sin estrellas.

Quizá hayas venido, ahora que nuestros cuerpos se han amado con furia y alegría,
para escuchar de mí esta verdad sencilla, y que aún desconoces:
ningún hombre es feliz.

Rtograma de Altered States de Ken Russell

Tłum. Ada Trzeciakowska

Perwersja

Piękno życia nie ma końca, tak nam, ludziom, się wydaje. Kochamy
rzeczy, które trwają tutaj, ciała, które zajmą, jeszcze piękniej, nasze miejsca,
i dochodzimy do trudnego stanu wyciszenia, oni zaś nasze milczenie przyjmą ze zrozumieniem, bo wcześniej i my zdążymy już zrozumieć i zaakceptować tę noc bez końca już i bez gwiazd.

A może przyszłaś, teraz, gdy nasze ciała kochały się z furią i radością,
by usłyszeć ode mnie tę prostą prawdę, która wciąż jest ci obca:
żaden człowiek nie jest szczęśliwy.

Reiner Kunze

1933 – , Alemania

Trad. Ada Trzeciakowska

Noviembre

Cielo negriníveo,
y en el estanque empieza a caer
la nieve de las profundidades

Silenciosa

Como en nosotros cuando encanecemos

Fotografías de Matsuo Yamamoto

Tłum. Jakub Ekier

Listopad

Niebo śnieżnoczarne,
A w stawie zaczyna sypać
Śnieg z głębi

Bezgłośny

Jak w nas kiedy siwiejemy

Francisco Brines

1932 – 2021, España (Oliva)

Nocturno

El cuarto, oscuro; y la ventana abierta
en la noche desnuda del estío.
El canto seco de la tierra ciega
es de cristal, y lo dicen los grillos;
hay un enjambre azul de altas estrellas
que no vuelan, y hay unos leves hilos
que nuestros ojos unen con belleza.
Desde mi ardiente soledad yo miro
las sombras de este cuarto, tan espesas,
y el campo no visible al que yo aflijo
con ese pensamiento del que vela
sabiéndose de carne. ¿Algo es mío?
Muy lejos, se reúnen las casas, son inciertas
y agrupadas sus luces junto al mar: hay un ritmo
de olas negras y sordas. La alegría gobierna,
en esos territorios, el vivir. Yo respiro
la oscuridad tan mía, mi vida no está cerca
del agua ni del cielo,
ni tampoco de aquello que deseo.

Tłum. Ada Trzeciakowska

Nokturn

Pokój, ciemny; i okno otwarte
na nagą sierpniową noc.
Sucha śpiew ślepej ziemi
jest ze szkła, świerszcz tak szepcze,
jest i wysokich gwiazd rój niebieski
który nie potrafi latać, i nikłe nitki
które oczy nasze wiążą z pięknem.
Z żaru samotności zerkam
na cienie w tej izbie, tak gęste,
i na niewidoczne pole, które nękam
myślą bezsennego i śmiertelnego
śtworzenia. Czy coś jest moje?
Hen daleko, zbierają się domy, niepewne
ich światła stłoczone na brzegu: rytm wybijają
czarne i głuche fale. Na tym terenie
radość rządzi i życie. Oddycham
ciemnością tak bardzo moją,
me życie nie toczy się blisko
ani wody ani nieba,
ani też tego, czego bym pragnął.

Aurora Luque

1962 – , España

Los puentes inflamables

A punto de cruzar
ese puente del medio del camino
cuando vas eligiendo malgré toi
los llamados placeres sencillos de la vida
-sabiendo que, en el fondo, te eligen a ti ellos,
te suman a su séquito caduco-
simplificas el cálculo del mundo: hasta de la belleza
que presumías tan incalculable.
Y descubres que todo se reduce
a viajar de lo mucho a lo muy menos,
de lo poblado al viento del desierto,
del exceso a lo escaso,
a declinar palabras consabidas
o a declinar sin más, intransitivamente,
a cambiar los magníficos plurales
por un acorralado singular
enarbolando alguna resistencia…

Los puentes inflamables
del medio del camino de la vida.

Foto propia

Tłum. Ada Trzeciakowska

Łatwopalne mosty

Przekroczywszy prawie
ów most w połowie drogi
kiedy wybierasz malgré toi
tak zwane proste przyjemności życia
– w głębi rzeczy świadom, że to one wybierają ciebie,
dodają cię do swej przebrzmiałej świty –
upraszczasz rachubę świata: nawet piękna
które brałeś za niemierzalne.
Odkrywasz, że wszystko ogranicza się
do podróży od wiele do o wiele mniej,
od zaludnionych ulic do pustynnego wiatru,
od nadmiaru do niedoboru,
do odmiany przez przypadki znajomych słów
lub do zaniku po prostu, nieprzejednanie,
do wymiany okazałych liczb mnogich
na osaczoną liczbę pojedyńczą
wywieszającą flagi oporu.

Łatwopalne mosty
na środku drogi życia.

Francisco Brines

1932 – 2021, España (Oliva)

Recuerdo de la belleza humana

No la rosa, que existe en el olor,
ni el verso que ha entregado, en su milagro,
una invisible luz, y se hace el mundo,
ni el mar, que es un sólido espacio.

Dime si te destruye mi mirada,
tan suave como el aire,
posada como el tiempo.
¿Qué añade tu belleza a la belleza?
Si tú no hubieras sido, nada sería tú,
como el posible Dios es solo uno,
y mi mirada (el tiempo) te destruye.
Tu belleza es aún más:
puede darse a quien mira,
y hacerse humilde, y torpe, porque existo.
No se puede expresar desde esta vida,
pues no hay comparación, nada
que signifique lo que es.
Si acaso confesarte mi deseo
de ser yo tú,
y así ofrecerte al fin lo que mereces
cuando acercas tus manos a las mías:
saber que me mirabas con mis ojos.

Fotograma de Hiroshima Mon Amour de Alain Resnais

Tłum. Ada Trzeciakowska

wspomnienie ludzkiego piękna

Nie róża, która istnieje w zapachu,
ani wiersz, który przyniósł, jak cud,
niewidzialne światło, i staje się światem,
ani morze, które jest litą przestrzenią.

Powiedz mi, czy moje spojrzenie cię niszczy,
tak łagodne jak powietrze,
opadające jak czas.
Co dodaje twoje piękno do piękna?
Gdybyś nie istniała, nic nie byłoby tobą,
gdyż Bóg możliwy jest tylko jeden,
a moje spojrzenie (czas) cię niszczy.
Twoje piękno jest czymś więcej:
oddaje się temu, kto patrzy,
i staje się pokorne, i nieporadne, bo ja istnieję.
Nie można go wyrazić w tym życiu,
bo nie ma porównania, nic
co mogłoby oznaczać to, czym jest.
Jeśli już, to wyznałbym moje pragnienie:
chciałbym być tobą
i ofiarować ci wreszcie to, co tobie należne
gdy przysuwasz swoje ręce do moich:
świadomość, że patrzyłaś na mnie moimi oczami.

Julia Hartwig

1921-2017, Polonia/ EE.UU.

Trad. Ada Trzeciakowska

EL VERANO ARDIÓ Y SE apagó

lentamente aparecen los escombros del otoño
entre humo y niebla
cuál infinito espacio se abre
del asombro ante el mundo
al denso temor a la noche

Esta franja dorada de Venecia
el cielo nublado
y el coral rosa del Palazzo Ducale
Es un día hermoso y solitario

Creo que me han obsequiado como es debido
otras veces que me han dado más de lo que merezco
de ahí el orgullo y la angustia
cuánto has perdido y qué has descuidado
No abandonar nunca el abismo
y mantener el diálogo con las fuerzas oscuras

1. Foto propia 2. Fotogramas de La Juventud de Paolo Sorrentino (1932) 3. Fotografías de  Marta Bevacqua

LATO ZAPŁONĘŁO I zgasło

powoli się odsłania pogorzelisko jesieni
w dymie i mgle
jaka to przestrzeń bez końca
od zachwytu światem
do gęstej grozy nocy

Ten złoty pas Wenecji
niebo pochmurne
i różowy koral Palazzo Ducale
Dzień piękny i samotny

Wierzę że obdarowano mnie jak trzeba
kiedy indziej że dano mi więcej niż zasłużyłam
stąd duma i niepokój
ile straciłeś i co zaniedbałeś
Nigdy nie opuszczać głębi
i trwać w dialogu z mrocznymi siłami

Francisco Brines

1932 – 2021, España (Oliva)

EL PORQUÉ DE LAS PALABRAS

A Fernando Delgado

No tuve amor a las palabras;
si las usé con desnudez, si sufrí en esa busca,
fue por necesidad de no perder la vida,
y envejecer con algo de memoria
y alguna claridad.

Así uní las palabras para quemar la noche,
hacer un falso día hermoso,
y pude conocer que era la soledad el centro de este mundo.
Y solo atesoré miseria,
suspendido el placer para experimentar una desdicha nueva,
besé en todos los labios posada la ceniza,
y así pude aceptar la cobardía porque era fiel y era digna del hombre.

Hay en mi tosca taza un divino licor
que apuro y que renuevo;
desasosiega, y es
                            remordimiento;
tengo por concubina a la virtud.
No tuve amor a las palabras,
¿cómo tener amor a vagos signos
cuyo desvelamiento era tan solo
despertar la piedad del hombre para consigo mismo?
En el aprendizaje del oficio se logran resultados:
llegué a saber que era idéntico el peso del acto que resulta de lenta reflexión y el gratuito,
y es fácil desprenderse de la vida, o no estimarla,
pues es en la desdicha tan valiosa como en la misma dicha.

Debí amar las palabras;
por ellas comparé, con cualquier dimensión del mundo externo:
el mar, el firmamento,
un goce o un dolor que al instante morían;
y en ellas alcancé la raíz tenebrosa de la vida.
Cree el hombre que nada es superior al hombre mismo:
ni la mayor miseria, ni la mayor grandeza de los mundos,
pues todo lo contiene su deseo.

Las palabras separan de las cosas
la luz que cae en ellas y la cáscara extinta,
y recogen los velos de la sombra
en la noche y los huecos;
mas no supieron separar la lágrima y la risa,
pues eran una sola verdad,
y valieron igual sonrisa, indiferencia.
Todo son gestos, muertes, son residuos.

Mirad el sigiloso ladrón de las palabras,
repta en la noche fosca,
abre su boca seca, y está mudo.

Jerry Uelsmann (1934-2022, Estados Unidos)

Tłum. Ada Trzeciakowska

Dlatego Słowa

Dla Fernando Delgado

Nie żywiłem miłości do słów;
jeśli używałem ich otwarcie, jeśli cierpiałem w tym poszukiwaniu,
to tylko po to, by nie stracić życia,
i zestarzeć się z okruchem pamięci
i odrobiną jasności.

Tak złączyłem słowa, by noc spłonęła
a dzień nastał piękny i fałszywy
i tak dowiedziałem się, że to samotność była ośrodkiem świata.
A ja zaś gromadziłem tylko nędzę,
zawiesiwszy przyjemność, by doświadczyć nowego nieszczęścia,
scałowaływałem ze wszystkich warg osiadły popiół,
i tak oto uznałem bojaźń, bo była wierna i godna człowieka.

Chropowaty kubek kryje boski trunek,
wychylam go i napełniam ponownie;
budzi niepokój i jest
                                       wyrzutem sumienia;
za konkubinę mam cnotę.
Nie żywiłem miłości do słów,
jak kochać mgliste znaki
których odsłanianie było jedynie
budzeniem litości nad samym sobą?
Terminując w zawodzie osiąga się rezultaty:
zrozumiałem, że taka sama jest waga czynu wynikającego z powolnej
refleksji i tego próżnego,
i łatwo żyć w oderwaniu od życia, albo go nie szanować,
bo w nieszczęściu jest ono równie cenne jak w czasie szczęśliwym.

Powinienem był kochać słowa;
przez nie porównywałem, z dowolnym wymiarem świata zewnętrznego:
morze, niebieski firmament,
rozkosz lub ból, które momentalnie obumierały;
i dzięki nim dosięgnąłem tenebrowego korzenia życia.
Człowiekowi wydaje się, że nic nie przewyższa samego człowieka:
ani największa nędza, ani największa świetność światów,
bowiem wszystko to zawiera się w jego pragnieniu.

Słowa oddzielają od rzeczy
światło, które na nie pada, i wygasłą skorupę,
i zbierają zasłony cienia
w nocy i rozpadlinach;
lecz nie zdołały oddzielić łez od śmiechu,
jedną prawdą będąc,
zasługując na ten sam uśmiech, zobojętnienie.
Wszystko to puste gesty, śmierci, marne resztki.

Spójrzcie, jak skrada się złodziej słów,
jak pełza w mroku nocy,
otwiera swe suche usta, jest niemy.

Eugenio Montejo

1938-2008, Venezuela

En el bosque

En el bosque, donde es pecado hablar, pasearse,
no poseer raíz, no tener ramas,
¿qué puede hacer un hombre?

La soledad no basta para engañar al viento,
de ningún brazo se construye una puerta,
la piel, las uñas nunca sirven
para un nido de pájaros.

Y el viento lo sabe.

En el bosque, quien no ha logrado ser un árbol,
solo puede llegar de parte del otoño
a pedir unas hojas,
mejor si lleva harapos de mendigo,
algún morral raído, un palo, un perro
y ninguna esperanza.
Verá como lo trata el viento,
cómo su ofrenda le llenará las manos.

Fotos propias. Aranjuez.

Tłum. Ada Trzeciakowska

w lesie

W lesie, gdzie grzechem jest rozmawiać, przechadzać się,
nie posiadać korzeni, nie mieć gałęzi,
co może robić człowiek?

Samotność nie wystarczy, by zwieść wiatr,
z ramion nie da się wystrugać drzwi,
paznokcie ani skóra nie nadają się
na ptasie gniazdo.

I wiatr to wie.

W lesie, ten, komu nie udało się być drzewem,
może przychodzić tylko z jesienią
by prosić o liście,
najlepiej w żebraczych łachmanach,
z postrzępioną sakwą, psem, kijem
i pozbawiony nadziei.
Zobaczy, jak potraktuje go wiatr,
jak jego dar napełni mu ręce.

Piedad Bonnett

1951 – , Colombia

Los estudiantes

Los saludables, los briosos estudiantes de espléndidas sonrisas
y mejillas felposas, los que encienden un sueño en otro sueño
y respiran su aire como recién nacidos,
los que buscan rincones para mejor amarse
y dulcemente eternos juegan ruleta rusa,
los estudiantes ávidos y locos y fervientes,
los de los tiernos cuellos listos frente a la espada,
las muchachas que exhiben sus muslos soleados
sus pechos, sus ombligos
perfectos e inocentes como oscuras corolas,
qué se hacen
mañana qué se hicieron
qué agujero
ayer se los tragó
bajo qué piel
callosa, triste, mustia
sobreviven.

Tłum. Ada Trzeciakowska

studenci

Tryskający zdrowiem, pełni werwy studenci o promiennych uśmiechach
i pluszowych policzkach, ci którzy rozpalają sen w innym śnie
i napełniają płuca powietrzem jak noworodki,
ci, którzy szukają zakamarków, by kochać się lepiej
i słodko wieczni grają w rosyjską ruletkę,
studenci łapczywi i szaleni i żarliwi,
ci z delikatnymi szyjami gotowymi na ostrze szabli,
dziewczęta, wystawiające swe słoneczne uda
piersi, pępki
doskonałe i niewinne jak ciemne korony kwiatów,
co się z nimi stanie
jutro co się z nimi stało
jaka dziura
wczoraj ich połknęła
pod jaką skórą
stwardniałą, smutną, zwiędłą
przeżyją.

Julia Hartwig

1921-2017, Polonia/ EE.UU.

Trad. Ada Trzeciakowska

O

Dicen que si se les fuese dada la posibilidad de
experimentarlo todo por segunda vez
no cambiarían nada
a pesar de que no se consideran felices
se han reconciliado con la vida
y han logrado amarse a sí mismos

o se han percatado cerca del final
que no es mejor una vida
sin aflicciones y penas
Y aunque nos atraen la levedad y la despreocupación
algo debe pesar en la balanza
en la que pondrán nuestra existencia

1. Mary Wigman en el Lago Maggiore (1913) 2. Fotogramas de El oro de los mares de Jean Epstein (1932) 3. Corazón fiel de Jean Epstein (1923)

albo

Mówią że gdyby im było dane
przeżyć to wszystko po raz drugi
nie zmieniliby niczego
a przecież nie mają się za szczęśliwych
pogodzili się więc z życiem
i zdążyli pokochać siebie

albo też pojęli pod koniec
że nie jest lepsze życie
które nie zna trosk
I choć pociąga nas lekkość i niefrasobliwość
coś musi ważyć na wadze
na której położą nasze istnienie

Francisco Brines

1932 – 2021, España (Oliva)

El ángel del poema

A César Simón

Dentro de la mortaja de esta casa,
en esta noche yerma con tanta soledad,
mirando sin nostalgia lo que en mi vida es ido,
lo que no pudo ser,
esta ruina extensa del pasado,
también sin esperanza
en lo que ha de venir aún a flagelarme,
solo es posible un bien: la aparición del ángel,
sus ojos vivos, no sé de qué color, pero de fuego,
la paralización ante el rostro hermosísimo.
Después oír, saliendo del silencio y en tanta soledad,
su voz sin traducción, que es solo un fiel entendimiento sin palabras.
Y el ángel hace, cerrándose en mis párpados y cobijado en ellos, su aparición postrera:
con su espada de fuego expulsa el mundo hostil, que gira afuera, a oscuras.
Y no hay Dios para él, ni para mí.

Zbigniew Beksiński

Tłum. Ada Trzeciakowska

Anioł wiersza

Do Cesara Simona

W fałdach domu tego całunu,
w tę noc jałową od samotności,
bez żalu patrzę na to, co życiu mym wygasłe,
na to, co być nie mogło,
na te rozległe ruiny przeszłości,
nie pokładając już nadziei
w tym, co dopiero spadnie na mnie i wychłosta
pociechą jest mi tylko jedno: objawienie się anioła,
jego oczy żywe, nie wiem jakiego koloru, ale z ognia,
paraliż przed najpiękniejszym obliczem.
To, że usłyszę, tryskający z ciszy i na samotność zdany,
głos jego bez tłumaczenia, wierne pojmowanie bez słów.
A wtedy anioł, powiekami mymi oddzielony i nimi okryty, ukazuje się:
ognistym mieczem wypędza świat wrogi, co wiruje poza mną, w ciemnościach.
I nie będzie Boga dla mnie, ani dla niego.

Francisco Brines

1932 – 2021, España (Oliva)

Antes de entrar en la luz

He de entrar en la luz que está ciega,
en donde la ignorancia borrará el conocer.
No habrá respuesta nunca.
Afuera ha de seguir la luz del sol
que da goce y tortura a los humanos,
viviendo en la pregunta que ahora mismo,
porque en la luz no ciega habito todavía,
dirijo al mundo amado.

He de entrar en la Luz, esa luz ciega,
y estoy aquí, llenos de amor los ojos,
mendigando qué soy,
por qué, como si fuese un dios, el sol es mío.

Foto propia

Tłum. Ada Trzeciakowska

Nim zanurzę się w świetle

Muszę zanurzyć się w świetle, co oślepło,
gdzie ignorancja unicestwia wiedzę.
Nie poznam nigdy żadnej odpowiedzi.
Na zewnątrz trwać musi słońce i jego światło,
źródło radości i tortur dla ludzi,
gdy zadaję pytania, które teraz,
bo w nieoślepłym świetle ciągle żyję,
kieruję do ukochanego świata.

Muszę zanurzyć się w świetle, tym oślepłem światło,
a nadal tutaj, przepełnione miłością oczy,
żebrzą o odpowiedź czym jestem,
dlaczego, jakbym był bogiem, słońce jest moje.

Winfried Georg Sebald 

1944 – 2001, Alemania/ Inglaterra

Trad. Carmen Gómez Y Georg Pichler

Los anillos de Saturno

(…) Janine Dakyns vivía en una pequeña callejuela contigua al hospital, y había estudiado en Oxford, como Michael. A lo largo de su vida había desarrollado una ciencia de la novela francesa del siglo XIX, libre de toda presunción intelectual y particular, en cierto modo, que siempre parte de un detalle oscuro, nunca de uno obvio, especialmente con relación a Gustave Flaubert, a quien con mucho apreciaba en mayor medida, y de cuya correspondencia, de miles de páginas, me citaba, en la ocasión más dispar, largos pasajes que cada vez volvían a despertar mi asombro. Por lo demás, Janine, que, a menudo, cuando exponía sus pensamientos, caía en un estado de entusiasmo casi preocupante, intentaba indagar a fondo los escrúpulos literarios de Flaubert con el mayor interés personal posible, esto es, en su miedo a la falsedad que, como solía decir, lo encadenaba semanas y meses enteros a su canapé y le hacía temer que nunca más podría escribir siquiera media línea sin comprometerse de la forma más embarazosa.
En esa época, decía Janine, no sólo le parecía absolutamente impensable cualquier forma posterior de escritura, sino que más aún estaba convencido de que todo lo que había escrito hasta entonces se reducía a una yuxtaposición de los errores más inexcusables, de consecuencias trascendentales y de embustes. Janine afirmaba que los escrúpulos de Flaubert habían de ser atribuidos al embrutecimiento progresivo e incontenible que había observado y que, según creía, ya se estaba propagando por su propia cabeza. Una vez debió de decir que era como hundirse en la arena. Es posible que por este motivo, pensaba Janine, la arena tuviera un papel tan importante en todas sus obras. La arena lo conquistaba todo. Constantemente, seguía Janine, pasaban ingentes nubes de polvo a través de sus sueños diurnos y nocturnos, y arremolinadas sobre las áridas llanuras del continente africano, corrían hacia el norte, sobre el Mediterráneo y sobre la península Ibérica, hasta que en algún momento caían, como cenizas de fuego, sobre el jardín de las Tullerías, sobre un arrabal de Ruán o sobre un pequeño pueblo de Normandía, penetrando en los intersticios más diminutos. Flaubert veía el Sahara entero, decía Janine, en un grano de arena oculto en el dobladillo de un vestido de invierno de Emma Bovary, y, según él, cada átomo pesaba tanto como la cordillera del Atlas. A menudo, al finalizar el día, conversábamos sobre la visión del mundo de Flaubert en el despacho de Janine, donde había una cantidad tal de apuntes de clase, cartas y escritos de todo tipo, que uno podía imaginarse estar en medio de una marea de papel. Con el paso del tiempo, encima del escritorio, originariamente punto de partida o lo que es lo mismo, punto de convergencia de la asombrosa proliferación de papel, había surgido un verdadero paisaje con montañas y valles, que entre tanto, como un glaciar cuando alcanza el mar, se rompía en sus bordes, formando sobre el suelo en derredor nuevos sedimentos, que a su vez se deslizaban imperceptiblemente hacia el centro de la habitación. Ya hacía años, las masas de papel en constante crecimiento habían obligado a Janine a buscar refugio en otras mesas. Estas, sobre las que sucesivamente se habían ido consumando procesos semejantes de acumulación, representaban, por así decirlo, épocas tardías en el desarrollo del universo papelero de Janine. También la alfombra había desaparecido desde hacía mucho tiempo bajo unas cuantas capas de papel, que incluso, desde un suelo, al que descendía desde una media altura, había comenzado a escalar las paredes, cubiertas hasta el marco superior de la puerta con folios y documentos aislados, cada uno de ellos sujeto por una esquina con una chincheta y en parte unos sobre otros sin apenas espacio entre sí.
Sobre los libros de las estanterías, donde fuera posible, había montañas de papeles, y en todo este papel, a la hora del crepúsculo, se reunía el reflejo de la luz que se disipaba, de la misma forma que antaño, pensé una vez, la nieve se congregaba sobre los campos bajo el cielo de la noche, negro como la tinta. El último lugar de trabajo de Janine fue un sillón, más o menos emplazado hacia el centro del cuarto, en el que se la veía sentada cuando se pasaba por delante de su puerta, abierta constantemente, inclinada hacia delante garabateando sobre una carpeta que sostenía sobre la rodilla, o bien recostada y perdida en pensamientos. En una ocasión, cuando le dije que entre sus papeles se parecía al ángel de la Melancolía, de Durero, resistiendo inmóvil entre los instrumentos de destrucción, me contestó que el aparente caos de sus cosas representaba en realidad algo así como un orden perfecto o que aspiraba a la perfección.

Fotografía de Tacita Dean

Tłum. Małgorzata Łukasiewicz

Pierścienie Saturna

(…) Janine Dakyns, mieszkająca przy małej uliczce opodal szpitala, studiowała, podobnie jak Michael, w Oksfordzie i z biegiem życia stworzyła prywatną niejako, wolną od wszelkiego intelektualnego zadęcia, wychodzącą zawsze od niejasnego szczegółu, nigdy od tego, co jawne, naukę o dziewiętnastowiecznej powieści francuskiej, ze szczególnym uwzględnieniem najbardziej przez nią cenionego Gustave’a Flauberta, z którego obszernej, liczącej tysiące stron korespondencji przy najróżniejszych okazjach cytowała długie, za każdym razem na nowo wprawiające mnie w zdumienie fragmenty. Ponadto Janinę, która wykładając swoje myśli, popadała często w stan niemal zatrważającego uniesienia, z maksymalnym zaangażowaniem osobistym starała się zgłębić pisarskie skrupuły Flauberta, lęk przed fałszem, który, jak mówiła, sprawiał czasem, że Flaubert tygodniami i miesiącami tkwił na kanapie, w strachu, że nigdy już nie napisze choćby pół linijki, nie kompromitując się najfatalniej.
W takich okresach, mówiła Janinę, nie tylko wszelka przyszła praca pisarska wydawała mu się kompletnie wykluczona, ale był też przekonany, że wszystko, co napisał dotychczas, stanowi jedynie nagromadzenie najbardziej niewybaczalnych, nieprzewidywalnych w skutkach błędów i zakłamania. Janine utrzymywała, że przyczyną tych skrupułów były obserwowane przez Flauberta niepowstrzymane postępy głupoty, atakującej już, jak mniemał, jego własną głowę. To tak, miał kiedyś powiedzieć, jakby człowiek zapadał się w piach. Stąd prawdopodobnie, uważała Janine, tak wielkie znaczenie piasku w twórczości Flauberta. Piasek zagarnia wszystko. W dziennych i nocnych wizjach Flauberta, mówiła Janine, wciąż przetaczały się potworne chmury pyłu, wzbijały się nad suchymi równinami kontynentu afrykańskiego, ciągnęły potem na północ, ponad Morzem Śródziemnym i Półwyspem Iberyjskim, a wreszcie opadały niczym popiół na Tuilerie, na przedmieście Rouen albo na jakieś prowincjonalne miasteczko w Normandii, i wdzierały się w każdy kąt. W drobinie piasku z obrąbka zimowej toalety Emmy Bovary, mówiła Janine, Flaubert widział całą Saharę, a każdy pyłek ważył dlań tyle co góry Atlas. Często, pod koniec dnia, rozmawiałem z Janine o Flaubertowym oglądzie świata w jej gabinecie, gdzie wokół walało się takie mnóstwo notatek do wykładów, listów i wszelkiego rodzaju pism, aż człowiekowi wydawało się, że zalewa go powódź papieru. Na biurku, stanowiącym punkt wyjścia względnie punkt zbiorczy cudownego rozmnożenia papieru, z biegiem czasu uformował się prawdziwy papierowy krajobraz z górami i dolinami, który po brzegach, jak lodowiec z chwilą, gdy dociera do morza, urywał się gwałtownie i na podłodze dookoła tworzył nowe złogi, niepostrzeżenie sunące ku środkowi pokoju. Już przed paru laty pod naporem wciąż narastających na jej biurku stosów papieru Janinę zmuszona była wycofać się na inne stoły. Te stoły, na których następnie zachodziły podobne procesy akumulacji, reprezentowały, by tak rzec, późniejsze epoki rozwoju papierowego uniwersum Janinę. Dywan także od dawna zniknął pod pokładami papieru, ba, papier z podłogi, na którą stale opadał z poziomu średniego, zaczynał piąć się znów po ścianach, pokrytych aż po górną krawędź drzwi pojedynczymi, przytwierdzonymi pluskiewką zawsze tylko za róg, częściowo ponaczepianymi grubą warstwą jedne na drugie arkusikami i dokumentami.
Książki na regałach też nasadzone miały, gdzie się tylko dało, czapy papierzysk, i w porze zmierzchu cały ten papier skupiał na sobie odblask gasnącego światła, jak niegdyś – tak sobie raz pomyślałem – śnieg na polach pod atramentowym nocnym niebem. Ostatnim miejscem pracy Janinę było umieszczone mniej więcej pośrodku krzesło i mijając zawsze otwarte drzwi jej pokoju, widziało się ją, jak siedzi na tym krzesełku, albo zgarbiona, gryzmoląc coś na podkładce, którą trzyma na kolanach, albo odchylona w tył i pogrążona w myślach. Kiedyś powiedziałem jej, że w otoczeniu swoich papierów wygląda jak nieruchomo tkwiący pośród narzędzi zniszczenia anioł Dürerowskiej melancholii, na co Janine odrzekła, że pozorny nieład jej gospodarstwa naprawdę przedstawia doskonały lub przynajmniej dążący do doskonałości ład.