A ver si esta pena se deshace en cuatro pájaros, uno que toque tu cristal con mano suave. Es lo oculto que a veces saca cabeza y pía en el incendio de lo andado. Tanto se vive sin vivir. Bracea la medialma en órbitas de voces, frases, la marea de lo que se perdió. Allá lo arriba, aquí la lengua del burlado. Una inocencia pasa a horcajadas de la culpa, cae el otoño en la muerte íntima.
Zobaczmy, czy ból się rozpadnie na cztery ptaki, jeden niech dotknie twej szyby łagodnym ramieniem. Jest tym co ukryte, co czasem wystawia łepek i kwili w pożodze tego co przebyliśmy. Przeżywamy tyle nie doświadczając. Półduszy macha skrzydłami na orbitach głosów, zdań, pływów tego, co utracone. Tam, to co w górze, tu język wyszydzonych. Niewinność uchodzi okrakiem na winie, jesień zapada w intymną śmierć.
Esta noche, salí a caminar cerca de casa, y tuve miedo no del camino sinuoso que tomé en el amor y el ego, sino más bien de lo oscuro y lo lejano. Anduve oyendo el viento y percibiendo el frío, pero a mí me afligían las estrellas que ardían en el gran arco del cielo.
Jessica, es más sencillo concebir nuestras vidas andando entre el efímero resplandor de las hojas, disfrutando de aquello que tenemos, que pensar cómo será posible que unos seres como nosotros, tan pequeños, puedan atravesar lo oscuro sin buscar algún rumbo visible o un destino.
Sin embargo, recuerdo que hubo veces en que debajo de ese mismo cielo cada hueso del cuerpo se hizo luz y la herida del cráneo se abrió para que entrara el cosmos con sus fríos rayos, y fueron, un instante nada más, ellos mismos el cosmos; hubo veces en que llegué a creer que éramos hijos de las estrellas, que nuestras palabras estaban hechas de ese mismo polvo que flamea en el espacio; aquellas veces sentía en lo incorpóreo del aliento que el peso de un día entero se apoyaba.
Sin embargo, esta noche es diferente. Con miedo de las sombras en que andamos o desaparecemos por completo, me imagino una luz que no permita que vaguemos muy lejos; una luna secreta o un espejo; alguna hoja de papel, o algo que puedas llevar por lo oscuro cuando yo ya no esté.
Fotografías de Isabella Ståhl
Tłum. Ada Trzeciakowska
Jessice, mojej córce
Idąc na nocny spacer, pogrążony w myślach, przeraziłem się, nie labiryntu który zbudowałem z miłości i siebie samego ale tego, co odległe i ciemne. Szedłem, nasłuchując wiatru wśród drzew, czując ukłucia zimna na skórze, lecz źródłem mojej udręki były gwiazdy płonące na strzelistym łuku nieba.
Jessico, o wiele łatwiej przychodzi nam pojąć życie, gdy idziemy świetlistym tunelem migoczącycg liści, radując się tym, co mamy, niż rozmyślając nad tym, jak to możliwe, że stworzenia tak małe jak my wędrują w ciemnościach nie trzymając się żadnej drogi nie mając celu w zasięgu wzroku.
Jednak, pamiętam chwile pod tym samym niebem, gdy kości w ciele stały się światłem a rana w czaszce otworzyła się na przyjęcie zimnych promieni kosmosu, i same, przez moment, były kosmosem, w takich chwilach, byłem stanie uwierzyć że jesteśmy dziećmi gwiazd a nasze słowa usnute zostały z tego samego pyłu, który płonie w przestrzeni, mogłem, wtedy, wyczuć po lekkości oddechu że ciężar całego dnia został złożony.
Ale dziś w nocy jest inaczej. Bojąc się ciemności w której dryfujemy lub całkiem giniemy, wyobrażam sobie światło które nie pozwoliłoby nam odejść od siebie za daleko, sekretny księżyc lub lustro, kartkę papieru, coś, co mogłabyś nieść w mroku gdy ja zgasnę.
For Jessica, My Daughter
Tonight I walked, lost in my own meditation, and was afraid, not of the labyrinth that I have made of love and self but of the dark and faraway. I walked, hearing the wind in the trees, feeling the cold against my skin, but what I dwelled on were the stars blazing in the immense arc of sky.
Jessica, it is so much easier to think of our lives, as we move under the brief luster of leaves, loving what we have, than to think of how it is such small beings as we travel in the dark with no visible way or end in sight.
Yet there were times I remember under the same sky when the body’s bones became light and the wound of the skull opened to receive the cold rays of the cosmos, and were, for an instant, themselves the cosmos, there were times when I could believe we were the children of stars and our words were made of the same dust that flames in space, times when I could feel in the lightness of breath the weight of a whole day come to rest.
But tonight it is different. Afraid of the dark in which we drift or vanish altogether, I imagine a light that would not let us stray too far apart, a secret moon or mirror, a sheet of paper, something you could carry in the dark when I am away.
Pasaba las noches de ese verano en un cine-teatro del pueblo que no abandonaba hasta terminar la última función. De la oscuridad del cine, desgarrada por el pánico de luces y sombras, se salía a un silencioso y claro vestíbulo, un refugio en la inmensidad de la noche tormentosa. Tras una fantástica carrera entre los baches de la película, el corazón, cansado por las aventuras de la pantalla, se apaciguaba en ese luminoso vestíbulo cuyas paredes lo aislaban de la presión de la grandiosa noche patética, en ese puerto seguro donde el tiempo se había detenido hacía mucho y las bombillas despedían en vano una luz estéril, onda a onda, con un ritmo determinado de una vez para siempre por el sordo ronroneo de un motor que hacía temblar la cabina de la cajera. Ese vestíbulo, sumido en el ocio de las tardías horas como si fuese la sala de espera de una estación mucho después de la partida del último tren, parecía por momentos ser el fondo de la existencia, aquello que quedará cuando hayan sucedido todos los acontecimientos, cuando se haya agotado el barullo de la pluralidad. En un enorme cartel colorado Asta Nielsen se tambaleaba con el negro estigma de la muerte en la frente, abría los labios en un último grito y contraía inhumanamente sus bellos ojos. La cajera se había marchado a su casa. Probablemente se agitaba en su cuarto, cerca de la cama que la esperaba como una lancha para llevarla entre negras lagunas de sueños, hacia los embrollos imaginados de aventuras y azares. Aquella que se sentaba en la caja era sólo su exterioridad, un fantasma engañoso mirando con ojos cansados y muy pintados en el vacío de la luz, pestañeando maquinalmente para sacudir el polvo dorado del sueño que caía de las lámparas eléctricas. A veces, sonreía levemente al sargento de bomberos quien, abandonado hace tiempo por su realidad, seguía apoyado contra la pared, quieto para siempre con su nítido casco en la aséptica magnitud de sus hombreras, cordones plateados y medallas. En la lejanía sonaban al son del motor los vidrios de la puerta que daba a la tardía Noche de Julio, mas el reflejo de la araña eléctrica cegaba el vidrio, negaba la noche, remendaba como podía la ilusión del acogedor puerto que nos protegía contra el elemento de la inmensa nocturnidad. Al final, el encanto de la sala de espera tuvo que desvanecerse. Las vítreas puertas se abrieron y la cortina roja aspiró el aliento de la noche que lo invadió todo. ¿No sentís el misterioso, el profundo sentido de la aventura, cuando el enjuto y pálido bachiller sale solitario por la puerta de vidrio del seguro puerto y se dirige a la inmensidad de la Noche de Julio? ¿Atravesará esos pantanos negros, esas marismas y precipicios de la noche infinita y aterrizará mañana en otro puerto? ¿Cuántos decenios durará esa negra odisea? Nadie ha escrito todavía la topografía de la Noche de Julio. En la geografía interior del cosmos esas páginas siguen vacías. ¡Noche de Julio! ¡Con qué compararla, cómo describirla! ¿Será el vestigio de una colosal rosa negra que nos encubre con el sueño milenario de sus pétalos de terciopelo? El viento de la noche sopla su plumón y en su seno aromático nos alcanza la mirada de las estrellas. ¿La compararé, repleta de polen volátil, blancas adormideras de estrellas, cohetes y meteoros, con el firmamento negro de nuestros párpados semicerrados? ¿O quizá tendré que asimilarla al tren nocturno tan largo cómo el mundo que cruza un infinito túnel negro? ¿Ir por la Noche de Julio saltando a duras penas de un vagón a otro, viajando entre pasajeros somnolientos, pasillos estrechos, compartimientos mal ventilados y corrientes que se entrecortan? ¡Noche de Julio! ¡El secreto fluido de la oscuridad viva, de la acechante materia móvil de la sombra que modela sin cesar formas del caos para, inmediatamente después, rechazarlas! ¡Material negro amontonado en grutas, bóvedas y pórticos alrededor del vagabundo errante! Acompaña como un parlanchín inoportuno al explorador y lo encierra en el círculo de sus fantasmas; inventa incansablemente, delira, fantasea, alucina con lejanías estelares, blancas vías lácteas, laberintos de interminables coliseos y foros. Es el aire de la noche, es ese Prometeo que se divierte formando espesuras aterciopeladas, líneas de fragancia de jazmines, cascadas de ozono, repentinas selvas sin aire que crecen infinitamente como pompas negras y aterradores racimos de seguridad cargados de jugo negro. Me meto entre esas estrechas cornisas, agacho la cabeza bajo arcos y bóvedas y he aquí que, súbitamente, el techo se rompe y se abre por un instante con un suspiro estelar la cúpula sin fin para hacerme regresar otra vez a estrechas paredes, pasadizos y molduras. (…) Al final, en los extremos de la ciudad, la noche renuncia a sus bromas, se desvela y descubre su cara seria y eterna. Ya no nos enreda en su ilusorio laberinto de alucinaciones delirantes y abre ante nuestros ojos su eternidad estelar. El firmamento crece hacia el infinito, las constelaciones llaman, trazan en su magnitud mágicas figuras en el cielo que quieren anunciar algo definitivo con su silencio escalofriante. Del destello de mundos lejanos llega el croar de las ranas, el argentado barullo astral. El cielo de Julio siembra la inaudible lluvia de meteoros que, en silencio, va a saciar al universo.
Fotogramas Cinema Paradiso, La mano de Dios; fotografía de la actriz danesa Asta Nielsen; fotografías de Marta Bevacqua, Antonio Guerra
Sanatorium pod klepsydrą
Noc lipcowa
Wieczory tego lata spędzałem w kinoteatrze miasteczka. Opuszczałem go po ostatnim przedstawieniu. Z czarności sali kinowej rozdartej popłochem latających świateł i cieni wchodziło się do cichego, jasnego westybulu, jak z bezmiaru nocy burzliwej do zacisznej gospody. Po fantastycznej gonitwie po wertepach filmu uspokajało się zgonione serce po ekscesach ekranu w tej poczekalni jasnej, zamkniętej ścianami od naporu wielkiej patetycznej nocy, w tej przystani bezpiecznej, gdzie czas ustał od dawna, a żarówki wypuszczały nadaremnie jałowe światło, fala po fali, w rytmie raz na zawsze ustalonym przez głuchy tupot motoru, od które go lekko drżała budka kasjerki. Ten westybul zanurzony w nudę późnych godzin, jak poczekalnie kolejowe dawno po odejściu pociągów, zdawał się chwilami ostatecznym tłem bytu, tym, co pozostanie, gdy przeminą wszystkie zdarzenia, gdy wyczerpie się zgiełk wielości. Na wielkim kolorowym afiszu Asta Nielsen słaniała się już na zawsze z czarnym stygmatem śmierci na czole, raz na zawsze usta jej były otwarte w ostatnim krzyku, a oczy wytężone nadludzko i ostatecznie piękne. Kasjerka dawno powędrowała do domu. Krzątała się teraz zapewne w swym pokoiku koło rozścielonego łóżka, które czekało na nią jak łódka, by unieść ją między czarne laguny snu, w zawikłania sennych przygód i awantur. Ta, co siedziała w budce, to tylko powłoka jej, fantom złudny, patrzący znużonymi, jaskrawo malowanymi oczyma w pustkę światła, trzepocący bezmyślnie rzęsami dla strącenia złotego pyłu senności sypiącego się bez końca z lamp elektrycznych. Czasem uśmiechała się blado do sierżanta straży ogniowej, który sam dawno opuszczony przez swą realność, stał oparty o ścianę, na zawsze nieruchomy w swym lśniącym kasku, w jałowej świetności epoletów, sznurów srebrnych i medali. Z daleka brzęczały w ryt mie motoru szyby szklanych drzwi prowadzących w późną noc lipcową, ale refleks elektrycznego pająka oślepiał szkło, negował noc, łatał, jak mógł, złudzenie bezpiecznej przystani nie zagrożonej żywiołem ogromnej nocy. W końcu przecież czar poczekalni musiał prysnąć, drzwi szklane otwierały się, czerwona portiera wzbierała tchem nocy, która nagle stawała się wszystkim. Czy czujecie tajemny, głęboki sens tej przygody, gdy wątły i blady maturzysta wychodzi przez szklane drzwi z bezpiecznej przystani sam jeden w bezmiar nocy lipcowej? Czy prze brnie kiedyś te czarne moczary, trzęsawiska i przepaście nie skończonej nocy, czy wyląduje jakiegoś poranku w bezpiecznym porcie? Ile dziesiątek lat trwać będzie ta czarna odyseja? Nikt jeszcze nie napisał topografii nocy lipcowej. W geografii wewnętrznego kosmosu te karty są nie zapisane. Noc lipcowa! Z czym by ją porównać, jak opisać? Czy porównam ją do wnętrza ogromnej czarnej róży nakrywającej nas snem stokrotnym tysiąca aksamitnych płatków? Wiatr nocny rozdmuchuje do głębi jej puszystość i na dnie wonnym dosięga nas spojrzenie gwiazd. Czy porównam ją do czarnego firmamentu naszych przymkniętych powiek, pełnego wędrujących pyłów, białego maku gwiazd, rakiet i meteorów? A może porównać ją do długiego jak świat nocnego pociągu, jadącego nieskończonym czarnym tunelem? Iść przez noc lipcową to przedzierać się z trudem z wagonu do wagonu, pomiędzy sennymi pasażerami, wśród ciasnych korytarzy, dusznych przedziałów i krzyżujących się przeciągów. Noc lipcowa! Tajemny fluid mroku, żywa, czujna i ruchliwa materia ciemności, nieustannie kształtująca coś z chaosu i każdy kształt natychmiast zrzucająca! Budulec czarny piętrzą cy dookoła sennego wędrowca pieczary, sklepienia, wnęki i nyże! Jak natrętny gaduła towarzyszy ona samotnemu wędrowcowi zamykając go w kręgu swych widziadeł, niezmordowana w wymyślaniu, bredzeniu, fantazjowaniu — halucynując przed nim gwiezdne dale, białe drogi mleczne, labirynty nieskończonych koloseów i forów. Powietrze nocy, ten czarny Proteusz formujący dla zabawy aksamitne zgęszczenia, pasma jaśminowej woni, kaskady ozonu, nagłe bezpowietrzne głusze rosnące jak czarne banie w nieskończoność, potworne wino grona ciemności, wezbrane ciemnym sokiem. Przepycham się wśród tych ciasnych framug, pochylam głowę pod te łuki i sklepienia nisko nawisłe i oto nagle sufit urywa się, z gwiezdnym westchnieniem otwiera się na chwilę kopuła bezdenna, aby wnet zaprowadzić mnie znów między ciasne ściany, przejścia i framugi. (…) Wreszcie na końcu miasta noc rezygnuje ze swych igraszek, zrzuca zasłonę, odsłania swą poważną i wieczną twarz. Już nie zabudowuje nas w złudnym labiryncie halucynacyj i majaków, otwiera przed nami gwiaździstą swą wieczność. Firmament rośnie w nieskończoność, gwiazdozbiory płoną w swej świetności w pozycjach odwiecznych, rysując magiczne figury na niebie, jak gdyby chciały coś zwiastować, obwieścić coś ostateczne go swym przeraźliwym milczeniem. Od migotania dalekich tych światów płynie rechot żab, srebrny gwar gwiezdny. Lipcowe niebiosa sieją niesłyszalny mak meteorów wsiąkający cicho w wszechświat.
(…) La fama de Blanca Andreu estalla en 1980. Un día, en época de exámenes, Andreu, estudiante gallega de segundo curso de Filología Hispánica en la Universidad Complutense de Madrid, tiró a la papelera todos los poemas que había escrito en las últimas semanas. Estaba exhausta. No había estudiado nada, y su obra la veía “horrorosa”. Un amigo suyo (¿Francisco Umbral? “Prefiero no decir el nombre de ese amigo”) pidió permiso para cogerlos y leerlos. La chica, pálida, delgada y guapa, le dijo que hiciese lo que le diese la gana. Ese amigo leyó deslumbrado los poemas, los ordenó y les puso un título, De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall, para enviarlos a espaldas de su autora a uno de los premios de poesía en castellano más prestigiosos del mundo, el Adonáis, de Ediciones Rialp. Un miembro del jurado llegó a pedir que se retirase el poemario del concurso porque estaba hecho “una porquería”, según le contaron a la propia autora, “con manchas de café y de todo”. Pero al final, Luis Jiménez Martos, José García Nieto, Claudio Rodríguez, Rafael Morales y Rafael García García le dieron el premio por ser “audaz, muy imaginativa en la palabra, valiente en el lenguaje y creadora de un mundo poético que parece pertenecerle a ella sola”. El poemario exhibe un surrealismo desatado e insólito en España entonces. Más de 40 años después, está considerado como uno de los libros capitales de la poesía en español.
Yo te di huesos de palomas rojas…
Los muertos odian el número dos. F. García Lorca
Yo te di huesos de palomas rojas de palomas que alientan dentro de los rasguños desdeñoso licor de herida pequeño peldaño de muerte
Atrapé las palomas que habitaban en la sangre alterada de los niños perversos robé vuelos morados vuelos de adelfa y alarido vuelos de arteria y arañazo espejos fiestas del jacintos del sur
Yo te di huesos de palomas muy pequeñas astrolabios de tierno esqueleto guías luciérnagas y otras luces nerviosas para que oyeras cómo el fósforo declama los viejos versos del número par para anclarte a mi noche para anclarte a mi noche con la cal delicada
Yo te di huesos anclas pequeñitas para que te encallaras en la sal de las puertas y dije las palabras que así existen filtros de Melibea brujas líquidas o la voz fuerte de Rilke el poeta: retenle sí, retenle.
Fotografías: Laura Makabresku
Tłum. Ada Trzeciakowska
DAŁAM CI KOŚCI CZERWONYCH GOŁĘBI…
Umarli nienawidzą liczby dwa. F. García Lorca
Dałam ci kości czerwonych gołębi gołębi, które oddychają wewnątrz zadrapań wzgardliwy likier rany mały schodek śmierci
Złapałam gołębie zamieszkujące zepsutą krew przewrotnych dzieci ukradłam fioletowe loty loty oleandru i krzyku loty arterii i rysy lustra święta hiacyntów z południa
Dałem ci kości maleńkich gołębi astrolabia z tkliwych szkieletów świetliki przewodnie i inne unerwione światła abyś posłuchał, jak fosfor deklamuje stare wersy parzystej liczby by zakotwiczyć cię w mojej nocy by zakotwiczyć cię w mojej nocy delikatnym wapnem
Dałam ci kości maleńkie kotwice abyś osiadł na mieliźnie soli drzwi i wypowiedziałam słowa, które istnieją w ten sposób miłosny napój Melibei wiedźmy w płynie lub głęboki głos poety Rilkego: zatrzymaj go tak, zatrzymaj go.
Estas noches de rosas y púrpuras que se desvanecen, de extraño calor Que nos acaricia la piel hasta que caemos dormidos y vagamos hacia lugares Que esperábamos que siempre estuvieran fuera de nuestro alcance… las profundidades En las que nada florece, donde todo lo que ocurre parece que es Para siempre. Sudamos, rogamos que nos liberen En el día siguiente a tiempo y nos asusta la idea De no llegar allí nunca y de no tener más remedio que vagar a la deriva olvidados En un mar de media noche donde cada mil años se avista un barco o un cisne O un nadador ahogado cuya imaginación ha sobrevivido a su destino y que nada Para demostrar, a nadie en concreto, cuán falsa ha sido su vida.
Fotograma de Un viaje alucinante al fondo de la mente deKen Russel; cuadro de Montserrat Gudiol; fotografía propia
Tłum. Ada Trzeciakowska
Ranek, południe i noc
III
Te noce rozpraszających się różów i purpur, dziwnego ciepła muskającego nam skórę, póki nie zaśniemy i zabłądzimy w miejsca które, oczekiwaliśmy, że pozostaną niedosięgłe, w głębiny gdzie nie kwitnie nic, gdzie wszystko co się dzieje wydaje się być na zawsze. Pocimy się i błagamy o uwolnienie następnego dnia na czas, i ogarnia nas panika na myśl że nigdy się tam nie dostaniemy i przyjdzie nam dryfować w zapomnieniu po nocnym morzu, gdzie raz na tysiąc lat widuje się statek, lub łabędzia lub pływaka topielca, którego wyobraźnia przerosła jego los, i pływa by dowieść, nie wiadomo komu, jak nieprawdziwym było jego życie.
Morning, Noon, and Night
III
These Nights of pinks and purples vanishing, of freakish heat That strokes our skin until we fall asleep and stray to places We hoped would always be beyond our reach the deeps Where nothing flourishes, where everything that happens seems To be for keeps. We sweat, and plead to be released Into the coming day on time, and panic at the thought Of never getting there and being forced to drift forgotten On a midnight sea where every thousand years a ship is sighted, or a swan, Or a drowned swimmer whose imagination has outlived his fate, and who swims To prove, to no one in particular, how false his life had been.
Hay un camino que cruza el desfiladero, un río junto al camino, un bosque. Si hay más, aún no lo veo.
Puede decirse, sin embargo, que ha sido un siglo sorprendente cuando menos para la moda; las valientes modelos retienen las lágrimas
al pensar en los millones de judíos y serbios asesinados por Hitler. El fotógrafo mantiene firme el pulso mientras reflexiona
sobre los mujiks despachados por Stalin. Subieron y bajaron las faldas. Los pechos se estilaron y pasaron de moda, cambió el largo del pelo.
Pero el camino que serpentea en el desfiladero está cubierto de nieve y el río fluye bajo el hielo. Los esquiadores se mueven, como los secretos,
entre los árboles del bosque aprisionados en cristal. El día forma una fabulosa jaula de frío alrededor de mi cara. Cada vez que respiro escucho algo quebrándose.
Fotogramas: Blow up de M. Antonioni; La tierra de Aleksander Dovzhenko, Montaña en sombra Lois Patiño
Tłum. Ada Trzeciakowska
Mroczna przystań. XXX
Wąwozem biegnie droga, Przy drodze rzeka, a obok las. Jeśli jest coś ponadto, nie zauważyłem.
Mimo wszystko można powiedzieć, że było to Wspaniałe stulecie, przynajmniej dla mody; Brawura z jaką modelki tłumiły łzy
Myśląc o milionach Żydów i Serbów Zabitych przez Hitlera, z którą fotograf Trzymał aparat bez poruszenia, rozmyślając
O mużykach, którymi zaopiekował się Stalin. Z którą spódnice się podnosiły i obniżały; piersi Obnażały i chowały; a włosy rosły i skracały się.
Lecz drogę wijącą się wąwozem Pokrywa śnieg, a rzeka płynie Skuta lodem. Narciarze posuwają się szusami
Jak sekrety wśród lasu kryształowych drzew. Dzień wykuł mi z mrozu baśniową klatkę wokół Twarzy. Gdy biorę oddech, słyszę trzask rys.
dark harbour
There is a road through the canyon, A river beside the road, a forest. If there is more, I haven’t seen it yet.
Still, it is possible to say this has been An amazing century for fashion if for nothing else; The way brave models held back their tears
When thinking of the millions of Jews and Serbs That Hitler killed, and how the photographer Steadied his hand when he considered
The Muzhiks that Stalin took care of. The way skirts went up and down; how breasts Were in, then out; and the long and the short of hair.
But the road that winds through the canyon Is covered with snow, and the river flows Under the ice. Cross-country skiers are moving
Like secrets between the trees of the glassed-in forest. The day has made a fabulous cage of cold around My face. Whenever I take a breath I hear cracking.
Discurso con motivo de la concesión del Premio de Literatura de la ciudad de Bremen
Accesible, próxima y no perdida permaneció, en medio de todas las pérdidas, sólo una cosa: la lengua. Sí, la lengua no se perdió a pesar de todo. Pero tuvo que pasar entonces a través de la propia falta de respuesta, a través de un terrible enmudecimiento, pasar a través de las múltiples tinieblas del discurso mortífero. Pasó a través y no tuvo palabras para lo que sucedió; pero pasó a través de lo sucedido. Pasó a través y pudo volver a la luz del día, «enriquecida» por todo ello. En esa lengua he intentado yo escribir poemas en aquellos años y en los posteriores: para hablar, para orientarme, para averiguar dónde me encontraba y a dónde ir, para proyectarme una realidad. Era, como ven, acontecimiento, movimiento, estar de camino, era el intento de encontrar una dirección. Y cuando pregunto por su sentido tengo que reconocer que en esta cuestión también tiene algo que decir la cuestión del sentido de las agujas del reloj. Pues el poema no es intemporal. Por supuesto encierra una pretensión de infinitud, intenta pasar a través del tiempo: a través de él, no por encima de él. Puesto que es una manifestación del lenguaje y por tanto esencialmente dialógico, el poema puede ser una botella de mensaje lanzada con la confianza -ciertamente no siempre muy esperanzadora- de que pueda ser arrojada a tierra en algún lugar y en algún momento, tal vez a la tierra del corazón. De igual forma, los poemas están de camino: rumbo hacia algo. ¿Hacia qué? Hacia algo abierto, ocupable, tal vez hacia un tú asequible, hacia una realidad asequible a la palabra. Tales realidades son las que tienen relevancia para el poema. Y creo que reflexiones como ésta no sólo acompañan mis propios esfuerzos, sino también los de otros poetas de las nuevas generaciones. Son los esfuerzos de aquel a quien sobrevuelan estrellas, obra del hombre, y que: sin amparo, en un sentido inimaginable hasta ahora, terriblemente al descubierto, va con su existencia al lenguaje, herido de realidad y buscando realidad.
przemowa w podziękowaniu za nagrodę literacką miasta bremen (1958)
Dostępna, bliska i nie utracona, pośród wszystkich strat przetrwała tylko jedna rzecz: język. Tak, mimo wszystko język nie zaginął. Musiał przejść jednak przez własny brak odpowiedzi, przez straszliwą utratę głosu, przejść przez rozmaite ciemności i mrok śmiercionośnej mowy. Przeszedł i zabrakło mu słów by wyrazić, co się stało, lecz, mimo wszystko przeszedł. Przeszedł przez to i mógł powrócić do jasności dnia «bogatszy» o to co przeżył. W tym języku próbowałem pisać wiersze w tamtych i następnych latach: aby mówić, aby rozeznać się, aby ustalić, gdzie jestem i dokąd mam zmierzać, aby nakreślić sobie rzeczywistość. Było to, jak widać, działanie, ruch, bycie w drodze, była to próba znalezienia kierunku. A kiedy pytam o to jaki przybrała kurs, muszę przyznać, że kwestia kierunku ruchu wskazówek zegara również ma coś do powiedzenia w tej sprawie. Wiersz nie pozostaje bowiem poza czasem. Oczywiście kryje w sobie dążenie do nieskończoności, próbuje przejść poprzez czas: przez niego, a nie ponad nim. Ponieważ wiersz jest zjawiskiem językowym, a więc zasadniczo dialogowym, może stać się butelką z listem, rzuconą z ufnością – nie zawsze zresztą dającą nadzieję – że gdzieś i kiedyś zostanie wyrzucona na brzeg, być może docierając któregoś dnia do krainy serca. W ten sam sposób wiersze są w drodze: zmierzają ku czemuś. Ku czemu? W stronę czegoś otwartego, możliwego do zajęcia, być może w stronę osiągalnego «ty», w stronę rzeczywistości osiągalnej dla słowa. To właśnie takie wymiary rzeczywistości są istotne dla wiersza. I sądzę, że refleksje tego rodzaju towarzyszą nie tylko moim własnym wysiłkom, ale także innym poetom nowych pokoleń. To wysiłek człowieka, nad którym krążą gwiazdy, dzieło tego, kto, pozbawiony schronienia, w sensie dotąd niewyobrażalnym, straszliwie obnażony, zmierza swoim istnieniem do języka, raniony rzeczywistością i jej poszukujący.
Transl. Pierre Joris
Bremen Prize acceptance speech (1958)
Only one thing remained reachable, close and secure amid all losses: language. Yes, language. In spite of everything, it remained secure against loss. But it had to go through its own lack of an swers, through terrifying silence, through the thousand darknesses of murderous speech. It went through. It gave me no words for what was happening, but went through it. Went through and could resurface, ‘enriched’ by it all. In this language I tried, during those years and the years after, to write poems: in order to speak, to orient myself, to find out where I was, where I was going, to chart my reality. It meant movement, you see, something happening, being on the way, an attempt to find a direction. Whenever I ask about the sense of it, I remind myself that this implies the question as to which sense is clockwise. For the poem does not stand outside time. True, it claims the infinite and tries to reach across time-but across, not above. A poem, being an instance of language, hence essentially dialogue, may be a letter in a bottle thrown out to sea with the-surely not always strong-hope that it may somehow wash up somewhere, perhaps on a shoreline of the heart. In this way, too, poems are on the way: they are headed toward. Toward what? Toward something open, inhabitable, an approachable you, perhaps, an approachable reality. Such realities are, I think, at stake in the poem. I also believe that this kind of thinking accompanies not only my own efforts, but those of other, younger poets. Efforts of those who, with man-made stars flying overhead, unsheltered even by the traditional tent of the sky, exposed in an unsuspected, terrifying way, carry their existence into language, racked by reality and in search of it.
Frente a mí ese rostro lunar. Nariz de plata, pájaros en la frente.
¿Pájaros en la frente?
Y luego hay rojo y todo lo que la tierra olvida. Humedad con poderes de fuego floreciendo tras las negras pestañas. Un rostro en la pared. Detrás del muro, más allá de toda voluntad, más lejos todavía que mirar y callar: ¿qué?
¿Siempre hay algo que romper, abolir o temer? ¿Y al otro lado? ¿Al revés?
Vuela la mano, nace la línea, vibrante destino, negro destino. Por un instante la melodía es clara, parece eterna la tarde, purísima la sombra del cielo.
Vuelvo otra vez. Pregunto. Tal vez ese silencio dice algo, es una inmensa letra que nos nombra y contiene en su aire profundo. Tal vez la muerte detrás de esa sonrisa sea amor, un gigantesco amor en cuyo centro ardemos.
Tal vez el otro lado existe y es también la mirada y todo esto es lo otro y aquello esto y somos una forma que cambia con la luz hasta ser sólo luz, sólo sombra.
Máscara del dios Inti
Tłum. Ada Trzeciakowska
MASKA JAKIEGOŚ BOGA
Na wprost mnie lunarna twarz. Srebrzysty nos, na czole ptaki.
Na czole ptaki?
A potem czerwień i wszystko, o czym zapomina ziemia. Wilgoć z potęgą ognia kwitnąca za czarnymi rzęsami. Twarz na ścianie. Za murem, poza wszelką wolą, dalej jeszcze niż spojrzenie i milczenie: co?
Zawsze jest coś, co trzeba przełamać, obalić, czego się lękać? A po drugiej stronie? Na odwrót?
Ręka leci, rodzi się linia, wibrujący los, czarny los. Przez chwilę melodia jest wyraźna, wieczór wydaje się wieczny, cień nieba najczystszy.
Wracam raz jeszcze. Pytam. Może ta cisza mówi coś, jest ogromną literą, która określa nas i zawiera w głębi swego powietrza. Może śmierć, skryta za tym uśmiechem to miłość, gigantyczna miłość w sercu której płoniemy.
Może druga strona istnieje i istnieje też spojrzenie i to wszystko jest tym drugim a tamto tym a my jesteśmy formą zmieniająca się ze światłem aż staniemy się światłem ledwie, ledwie cieniem.
Recomiendo la lectura este artículo: «La cantidad de personas expulsadas de sus hogares por la guerra, la miseria o el caos político asciende a 84 millones en todo el mundo, el doble que hace una década. Y de acuerdo con las Naciones Unidas, 274 millones de personas necesitarán ayuda humanitaria en 2022, más de cuatro veces la cifra de hace una década».
Trad. Ada Trzeciakowska
Tan poco
Nuestros pobres muertos nos miran con sus ojos vacíos ven todo lo que aún nos va a pasar mas ni siquiera ellos nos pueden ayudar ni tampoco advertir si de la guerra, y de la paz
tan poco hemos aprendido
Niewiele
Nasi biedni zmarli patrzą na nas swoimi pustymi oczami widzą wszystko, co nas jeszcze spotka – lecz nawet oni nie mogą nam pomóc ani nas ostrzec skoro i wojna, i pokój
gris escarcha del susurro, fósil de la desesperación. Quién oirá el silente salmo de la tierra, voces mudas de los planetas llamándose, despedidas de las galaxias. Soles negros se van hundiendo en sí mismos en un silencio
inhumano.
Punto magnético (1996)
Fotograma de Melancolía de Lars von Trier
Szron
szary szron szeptu, skamielina rozpaczy. Kto dosłyszy cichnący psalm ziemi, nieme nawolywanie się planet, pożegnania galatyk. Czarne słońca zapadają się w siebie w nieludzkim
las órbitas de los soles, del corazón, el bello-silbante en vano. Las muertes y todo lo nacido de ellas. La cadena de las estirpes, que yace aquí enterrada y aquí todavía pende, en el éter, abismos lindando. De todos los rostros escritura donde se incrustó silbante arena de palabra – algo minúsculo, eterno, sílabas.
Todo, lo más pesado incluso, era vuelo, nada lo retuvo.
Fotografía de Katia Chausheva
Tłum. Ryszard Krynicki
les globes
W zatraconych oczach – czytaj w nich:
orbity słońc, serc, szumiąco-piękna nadaremność. Śmierci i wszystko co z nich zrodzone. Łańcuch pokoleń, który leży tu pogrzebany i który jeszcze tu wisi, w eterze, okalając przepaści. Pismo tych wszystkich twarzy, w jakie, świszcząc, wwiercał się piasek słów – krótkowieczność, sylaby.
Wszystko, nawet najcięższe, było ulotne, nic nie chciało się zatrzymać.
Transl. Pierre Joris
les globes
In the muddled eyes—read there:
the sun’s, the heart’s ecliptics, the gorgeously whizzing Fornothing. The deaths and everything they gave birth to. The generation-chain, that lies buried here and that still hangs here, in the ether, edging the abysses. All the faces’ writing, into which whirring wordsand drilled—Mini-eternal, syllables.
Everything, even the heaviest, was fledged, nothing held back.
LES GLOBES
In den verfahrenen Augen – lies da:
die Sonnen-, die Herzbahnen, das sausend- -schöne Umsonst. Die Tode und alles aus ihnen Geborene. Die Geschlechterkette, die hier bestattet liegt und die hier noch hängt, im Äther, Abgründe säumend. Aller Gesichter Schrift, in die sich schwirrender Wortsand gebohrt – Kleinewiges, Silben.
Alles, das Schwerste noch, war flügge, nichts hielt zurück.
Existe el sueño de mi lengua que habla un idioma irrecordable -palabras que concilian el sueño de las palabras una vez pronunciadas-.
También existe el sueño de un instante oculto en el interior del siguiente que alarga la noche, y el sueño con el que duerme la ventana que convierte en cristal el alto sueño de los árboles.
El sueño de las novelas cuando son leídas es insonoro como el sueño de los vestidos en el cálido cuerpo de las mujeres. Y el sueño de los truenos que acumulan polvo en días de sol y el sueño de las cenizas una vez apagado el fuego.
El viento si se queda dormido llena el cielo. El largo sueño del aire queda encerrado en los pulmones de los muertos. Existe el sueño de una habitación con alguien dentro. Incluso es posible que la luna concilie el sueño de madera.
Y existe el sueño que exige que me acueste y deslice dentro de la oscuridad que se acerca como otra piel en la que nunca me encontrarán fuera de la cual jamás resurgiré.
Fotografías de René Groebli (1927, Suiza)
Tłum. Agnieszka Kołakowska
SEN
Jednym ze snów jest sen, w który zapada mój język mówiący nieznaną mową – słowami, które zaraz zasypiają snem słów.
Jest też sen śpiącej chwili ukrytej w chwili następnej, przeciągającej noc. I sen, jakim śpi okno, przemieniający w szkło wysoki sen śpiących drzew.
Jest sen, w który zapada powieść, gdy się ją czyta, bezgłośny jak sen sukienki na ciepłym ciele kobiety. Sen grzmotów pokrytych kurzem podczas słonecznych dni. I sen, jakim śpi popiół po czymś, co dawno wygasło.
Sen, w jaki wiatr zapada, wypełnia czasem niebo. Jest długi sen powietrza śpiącego w płucach zmarłych. I sen, jakim śpi pokój, kiedy ktoś w nim oddycha. Jest nawet sen księżyca śpiącego snem drewnianym.
Lecz jest jeszcze inny sen – który mi rozkazuje, bym się położył i wślizgnął w ogarniającą mnie ciemność jak gdyby w drugą skórę, z której nigdy nie wyjdę i w której nikt mnie nie znajdzie.
The sleep
There is the sleep of my tongue speaking a language I can never remember— words that enter the sleep of words once they are spoken.
There is the sleep of one moment inside the next, lengthening the night, and the sleep of the window turning the tall sleep of trees into glass.
The sleep of novels as they are read is soundless like the sleep of dresses on the warm bodies of women. And the sleep of thunder gathering dust on the sunny days and the sleep of ashes long after.
The sleep of wind has been known to fill the sky. The long sleep of air locked in the lungs of the dead. The sleep of a room with someone inside it. Even the wooden sleep of the moon is possible
And there is the sleep that demands I lie down and be fitted to the dark that comes upon me like another skin in which I shall never be found, out of which I shall never appear.
Prisionero por la ventana Otro mundo se gana Un mundo donde imitan a la perfección Lo bello el bien la verdad Las pasiones ardiendo Y la felicidad y tu prisión Breve espacio…
Pero tus deseos tienen el color del viento
Collage propio
Tłum. Adam Ważyk
Jeszcze dalej
Wychodzi się przez okno Więźniu przez okno Dociera się do innego świata Gdzie doskonale naśladują Piękno dobro prawdę Płomienne namiętności I szczęście i twoje więzienie Krótką przestrzeń
Ale twoje pragnienia mają kolor wiatru
PLUS LOIN
C’est par la fenêtre que l’on sort
Prisonnier c’est par la fenêtre Que l’on gagne un autre monde Un monde où l’on imite à la perfection Le beau le bien la vérité Les passions ardentes Et le bonheur et ta prison Bref espace …
Morir ahí hermosa pavesa morir ahí ver las nubes fundirse como la nieve y el eco orígenes del sol y del blanco pobres como Job no morir aún y ver durar la sombra nacer con el fuego y no morir abrazar y besar amor fugaz el cielo sin brillo ganar las alturas abandonar la orilla y quién sabe descubrir lo que amo omitir transmitir mi nombre a los años reír en las horas tormentosas dormir al pie de un pino gracias a las estrellas semejantes a un número y morir lo que amo a orillas de las llamas.
Fotografía de Robert Doisneau
Tłum. Adam Ważyk
BEZOKOLICZNIK
Umrzeć tu piękny płomyku tu umrzeć widzieć obłoki tające jak śnieg i jak echo początki słońca i bieli ubogie jak Hiob jeszcze nie umrzeć i widzieć trwanie ciemności rodzić się z ogniem i jeszcze nie umrzeć uściskać miłość spłoszoną objąć matowe niebo wznieść się wysoko odpłynąć od brzegu kto wie czy nie odkryć co kocham zapomnieć przekazać swoje imię przyszłości śmiać się do burzy usypiać pod sosną w łasce u gwiazd ułożonych w cyfrę i umrzeć co kocham na brzegu płomieni
Infinitif
Y mourir ô belle flammèche y mourir voir les nuages fondre comme la neige et l’écho origines du soleil et du blanc pauvres comme Job ne pas mourir encore et voir durer l’ombre naître avec le feu et ne pas mourir étreindre et embrasser amour fugace le ciel mat gagner les hauteurs abandonner le bord et qui sait découvrir ce que j’aime omettre de transmettre mon nom aux années rire aux heures orageuses dormir au pied d’un pin grâce aux étoiles semblables à un numéro et mourir ce que j’aime au bord des flammes.
es fría la luz de la memoria lo apenas entrevisto brilla con insistencia gira buscando el casco de botella o el charco de lluvia
tras cualquier puerta que se abre está la luna tan grande y plana tan fuera de lugar como si de un cuadro se tratara óleo sobre el papel endurecido por el tiempo
así cayeron en la mente formas y colores casualidades azar que anuda sombras vuelcos en la negra marmita donde a borbotones se cuecen gozo y espanto
crece el yeso de un cielo mil veces lastimado mil veces blanqueado se borra el mundo y se vuelve a escribir hasta el último aliento
sólo esto eternidad aparente mísera astilla de luz en la entraña del animal que apenas estuvo
Fotos propias
Tłum. Ada Trzeciakowska
Zimne jest światło
zimne jest światło pamięci to, co ledwo dostrzegalne, lśni z uporem kręci się w poszukiwaniu szkła butelki albo kałuży deszczu
za każdymi otwierającymi się drzwiami jest księżyc taki duży i płaski tak nie na miejscu jakby był olejnym obrazem na papierze utwardzonym przez czas
tak powpadały do umysłu formy i kolory przypadki ślepy traf, który wiąże cienie fikołek w czarnym kotle gdzie bulgocząc wrą błogość i groza
rośnie tynk nieba tysiąc razy uszkodzonego tysiąc razy pobielonego świat wymazuje się i pisze na nowo aż do ostatniego tchnienia
tylko to pozorna wieczność żałosna drzazga światła w brzuchu zwierzęcia które ledwie było
Querido: Porque ni lo pensé, hoy, el día anterior –el año pasado también fue así–, llegó tu postal, en vuelo directo a mi corazón, sí, es así, te quiero, en aquel entonces jamás lo dije. He vuelto a sentir la amapola, profunda, muy profundamente, tu magia ha sido tan maravillosa, jamás podré olvidarlo. A veces lo único que quisiera es irme y llegar a París, sentir que tocas mis manos, que me tocas entera con flores, y después otra vez no saber de dónde vienes y adónde vas. Para mí eres de la India, o de un país aun más lejano, oscuro, marrón; para mí eres desierto y mar y todo lo que es misterio. Sigo sin saber nada de ti y por eso muchas veces tengo miedo por ti, no puedo imaginarme que tú debas hacer lo que los otros hacemos aquí, yo debería tener un castillo para nosotros y traerte conmigo, para que puedas ser allí mi señor encantado, tendremos muchas alfombras allí y música, e inventaremos el amor. He estado pensando mucho. “Corona” es tu poema más bello, es la anticipación perfecta de un instante donde todo se vuelve mármol y es para siempre. Pero para mí aquí no será “tiempo”. Tengo hambre de algo que no me darán, todo es chato y flojo, está cansado y gastado antes del uso. Para mediados de agosto quiero estar en París, un par de días solamente. No me preguntes por qué, para qué, pero quiero que estés para mí, una noche o dos, tres… Llévame al Sena, vamos a mirar y mirar bien adentro hasta que nos hayamos vuelto pececitos y nos reconozcamos. Ingeborg
9 Paul Celan a Ingeborg Bachmann,
31, Rue des Ecoles París, 20 de agosto de 1949
Mi querida Ingeborg: Así que vienes recién dentro de dos meses… ¿por qué? No lo dices, tampoco dices por cuánto tiempo, no dices si recibirás la beca. Mientras tanto, propones, podemos “intercambiar cartas”. ¿Sabes, Ingeborg, por qué te escribí tan poco durante este último año? No sólo porque París me empujó a un silencio terrible del que no podía salir, sino también porque no sabía qué piensas sobre aquellas pocas semanas en Viena. ¿Qué podía inferir de tus primeras líneas, Ingeborg, garrapateadas al vuelo? Tal vez me equivoco, tal vez lo que sucede es que nos esquivamos justo allí donde tanto quisiéramos encontrarnos, tal vez la culpa sea de los dos. Sólo que a veces me digo que mi silencio tal vez es más entendible que el tuyo, porque la oscuridad que me lo impone es más vieja. Las grandes decisiones uno siempre tiene que tomarlas solo, lo sabes. Cuando llegó aquella carta en la que me preguntabas si debías elegir París o Estados Unidos, me hubiera gustado decirte lo mucho que me alegraría que vinieras. ¿Puedes entender, Ingeborg, por qué no lo hice? Me dije que si realmente te importara algo (es decir, más que algo) vivir en la ciudad en la que también vivo yo, no me hubieras pedido consejo, al contrario. Ha pasado un largo año, un año en el que seguramente te ha ocurrido más de una cosa. Pero no me dices cuán lejos han quedado nuestros propios mayo y junio detrás de este año… ¿Cuán lejos o cuán cerca estás, Ingeborg? Dímelo, para que yo sepa si cierras los ojos si ahora te beso. Paul
de Tiempo del corazón. Correspondencia. Ingeborg Bachmann Paul Celan. (FCE, 2012)
Fotograma de Los soñados (docuficción) recreación de la correspondencia entre Ingeborg y Paul Celan, película de Ruth Beckermann (2016)
Tłum. Małgorzata Łukasiewicz
7 Ingeborg Bachmann do Paula Celana,
Wiedeń, 24 czerwca 1949
Miły Mój, nawet o tym nie myślałam i dlatego dziś, w przeddzień – w zeszłym roku było przecież tak samo – przyfrunęła Twoja kartka i trafiła mnie w samo serce, tak właśnie jest, kocham Cię, nigdy tego wtedy nie powiedziałam. Znowu czułam mak, głęboko, bardzo głęboko, Twoje czary tak cudownie działały, nie potrafię tego nigdy zapomnieć. Czasem chciałabym po prostu ruszyć w drogę i dotrzeć do Paryża, poczuć, jak dotykasz moich rąk, jak całej mnie dotykasz kwiatami, i znów nie wiedzieć, skąd przychodzisz i dokąd idziesz. Dla mnie jesteś z Indii albo z jakiegoś jeszcze dalszego, mrocznego, brunatnego kraju, dla mnie jesteś pustynią i morzem, i wszystkim, co jest tajemnicą. Wciąż jeszcze nic o Tobie nie wiem i dlatego często boję się o siebie, nie umiem sobie wyobrazić, że miałbyś robić coś, co my, inni, tu robimy, powinnam mieć dla nas zamek i sprowadzić Cię do siebie, żebyś był w tym zamku moim zaczarowanym władcą, będziemy tam mieć mnóstwo dywanów i muzykę, i odkryjemy miłość. Często się zastanawiałam, Corona to Twój najpiękniejszy wiersz, najdoskonalsze przeczucie chwili, kiedy wszystko staje się marmurem i jest na zawsze. Ale dla mnie tu nie nastał „czas”. Łaknę czegoś, czego nie dostanę, wszystko jest płaskie i mdłe, martwe i zużyte, nim jeszcze zostało użyte. W połowie sierpnia będę w Paryżu, tylko na parę dni. Nie pytaj mnie dlaczego, po co, ale bądź dla mnie, przez jeden wieczór, albo dwa, trzy.. Zaprowadź mnie nad Sekwanę, będziemy się wpatrywać w wodę, tak długo, aż staniemy się małymi rybkami i znowu się rozpoznamy. Ingeborg
9 Paul Celan do Ingeborg Bachrnann
31, Rue des Ecoles Paryż, 20 sierpnia 1949
Droga moja Ingeborg, przyjedziesz więc dopiero za dwa miesiące – dlaczego? Nie mówisz, nie mówisz też, na jak długo, nie mówisz, czy dostałaś stypendium. Tymczasem możemy przecież, jak proponujesz, „wymieniać listy” Czy Ty wiesz, dlaczego przez ten ostatni rok tak rzadko pisałem? Nie tylko dlatego, że Paryż wtrącił mnie w straszliwe milczenie, z którego nie mogę się wydobyć, ale także dlatego, że nie wiedziałem, co myślisz o tych krótkich tygodniach w Wiedniu. Co mogłem wywnioskować z Twoich pierwszych, pobieżnie skreślonych linijek, Ingeborg? Może się łudzę, może jest tak, że rozmijamy się akurat wtedy, kiedy tak bardzo chcielibyśmy się spotkać, może wina leży po obu stronach. Tylko czasem powiadam sobie, że moje milczenie jest może bardziej zrozumiale niż Twoje, bo mrok, który mi je narzuca, jest starszy. Wiesz: wielkie decyzje trzeba zawsze podejmować samemu. Gdy przyszedł tamten list, w którym pytałaś, czy masz wybrać Paryż, czy Stany Zjednoczone, miałem chęć Ci powiedzieć, jak bardzo bym się cieszył, gdybyś przyjechała. Czy potrafisz zrozumieć, Ingeborg, dlaczego tego nie zrobiłem? Powiedziałem sobie, że gdyby naprawdę zależało Ci trochę (to jest więcej niż trochę) na tym, żeby mieszkać w mieście, w którym i ja mieszkam, nie pytałabyś mnie o radę, przeciwnie. Minął długi rok, rok, w którym z pewnością niejedno Ci się zdarzyło. Ale nie mówisz mi, jak daleko w tyle za tym rokiem leży nasz własny maj i czerwiec. Jak daleko i jak blisko jesteś, Ingeborg? Powiedz mi, żebym wiedział, czy zamykasz oczy, kiedy Cię teraz całuję. Paul
Z Czas serca. Ingeborg Bachmann, Paul Celan. Listy (A5, 2010)
Hrabal trabajó durante una época en una planta de reciclaje de papel de libros censurados. Además, sus obras también fueron censurados por el régimen comunista.
Trad. Monika Zgustová
Una soledad demasiado ruidosa
Trabajé hasta bien entrada la noche y me refrescaba sacando la cabeza por el patio interior, y a través de aquella chimenea de cinco pisos miraba, como el joven Kant, un fragmento del cielo estrellado; después, tomando el asa de la jarra, a cuatro patas y con paso inseguro, subía la escalera y, tambaleándome, me dirigía a la taberna, compraba cerveza y volvía a bajar a tres patas a mi madriguera donde, sobre la mesa, a la luz de la bombilla, tenía abierto el libro Teoría general del cielo de Immanuel Kant… En el silencio de la noche, cuando los sentidos reposan calmados, habla un espíritu inmortal en un lenguaje difícil de designar, compuesto de conceptos, que es posible comprender pero imposible describir… Estas frases me afectaron de tal manera que me fui corriendo a sacar la cabeza al patio abierto para mirar el fragmento de cielo estrellado y sólo después continué cargando el papel asqueroso a la prensa con una horca, un papel lleno de familias de ratitas envueltas en una especie de algodón, de telaraña; de hecho los que trabajan con papel viejo no son humanos, de la misma manera que tampoco lo es el cielo, yo ya sé que alguien lo tiene que hacer, pero en el fondo mi trabajo se reduce a una matanza de inocentes, tal como la pintó Pieter Brueghel, la semana pasada envolví todas las balas con la reproducción de ese cuadro, hoy, en cambio, me iluminaba el amarillo y el dorado de los Girasoles de Van Gogh, de sus círculos y sus puntos, y este resplandor acrecentaba mi sentido de lo trágico. Así trabajaba, adornando las pequeñas tumbas de los ratoncitos, y de vez en cuando me iba a leer un fragmento de la Teoría general del cielo, cada vez tomaba una frase y la saboreaba como si fuese un caramelo de menta. Me inundaba la grandeza desmesurada y la infinita pluralidad, me invadía la belleza, la belleza caía sobre mí como un riego, de todos lados, el cielo visto a través del agujero del patio interior encima de mi cabeza, los combates y las guerras de dos clanes de ratas en las alcantarillas bajo mis pies, ante mí, en fila india, como un tren de veinte vagones, veinte paquetes iluminados por el centelleo de los girasoles; la máquina con su gran fuerza horizontal chafaba los ratoncitos silenciosos que no decían ni pío, como cuando les agarra un gato cruel y juega con ellos, y es que la misericordiosa naturaleza ha inventado el horror, es el horror que hace fundir los plomos, él, más fuerte que el dolor, envuelve a quien visita en el momento de la verdad. Todo eso me dejaba admiradísimo, súbitamente me sentí santificado, embellecido por dentro, por haber tenido el valor de soportarlo, por no haber perdido el juicio entre todas las cosas que veía y experimentaba en cuerpo y alma, aquí, en mi soledad demasiado ruidosa, me daba cuenta con estupefacción que este trabajo me había introducido en el campo infinito de la omnipotencia. Sobre mi cabeza brillaba una bombilla, los botones verde y rojo ponían en movimiento el cilindro de la prensa, hala, hala, ahora voy, ahora vuelvo, y yo, al fin y a la postre, llegué al pie de la montaña, tuve que coger una pala y, al igual que los excavadores de zanjas, ayudarme con una rodilla para poder vencer el papel convertido en una especie de arcilla. La última pala llena de aquella materia pegajosa y húmeda; me sentía como un limpiador de alcantarillas, trabajando en el profundo abismo de una cloaca abandonada. Deposité allí la Teoría general del cielo, abierta; até el paquete con alambres, el botón rojo interrumpió la presión y soltó el paquete hecho; lo arrastré a la cola, a la fila de sus compañeros gemelos, me senté en un peldaño, mis manos colgaban sobre el suelo de cemento mientras veintiún girasoles iluminaban la sombría penumbra de mi cueva. Los ratoncitos temblaban de frío porque ya no les quedaba papel donde excavar sus escondrijos, uno de ellos se me acercó y me atacó, un pequeño ratoncito se lanzaba contra mí, incorporado sobre sus patas traseras, tal vez me quería morder o echarme al suelo, o sólo hacerme un poco de daño, con toda la fuerza de su cuerpecito saltaba y me mordía la húmeda suela de los zapatos, yo rehusaba suavemente sus ataques, pero en vano, hasta que al final no pudo más, jadeando se retiró a un rincón para mirarme fijamente, directamente a los ojos; temblando como una hoja comprendí que en aquellos ojos de ratoncito había algo más que el cielo estrellado sobre mi cabeza y la ley moral en mi interior. Como un relámpago se me apareció Arthur Schopenhauer afirmando que la más elevada de las leyes es el amor y el amor es compasión, comprendí por qué Arthur odiaba tanto al forzudo de Hegel y me alegré de que ni Hegel ni Schopenhauer hubieran sido comandantes de dos ejércitos adversarios: estaba seguro de que aquellos dos habrían sido tan despiadados como los dos clanes de ratas en las alcantarillas del subsuelo de Praga. Por la noche me eché en la cama, medio muerto, bajo el baldaquín que soportaba dos toneladas de libros; en las tinieblas de mi habitación escasamente iluminada por los faroles de la calle distinguía los lomos de los libros y me parecía percibir en el silencio el roer de los pequeños dientes de los ratoncitos, de encima de mi cabeza me llegaba aquel sonido que me llenaba de pánico, me parecía oír el tictac de una bomba, y si había ratoncitos, se trataba sin duda de todo un nido, los nidos se convertirían en villorrios, los villorrios en pueblos y, de acuerdo con la progresión geométrica, al cabo de un año ese nido se convertiría en toda una ciudad de ratoncitos, que roerían tan bien y con tanta aplicación las vigas del baldaquín que pronto bastaría con hacer un gesto imprudente o emitir un sonido para que las dos toneladas de libros se desmoronasen sobre mí; ésa sería su venganza por haberlos prensado.
Película de 2007, adaptación del libro por Genevieve Anderson
1 Fotografía de Josef Koudelka; 2-4 Bohumil Hrabal
Tłum. Piotr Godlewski
Zbyt głośna samotność
Pracowałem do nocy i żeby się odświeżyć, wychodziłem do szybu wentylacyjnego i przez studnię pięciu pięter patrzyłem na skrawek gwiaździstego nieba jak młody Kant, a następnie na czworakach, dzierżąc ucho pustego dzbana, wytaczałem się do tylnego wyjścia i zataczając się szedłem po piwo, aby potem znów podpierając się ręką zejść tyłem ze schodów do piwnicy, jakbym schodził z góry po drabinie, i na stoliku pod świecącą żarówką miałem otwartą Teorię nieba, paczki stały przy windzie na baczność, a dziś napocząłem setkę mokrych i przemoczonych wielkich reprodukcji Słoneczników Vincenta van Gogha, więc boki każdej paczki jaśniały złocistym i pomarańczowym słonecznikiem na błękitnym tle, tak więc zmniejszał się smród sprasowanych myszek i ich gniazd, i starego, rozpadającego się papieru, suwak prasy poruszał się tam i z powrotem, gdy wciskałem to zielony, to czerwony guzik, w przerwach piłem piwo i do tego czytałem Teorię nieba Immanuela Kanta, o tym, że w ciszy, w powszechnej ciszy nocy oraz w spokoju zmysłów duch nieśmiertelny mówi nienazwanym językiem o pojęciach, które można wprawdzie zrozumieć, lecz nie opisać… I te zdania szokowały mnie tak, że wybiegałem do szybu wentylacyjnego i patrzyłem w górę na gwiaździsty wycinek nieba, a następnie nadal ciskałem widłami do koryta ohydny papier z mysimi rodzinami owiniętymi w taką ligninkę, taką watkę, lecz ten, kto pakuje stary papier, nie jest humanitarny, podobnie jak niebiosa, w gruncie rzeczy to, co robiłem, ktoś tę pracę musiał wykonać, ta praca była rzezią niewiniątek, tak jak to namalował Pieter Breughel, w tę reprodukcję owijałem wszystkie paczki w zeszłym tygodniu, ale dzisiaj jaśniały mi kręgi i tarcze złotej i żółtej barwy, Słoneczniki van Gogha, które wzmagały tylko poczucie tragedii. Tak więc pracowałem i ozdabiałem grobeczki myszek, a przy tym odbiegałem na bok i czytałem z Teorii nieba, jedno tylko zdanko brałem zawsze do ust jak ślazowy cukierek, tak więc byłem przy pracy napełniony niezmierną wielkością i nieskończoną mnogością, i pięknem, które tryskało na mnie ze wszystkich stron, gwiaździste niebo dziurawego szybu wentylacyjnego nade mną, wojna i bitwy dwóch szczurzych klanów we wszystkich kanałach i ściekach miasta stołecznego Pragi pode mną, dwadzieścia paczek ustawionych równo jak pociąg o dwudziestu wagonach zwrócony w stronę windy, a wszystkie obrócone ku mnie ściany paczek były rozświetlone lampami słoneczników, pełne koryto prasy, ściskane siłą poziomej śruby, zgniatało ciche myszki, które nie wydały nawet głosiku, tak samo jak gdy myszkę złapie i igra z nią okrutny kocur, tak oto miłosierna natura wynalazła zgrozę, w której wyłączają się bezpieczniki i zgroza silniejsza niż ból ogarnia tego, kogo nawiedzi w minucie prawdy. Wszystko to wprawiało mnie w osłupienie, nagle mnie uświęciło i wypiękniałem we własnych oczach, bowiem miałem odwagę nie oszaleć od tego wszystkiego, co w tej mojej zbyt głośnej samotności widziałem i ciałem oraz duszą osobiście zaznałem i przeżyłem, nabywałem pełnej zdumienia wiedzy, poprzez tę pracę rzucającej mnie w nieskończony obszar wszechmocy. A nade mną świeciła żarówka, czerwone i zielone guziki poruszały suwakiem prasy tam i na powrót, wreszcie dobrałem się łopatą do dna piwnicy i jak kopacze, gdy wyrzucają ziemię z wykopu, ja też musiałem pomagać sobie kolanem, by stylisko łopaty utrzymało ten papier, który przetworzył się już w jakiś margiel, w opokę. Tak więc wrzuciłem ostatnią łopatę mokrej i kleistej substancji, jakbym był kanalarzem i czyścił dno opuszczonego ścieku w podziemiach praskiej kanalizacji. Do ostatniej paczki włożyłem otwartą Teorię nieba i kiedy podwiązałem paczkę drutami, i czerwony guzik zwolnił nacisk, i wytoczyłem tę paczkę na wózek, i odwiozłem ją do tych dwudziestu pozostałych, siadłem na stopniu, ręce zwisały mi przez kolana na zimną cementową podłogę. Dwadzieścia jeden Słoneczników świeciło w ciemnej szarzyźnie piwnicy i kilka myszek, które trzęsły się z zimna, bo nigdzie nie było już papieru, jedna z tych myszek podeszła blisko i zaatakowała mnie, maleńka myszka doskakiwała do mnie na tylnych łapkach i chciała ugryźć mnie albo może przewrócić, możliwe, że chciała mnie jedynie zranić, całą siłą swego mysiego ciałka skakała i kąsała moją mokrą podeszwę, za każdym razem odsuwałem ją delikatnie, ale myszka wciąż od nowa rzucała się na moją podeszwę, aby wreszcie całkiem bez tchu przysiąść w kątku i patrzeć na mnie, patrzeć mi w oczy, i zacząłem dygotać, widziałem, że w tych mysich oczach jest w tej chwili coś więcej niż gwiaździste niebo nade mną, więcej niż prawo moralne we mnie. Uderzeniem pioruna oznajmił mi Artur Schopenhauer, że najwyższym prawem jest miłość, a ta miłość to współczucie, pojąłem, dlaczego Artur tak nienawidził głoszącego kult siły Hegla, byłem jednak zadowolony, że ani Hegel, ani Schopenhauer nie byli dowódcami wrogich armii, bo ci dwaj toczyliby wojnę dokładnie taką, jaką wiodą dwa szczurze klany we wszystkich kanałach i ściekach praskich podziemi. Dziś w nocy byłem taki zbiedzony, leżałem w poprzek łóżka pod baldachimem, nad którym belki podtrzymywały dwie tony książek, patrzyłem w półmrok wdzierający się ze skąpo oświetlonej ulicy i przez szpary między deskami widziałem grzbiety książek, a kiedy było cicho, nagle usłyszałem chrobot mysich ząbków, słyszałem, jak pracują na baldachimie nad moim łóżkiem, i z kilku książek dochodził mnie ten dźwięk, który napędzał mi strachu, jakby cykał tam stoper, a gdzie są myszki, tam gdzieś nade mną będzie też mysie gniazdo, a gdzie są gniazda, tam za kilka miesięcy powstanie mysia osada, a za pół roku wioski myszek, które w postępie geometrycznym, nim minie rok, utworzą miasteczko, zdolne podgryzać również tramy i belki tak przemyślnie, że pewnego razu – i to już wkrótce – trącę je tylko głosem, tylko nieznacznym ruchem ręki i zleci na mnie tych dwadzieścia kwintali książek, i tak myszki zgotują mi odpłatę za wszystkie paczki, w których je kiedykolwiek sprasowałem.
Sucio fue el día de la mariposa muerta. Acerquémonos a besar la hermosura reventada y sagrada de sus pétalos que iban volando libres, y esto es decirlo todo, cuando sopló la Arruga, y nada sino ese precipicio que de golpe, y únicamente nada.
Guárdela el pavimento salobre si la puede guardar, entre el aceite y el aullido de la rueda mortal. O esto es un juego que se parece a otro cuando nos echan tierra. Porque también la Arruga…
O no la guarde nadie. O no nos guarde larva, y salgamos dónde por último del miedo: a ver qué pasa, hermosa. Tú que aún duermes ahí en el lujo de tanta belleza, dinos cómo o, por lo menos, cuándo.
De Réquiem de la mariposa (2001)
Collage propio
Tłum. Ada Trzeciakowska
Requiem dla martwego motyla
Brudny był dzień martwego motyla. Podejdźmy by ucałować stłamszone i święte piękno jego płatków, które unosiły się wolne, a to tyle co powiedzieć wszystko, kiedy zdmuchnęła go Zmarszczka, i nic ponad tą przepaścią, która nagle, i wyłącznie nic.
Oszczędź jej słonawego chodnika, jeśli możesz ocal go od oleju i skowytu śmiertelnego koła. Czy to jest zabawa przypominająca inną, gdy chowają nas. Bo i Zmarszczka…
Albo niech go nikt nie ocala. Albo zachowaj dla nas larwę, i otrząśnijmy się jak? w końcu ze strachu: zobaczmy, co się stanie, piękności. Ty, który wciąż śpisz tam w luksusie nieopisanego piękna, powiedz nam jak? lub, przynajmniej, kiedy?
El arco o puente que va de tu mano a la mía cuando no se tocan, abre una flor intermedia. ¿Qué toca, qué retoca, qué trastoca ese vacío de las manos solas en su fatiga? Nace una flor, sí, se agosta en mayo como una equivocación de la lengua que se equivoca, sí. ¿Por qué este horror? En la página de nosotros mismos tu cuerpo escribe.
Tłum. Ada Trzeciakowska
koło
Pomost czy łuk prowadzący z twojej ręki do mojej kiedy się nie dotykają, otwiera między nimi kwiat. Czego dotyka, co styka, co przetyka ta próżnia rąk samotnych w swoim znużeniu? Rodzi się kwiat, o tak, marznie w maju jak jakiś błąd języka, który błądzi, właśnie tak. Skąd ta potworność? Na stronie nas samych to twoje ciało pisze.
Aquel poema La Adorable que guardaste en el bolsillo, el que rezaba: «Pienso sin cesar en nosotros, los superhombres, cómo rodamos por el mundo diciendo: Hola, soy fulano de tal, ¿y tú? hace años que te molestaste en leerlo. Pero ahora, bajo los pinos, a su luz lavanda, parece ser el momento oportuno. Polvo de una pasión, oscuro derrumbe de las imágenes página abajo: son todo lo que queda. Ella era tan bella, y el poema, creías entonces, también lo era. La lavanda se reduce a ceniza. Las nubes se van. Y ella, ¿dónde está ahora? ¿Y aquel chico que permanecía horas y horas frente a su casa, al haber entender tarde que siempre hay cosas a punto de ocurrir -justo cuando ya no sirven de nada-?
Fotos propias
Tłum. Agnieszka Kołakowska
bez tytułu
Ten wiersz Cudowna, wsunięty ci do kieszeni, Ten, co zaczynał się: Wciąż myślę o nas, nadludziach, Jak latamy po świecie, wołając: Cześć, nazywam się Zet, a ty?» – Od lat po niego nie sięgasz. Lecz teraz, w cieniu sosen, W tym lawendowym świetle, może już na to czas? Pył namiętności, ciemne strzępy obrazów na stronie- To wszystko, co zostało. A była taka piękna. I wiersz – tak ci się zdawało – nie ustępował jej. Lawenda obraca się w popiół. Znikają chmury. A ona – Co z nią się teraz dzieje? I z chłopcem, który tak długo Wystawał przed jej domem i za późno zrozumiał, Ze zawsze coś dzieje się w chwili, gdy nie ma to już znaczenia.
untitled
As for the poem The Adorable One slipped into your pocket, Which began, «I think continually about us, the superhuman, how We fly around saying, ‘Hi, I’m So-and-So, and who are you?’» It has been years since you bothered to read it. But now In this lavender light under the shade of the pines the time Seems right. The dust of a passion, the dark crumble of images Down the page are all that remain. And she was beautiful, And the poem, you thought at the time, was equally so. The lavender turns to ash. The clouds disappear. Where Is she now? And where is that boy who stood for hours Outside her house, learning too late that something is always About to happen just at the moment it serves no purpose at all?