Roberto Juarroz

1925-1995, Argentina

Quinta Poesía vertical

(en recuerdo de Alejandra Pizarnik)

54

La avalancha de los muertos,
la avalancha de los que se suicidan
por su mano o por otra,
porque vivir es un suicidio,
la avalancha de las sombras
que en vano amontonamos
en los rincones de la tierra,
la avalancha de lo que no sabemos ni pensar,
hace que cada tanto extendamos un brazo
y hagamos una señal en el vacío.

Y aunque el brazo no resiste
y se desmorona como los gestos de los tímidos,
la señal queda rodando por el aire
como un golpe de viento,
como la hilacha de un fúnebre planeta
que gira hacia algo menos que el olvido.

Sólo un desequilibrio de las cosas,
un fugaz desnivel inexplicable
permite todavía
este naufragio sin barco, sin mar y sin playa,
sin espectador, sin fondo y sin náufrago,
esta historia que nadie cuente y nadie escucha,
esta falla sin importancia del abismo.
Sólo queda la señal como un detalle.

Fotografías de Francesca Woodman

Tłum. Ada Trzeciakowska

Piąte Poezje pionowe

(pamięci Alejandry Pizarnik)

54

Lawina umarłych,
lawina tych, którzy się zabijają sami
własną lub cudzą ręką,
bo życie to samobójstwo,
lawina cieni
które na próżno składamy
w szczelinach ziemi,
lawina tego, o czym nawet myśleć nie umiemy,
sprawia, że co chwilę wyciągamy rękę
i w próżnię wysłyłamy znaki.

I chociaż ramię nie daje rady
i rozpada się jak gesty ludzi nieśmiałych,
znak krąży w powietrzu dalej
jak podmuch wiatru,
jak strzęp żałobnej planety
wirując ku czemuś mniej niż zapomnieniu.

Tylko brak równowagi wśród rzeczy,
ulotna, niewytłumaczalna nierówność
nadal zezwala na
tę morską katastrofę bez statku, bez morza i bez plaży,
bez widza, bez dna i bez rozbitka,
tę historię, której nikt nie opowiada i nikt nie słucha,
tę zapadlinę bez grozy otchłani.
Zostaje tylko znak jak drobna pamiątka.

Cristina Peri Rossi

1941, Uruguay/España

ALEJANDRA ENTRE LAS LILAS

He de morir de cosas así*
ALEJANDRA PIZARNIK
(suicidada el 27 de setiembre de 1972)

I

Quizás fuera el nombre
dulce de Alejandra
o esas lilas de los muros
soplando en la noche densa
o fuera
la nocturna cacería
de palabras deslizándose
en el vidrio
que te precipitó a la muerte
en la solitaria
duración de un grito
a medianoche
cómplice de nombres oscuros
impronunciables.

X

Después de haberte leído
los puntos y las comas
las metáforas tristes
y las niñas que llevabas
a lomos de los versos
sus pubis rosados
humedeciéndote el vestido
y los silencios
ah los silencios
esos silencios
que las niñas no hacen
porque gritaban
cuando tú las invitabas
a andar en barca
o cuando les regalabas
caballitos de juguete.

*VÉRTIGOS O CONTEMPLACIÓN DE ALGO QUE TERMINA

Esta lila se deshoja.
Desde sí misma cae
y oculta su antigua sombra.
He de morir de cosas así.

Collage a partir de un fotograma de Liberté de Albert Serra

Trad. Ada Trzeciakowska

Alejandra wśród bzów

Od czegoś takiego muszę umrzeć.*

ALEJANDRA PIZARNIK
(samobójstwo 27 września 1972)

I

Może było to
słodkie imię Alejandra
albo tamte liliowe bzy murów
które natchnęły cię gęstą nocą
czy też
nocne polowanie
na słowa prześlizgujące się
po szkle
tym co popchnęło cię ku śmierci
w samotnej
przeciągłości krzyku
o północy
wspólniczce ciemnych
niewymawialnych imion.

X

Po przeczytaniu ciebie:
te kropki i przecinki
smutne metafory
i dziewczęta, które woziłaś
na grzbiecie wersów
ich różowe łona
zraszające ci sukienkę
i ciche pauzy
ah pauzy
te pauzy
których dziewczęta nie robią
bo krzyczały
kiedy zapraszałaś je
na spacer łódką
lub gdy dawałaś im w prezencie
koniki na biegunach.

*ZAWROTY GŁOWY LUB KONTEMPLACJA CZEGOŚ, CO SIĘ KOŃCZY

Bez zrzuca płatki.
Sam od siebie odpada
i ukrywa swój prastary cień.
Od czegoś takiego muszę umrzeć.

Edward Stachura

1937-1979, Polonia

Trad. Ada Trzeciakowska

Verás

Ah, cuando ella deje de amarte:
¡Ya lo verás!
Verás la noche en medio del día,
Negro cielo en lugar de estrellas;
Lo verás todo igual
Como lo veo yo.

Y la tierra, ya lo verás,
La tierra no será más tierra:
No te querrá llevar.

Y el fuego, ya lo verás,
El fuego no será más fuego:
No podrás vadearlo.

Y el agua, ya lo verás,
El agua no será más agua:
No te refrescará.

Y el viento, ya lo verás,
El viento no será más viento:
No te calmará.

Ah, cuando ella deje de amarte:
Ya lo verás.
Verás tu propio rostro extraño,
Los ojos tan grandes que tiene el miedo;
Lo verás todo igual
Como lo veo yo.

Y todos los elementos,
Todos te maldecirán:
¡Más vale que desaparezcas sin dejar rastro!

Fotografías: René Groebli

Zobaczysz

Ach, kiedy ona cię kochać przestanie:
Zobaczysz!
Zobaczysz noc w środku dnia,
Czarne niebo zamiast gwiazd;
Zobaczysz wszystko to samo,
Co ja.

A ziemia, zobaczysz,
Ziemia to nie będzie ziemia:
Nie będzie cię nosić.

A ogień, zobaczysz,
Ogień to nie będzie ogień:
Nie będziesz w nim brodzić.

A woda, zobaczysz,
Woda to nie będzie woda:
Nie będzie cię chłodzić.

A wiatr, zobaczysz,
Wiatr to nie będzie wiatr:
Nie będzie cię koić.

Ach, kiedy ona cię kochać przestanie:
Zobaczysz!
Zobaczysz obcą własną twarz,
Jakie wielkie oczy ma strach;
Zobaczysz wszystko to samo,
Co ja.

I wszystkie żywioły,
Wszystkie będą ci złorzeczyć:
Lepiej byś przepadł bez wieści!

J.M. Coetzee

1940 – , Sudáfrica/Australia

Trad. Javier Calvo

La edad de hierro

Estoy intentando no perder el rumbo. Estoy intentando mantener la sensación de necesidad. La sensación de necesidad es lo que me impide abandonarme. Sentada aquí entre toda esta belleza, o incluso sentada en casa entre mis cosas, apenas me parece posible creer que estoy completamente rodeada de una zona de muerte y degradación. Me parece una pesadilla. Algo me oprime y me golpea desde dentro. Intento no hacer caso, pero insiste. Cedo un centímetro y me oprime más. Me rindo con gusto y la vida vuelve a ser normal. Me rindo con gusto a la normalidad. Me revuelco en ella. Pierdo la vergüenza, me vuelvo tan desvergonzada como una niña. Una falta de vergüenza que resulta vergonzosa: no la puedo olvidar, no puedo soportar el recuerdo. Por eso tengo que mantener el control y no apartarme del camino de otra forma estaría perdida. ¿Lo entiende?
             Vercueil se ha inclinado sobre el volante como si tuviera problemas de vista. Él, con su vista de águila. ¿Acaso importaba que no lo entendiera?
             -Es como intentar dejar el alcohol -he insistido-. Uno lo intenta y lo intenta, lo intenta siempre, pero en el fondo sabe desde el principio que va a recaer. Y ese conocimiento íntimo alberga una vergüenza, una vergüenza tan cálida, tan privada, tan reconfortante que acaba trayendo consigo más vergüenza. Parece que no hay límite para la vergüenza que puede sentir un ser humano.
(…)
– Una vez le conté una historia sobre mi madre -he dicho finalmente, intentando hablar en tono más suave-. Sobre cómo cuando era niña se quedó en la oscuridad sin saber qué estaba pasando por encima de ella, las ruedas de la carreta o las estrellas.
             «Toda mi vida me he aferrado a esa historia. Si todos tenemos una historia que nos contamos a nosotros mismos sobre quiénes somos y de dónde venimos, entonces ésa es mi historia. Esa es la historia que elijo, o la historia que me ha elegido a mí. Es de ahí de donde vengo, es ahí donde empiezo.
             «Usted me pregunta si quiero seguir con la excursión. Si fuera posible de verdad, le sugeriría que fuéramos hasta cabo Oriental, a las montañas Outeniqua a ese parador que hay en lo alto del puerto de Prince Alfred’s. Incluso le diría: «Deje los mapas, conduzca hacia el norte y el este siguiendo el sol, yo ya reconoceré el sitio cuando lleguemos: el parador, nuestro punto de partida, el sitio del ombligo, el sitio donde me uno al mundo. Déjeme aquí, en lo alto del puerto de montaña, y váyase usted con el coche, déjeme esperando a que lleguen la noche y las estrellas y a que eche a rodar el vagón fantasmal».
             «Pero lo cierto es que, con o sin mapas, ya no puedo encontrar el lugar. ¿Por qué? Porque he perdido una parte del deseo. Hace un año o hace un mes habría sido distinto. Un deseo, tal vez el deseo más profundo que he sido capaz de tener, habría fluido de mí hacia ese único lugar en la tierra, guiándome. «Esta es mi madre», habría dicho yo, arrodillada allí. «Esto es lo que me da la vida.» Un terreno sagrado, no como una tumba, sino sagrado en el mismo sentido que el lugar de una resurrección: una resurrección eterna propiciada por la tierra.
             «Ahora el deseo, eso que también se puede llamar amor, me ha abandonado. Ya no amo a esta tierra. Así de simple. Soy como un hombre castrado. Castrado en la madurez. Intento imaginar cómo es la vida de un hombre al que le hayan hecho eso. Lo imagino viendo cosas que antes amaba, sabiendo por sus recuerdos que debería seguir amándolas, pero incapaz ya de restablecer ese amor. El amor: ¿qué era eso?, se diría a sí mismo, tanteando en su memoria en busca del antiguo sentimiento. Pero ahora lo único que encontraría sería una llanura, una quietud, una calma. Algo que yo tenía antes ha sido traicionado, pensaría, y se concentraría, intentando sentir esa traición en toda su intensidad. Pero no habría intensidad. La intensidad habría abandonado todas las cosas. En su lugar sentiría un impulso, suave pero continuo, hacia el estupor y la indiferencia. Indiferente, se diría a sí mismo, pronunciando en voz alta esa palabra afilada, y extendería una mano para palpar su filo. Pero también en ese momento habría un desdibujamiento, una pérdida de filo. Todo se aleja, pensaría. En una semana, en un mes, me habré olvidado de todo, me contaré entre los comedores de lotos, aislado, a la deriva. Por última vez intentaría sentir el dolor de ese aislamiento, pero lo único que podría lograr sería una tristeza pasajera.
             «No sé si estoy siendo lo bastante clara, señor Vercueil. Hablo de decisión, de intentar mantener la decisión y fracasar. Lo confieso, me estoy ahogando. Estoy sentada aquí a su lado y me estoy ahogando.
(…) cuando camino por este país, por Sudáfrica, tengo cada vez más la sensación de estar caminando sobre caras negras. Están muertas, pero sus espíritus no las han abandonado. Están acostadas, densas y atrapadas, esperando que pasen mis pies, esperando que me vaya, esperando para levantarse otra vez. Millones de lingotes flotando bajo la piel de la tierra. La edad de hierro esperando el momento de volver.
             «Usted cree que estoy angustiada pero que me recuperaré. Lágrimas fáciles, piensa, lágrimas sentimentales, que vienen y se van. Bueno, es cierto, he estado angustiada en el pasado, he imaginado que nada podría ser peor, y luego han llegado cosas peores, como pasa siempre, y lo he superado, o eso parece. Pero ¡ése es el problema! Para no quedarme paralizada de vergüenza he tenido que pasarme la vida superando lo peor. Lo que ya no puedo superar es esa forma de superar las cosas. Si supero esto de ahora, ya no volveré a tener ocasión de no superar algo. A fin de poder resucitar no debo superar lo que pasa ahora.

Fotografía y cuadro de Gerhard Richter; dibujo de William Kentridge

Tłum. Anna Mysłowska

wiek żelaza

Robię, co mogę, żeby pamiętać o postanowieniu. Staram się nie zapominać o potrzebie pośpiechu. Zawodzi mnie właśnie ta świadomość. Siedząc tu wśród piękna przyrody, czy nawet w domu otoczona własnymi przedmiotami, nie mogę uwierzyć, że znajduję się w strefie zabijania i degradacji. Wydaje mi się, że to zły sen. Ale coś naciska, trąca mnie łokciem. Udaję, że nie zauważam, bez skutku, domaganie się trwa. Ustępuję na centymetr, wtedy jeszcze się wzmaga. Z ulgą poddaję się i natychmiast życie znów płynie normalnie. Ja także odzyskuję pogodę ducha. Wprost tarzam się w zwykłej codzienności. Tracę poczucie upokorzenia, staję się bezwstydna jak dziecko. Zostaje wstyd z powodu bezwstydu, tego nie potrafię ani zapomnieć, ani cierpliwie znosić. Dlatego muszę się trzymać w garści i pilnować raz obranej drogi. W przeciwnym razie jestem zgubiona. Rozumiesz?
Vercueil skulił się nad kierownicą jak ktoś, kto ma zły wzrok. On, z tymi oczami jastrzębia. Czy ma jakieś znaczenie to, że on rozumie lub nie?
– Można to porównać do prób zerwania z alkoholem – mówiłam dalej. – Próbuje się i  próbuje, ciągle się próbuje, ale od początku przeczucie mówi, że człowiek się będzie staczał coraz niżej. Poniżenie, jakiego się doznaje, ukrywając swoją tajemnicę, jest tak dotkliwe, tak żałosne i dogłębne, że pociąga za sobą falę innych powodów do wstydu. „Wydaje się, że jest nieograniczona ilość pobudek, które skłaniają człowieka do wstydu.
(…)
Opowiadałam ci kiedyś pewną historię o mojej matce – odezwałam się w końcu, próbując mówić łagodniejszym tonem. – O tym, że kiedy była małą dziewczynką, leżała w ciemnościach, nie wiedząc, co się nad nią przetacza, koła wozu czy gwiazdy. Trzymam się tej historii przez całe życie. Jeżeli istotnie każdy z nas ma jakąś opowieść, z którą się identyfikuje, która mu podpowiada, kim jest i skąd pochodzi, to to jest właśnie moja opowieść. Wybrałam ją albo ona wybrała mnie. Z niej się wywodzę i w niej zaczyna się moje życie.
Pytasz, czy mam ochotę na dalszą przejażdżkę. Gdyby to było możliwe, proponowałabym, żebyśmy pojechali do Eastern Cape, do Outeniqua Mountains, do tego postoju na szczycie Prince Alfred’s Pass. Albo, jeszcze lepiej, odłóż mapy i jedź według słońca na północny wschód. Rozpoznam to miejsce, kiedy tam dojedziemy, postój, miejsce, z którego wyruszyli, miejsce, gdzie przyszłam na świat. Tam mnie wysadzisz, na przełęczy, i odjedziesz. Zostanę tam, czekając na noc i gwiazdy, na wóz-widmo, który przetoczy się, chwiejąc się na boki.
Prawdą jest jednak, że z mapą czy bez niej już nie mogę znaleźć tego miejsca. Dlaczego? Bo gdzieś ulotnił się mój zapał. Rok czy nawet jeszcze miesiąc temu byłoby inaczej. Pragnienie, prawdopodobnie największe, na jakie mnie stać, zawsze skupiało się na tym miejscu na ziemi, było dla mnie drogowskazem. To jest moja matka, powiedziałabym, klękając tam. To jest źródło mojego życia. Ziemia święta, święta nie jako grób, ale miejsce zmartwychwstania, wyzwolenia od świata.
Teraz to pragnienie, które można także nazwać miłością, zgasło – mówiłam dalej. – Razem z nim moja miłość do tego miejsca. To całkiem proste. Przypominam wykastrowanego mężczyznę, wykastrowanego w wieku dojrzałym. Próbuję sobie wyobrazić, jak wygląda jego życie po takim zabiegu. Wyobrażam sobie, co może czuć, patrząc na wszystko, co przedtem kochał. Zachował pamięć i wie, że powinien kochać nadal, ale już nie jest w stanie zdobyć się na miłość, kochać dla samego kochania. Miłość, co to takiego, czym była miłość?, pyta sam siebie, szukając w pamięci wspomnienia dawnego uczucia. Ale teraz wszystko wydaje się bezbarwne, nijakie, beznamiętne. Dopuściłem się zdrady, rozmyśla, skupia się, próbując odtworzyć uczucie towarzyszące zdradzie, przeniknąć do samej jej istoty, treści. Ta się jednak ulotniła. Zniknął sens wszystkiego. Zostało wewnętrzne rozdarcie, delikatne, niemniej popychające w kierunku obojętności, samotności. Obojętny, powtarza sobie. Wymawiając to ostre, deprymujące słowo, chciałby go dosięgnąć, żeby sprawdzić jego wyrazistość. Nie dopuszcza niestety do niego mglistość brzmienia i własna bierność. Wszystko zaciera się w pamięci, za tydzień, za miesiąc zapomni o wszystkim, znajdzie się w gronie sybarytów i samotników żyjących z dnia na dzień. Po raz ostatni będzie próbował przeżyć ból osamotnienia, ale ta próba sprowadzi się do przelotnego uczucia smutku.
Nie wiem, czy wyrażam się dość jasno, Vercueil. Mówię o determinacji, o próbie trzymania się swojego postanowienia i o mojej porażce. Przyznaję się, ja tonę. Siedzę tu obok ciebie i tonę.  
(…) Powiem ci, że kiedy kręcę się tu i tam po tym kraju, tej Afryce Południowej, narasta we mnie uczucie, że stąpam po czarnych twarzach. Ci ludzie nie żyją, ale dusze ich nie opuściły. Leżą tam ciężcy i zatwardziali, czekają na moje przechodzące po nich stopy, czekają, żebym sobie poszła, czekają, żeby znowu powstać. Miliony postaci z żelaza przesuwa się pod skorupą ziemi. Wiek żelaza czeka na swój powrót.
Myślisz, że jestem smutna, ale to mi wnet przejdzie. Łatwe łzy, łzy wzruszenia, dzisiaj są, jutro już po nich. No cóż, to prawda, byłam smutna, nie wyobrażałam sobie, że może się stać coś jeszcze gorszego. Tymczasem to gorsze przyszło, jak zawsze niezawodne, a ja musiałam jakoś dojść do siebie. W tym tkwi cały problem! Żeby nie poddać się paraliżującemu uczuciu upokorzenia, muszę żyć z umiejętnością ustawicznego radzenia sobie. Tym, czego nie mogę przezwyciężyć, jest umiejętność przezwyciężania. Jeżeli dojdę do siebie tym razem, nigdy już nie zdarzy mi się sytuacja, z  którą sobie nie poradzę. Więc dla ratowania samej siebie nie mogę przejść nad tym do porządku dziennego.

Age of Iron 

‘I am trying my best not to lose direction. I am trying to keep up a sense of urgency. A sense of urgency is what keeps deserting me. Sitting here among all this beauty, or even sitting at home among my own things, it seems hardly possible to believe there is a zone of killing and degradation all around me. It seems like a bad dream. Something presses, nudges inside me. I try to take no notice, but it insists. I yield an inch; it presses harder. With relief I give in, and life is suddenly ordinary again. With relief I give myself back to the ordinary. I wallow in it. I lose my sense of shame, become shameless as a child. The shamefulness of that shamelessness: that is what I cannot forget, that is what I cannot bear afterwards. That is why I must take hold, of myself, point myself down the path. Otherwise I am lost. Do you understand?’
Vercueil crouched over the wheel like someone with poor eyesight. He of the hawk’s-eye. Did it matter if he did not understand?
‘It is like trying to give up alcohol,’ I persisted. ‘Trying and trying, always trying, but knowing in your bones from the beginning that you are going to slide back. There is a, shame to that private knowledge, a shame so warm, so intimate, so comforting that it brings more shame flooding with it. There seems to be no limit to the shame a human being can feel.
(…)
I told you a story once about my mother,’ I said at last, trying to speak more softly. ‘About how when she was a little girl she lay in the dark not knowing what was rolling over her, the wagon-wheels or the stars.
‘I have held on to that story all my life. If each of us has a story we tell to ourself about who we are and where we come from, then that Is my story. That is the story I choose, or the story that has chosen me. It Is there that I come from, it is there that I begin.
‘You ask whether I want to go on driving. If it were practically possible, I would suggest that we drive to the Eastern Cape, to the Outeniqua Mountains, to that stopping-place at the top of Prince Alfred’s Pass. I would even say, Leave maps behind, drive north and east by the sun, I will recognize It when we come to it: the stopping-place, the starting-place, the place of the navel, the place where I join the world. Drop me off there, at the top of the pass, and drive away, leaving me to wait for the night and the stars and the ghostly wagon to come rolling over.
‘But the truth is, with or without maps, I can no longer find the place. Why? Because a certain desire has gone from me. A year ago or a month ago it would have been different. A desire, perhaps the deepest desire I am capable of, would have flowed from me toward that one spot of earth, guiding me. This is my mother,  I would have said, kneeling there: this is what gives life to me.  Holy ground, not as a grave but as a place of resurrection is holy: resurrection eternal out of the earth.
‘Now that desire, which one may as well call love, is gone from me. I do not love this land any more. It Is as simple as that. I am like a man who has been castrated. Castrated in maturity, I try to imagine how life is for a man to whom that has been done. I imagine him seeing things he has loved before, knowing from memory that he ought still to love them, but able no longer to summon up the love itself. Love: what was that? he would say to himself, groping in memory for the old feeling. But about everything there would now be a flatness, a stillness, a calmness. Something I once had has been betrayed, he would think, and concentrate, trying to feel that betrayal in all its keenness. But there would be no keenness. Keenness would be what would be gone from everything. Instead he would feel a tug, light but continual, toward stupor, detachment. Detached,  he would say to himself, pronouncing the sharp word, and he would reach out to test its sharpness. But there too a blurring, a blunting would have intervened. All is receding, he would think; in a week, In a month I will have forgotten everything, I will be among the lotus-eaters, separated, drifting. For a last time he would try to feel the pain of that separation, but all that would come to him would be a fleeting sadness.
‘I don’t know whether I am being plain enough, Mr Vercueil. I am talking about resolve, about trying to hold on to my resolve and failing. I confess, I am drowning, I am sitting here next to you and drowning.’
(…)
Let me tell you, when I walk upon this land, this South Africa, I have a gathering feeling of walking upon black faces. They are dead but their spirit has not left them. They lie there heavy and obdurate, waiting for my feet to pass, waiting for me to go, waiting to be raised up again. Millions of figures of pig-iron floating under the skin of the earth. The age of iron waiting to return.
‘You think I am upset but will get over it. Cheap tears, you think, tears of sentiment, here today, gone tomorrow. Well, it is true, I have been upset in the past, I have imagined there could be no worse, and then the worse has arrived, as it does without fail, and I have got over it, or seemed to. But that is the trouble! In order not to be paralyzed with shame I have had to live a life of getting over the worse. What I cannot get over any more is that getting over.  If I get over it this time I will never have another chance not  to get over it. For the sake of my own resurrection I cannot get over it this time.’

Alejandra Pizarnik

1936-1972, Argentina

Maravilloso e iluminador análisis de Vicente Cervera Salinas: LAS CENIZAS DEL REINO.
EL HERMOSO DELIRIO DE ALEJANDRA PIZARNIK

Anillos de ceniza

Son mis voces cantando
para que no canten ellos,
los amordazados grismente en el alba,
los vestidos de pájaro desolado en la lluvia.

Hay, en la espera,
un rumor a lila rompiéndose.
Y hay, cuando viene el día,
una partición de sol en pequeños soles negros.
Y cuando es de noche, siempre,
una tribu de palabras mutiladas
busca asilo en mi garganta
para que no canten ellos,
los funestos, los dueños del silencio.

Collage propio

Tłum. Ada Trzeciakowska

Pierścienie popiołu

To głosy moje śpiewają
by nie śpiewali oni,
ci o ustach szarosznurowanych na świt,
ci przebrani za zbolałe ptaki na deszczu.

Kryje się, w oczekiwaniu,
szmer murszejącej lilii.
I kryje się, gdy nastaje dzień,
rozpad słońca na małe czarne słońca.
A gdy zapada noc, zawsze,
plemię kalekich słów
szuka schronienia u mnie w gardle
by nie śpiewali oni,
ci posępni, ci władcy ciszy.

Stefan Zweig

1881-1942, Austria

Trad. Berta Conill

Carta de una desconcida

No temas, no te molestaré más. Discúlpame, tenía que dejar gritar a mi alma sólo una vez, en esta hora en la que mi hijo yace aquí, muerto y abandonado. Sólo he necesitado hablarte esta vez; después volveré a mi tenebrosidad, como siempre, muda, tan muda como siempre lo he sido a tu lado. Pero este grito no lo oirás mientras yo viva. Sólo cuando esté muerta recibirás este escrito de una que te ha querido más que ninguna y a la que no has reconocido nunca, que siempre te ha esperado y a la que no has convocado ninguna vez. Quizá, quizá me llamarás luego y entonces te seré infiel por primera vez; entonces, cuando esté muerta, ya no te podré oír. No te dejo ninguna fotografía ni ninguna señal, del mismo modo que tu no me has dejado nada y nunca me reconocerás, nunca. Era mi destino en la vida; que lo sea también en la muerte, pues. No quiero llamarte para que acudas en mi última hora, me voy sin que conozcas mi nombre ni mi cara. Muero fácilmente porque tú, desde lejos, no puedes sentirlo. Si te lamentaras por mi muerte, no podría hacerlo.
(…)
Pero, ¿quién… quién te enviará ahora las rosas blancas por tu cumpleaños? Ay, el jarrón estará vacío. Ese pequeño halo de mi vida que te llega una vez al año, eso también se irá. Amor mío, escúchame, te lo suplico… es la primera y última cosa que te pido… hazlo por mí, cada cumpleaños, ese día en que uno siempre piensa en sí mismo, coge unas rosas y ponías en el jarrón. Hazlo, querido, hazlo así, igual que otros hacen que se cante una misa una vez al año para su difunta querida. Yo ya no creo en Dios ni quiero ninguna misa, sólo creo en ti, sólo te quiero a ti y sólo quiero continuar viviendo dentro de ti… ay, sólo un día al año, muy, muy silenciosamente, como siempre he vivido a tu lado… Te lo suplico, hazlo, querido… es la primera y última cosa que te pido… te lo agradezco… te quiero… te quiero… adiós.
Él dejó caer la carta, las manos le temblaban. Entonces empezó a cavilar durante un buen rato. Recordaba vagamente a una niña vecina suya, a una joven, a una mujer que había encontrado en un local nocturno, pero era un recuerdo poco preciso y desdibujado, como una piedra que tiembla en el fondo del agua que corre y cuya forma no acaba de distinguirse. Eran sombras que brotaban abundantemente, que iban y venían, pero no fue capaz de hacerse una imagen concreta. Recordaba ciertos sentimientos y, aun así, no conseguía reconstruir todo aquello. Era como si todas esas figuras hubiesen aparecido en un sueño, como si las hubiera soñado a menudo y profundamente, pero sólo como si las hubiese soñado.
Entonces su mirada se posó en el jarrón azul que tenía ante él, encima del escritorio. Estaba vacío, por primera vez desde hacía años estaba vacío en el día de su cumpleaños, y se asustó: fue como si, de repente, se hubiese abierto una puerta invisible y un golpe de aire frío hubiera penetrado desde el más allá en su tranquila habitación. Sintió a la muerte y sintió un amor inmortal: algo le atravesó el alma y pensó en aquella mujer invisible, etérea y apasionada como el recuerdo de una lejana melodía.

Fotogramas de Carta de una desconocida (1948) de Max Ophüls

Adaptaciones cinematográficas de las novelas de Stefen Zweig

Tłum. Zofia Rittnerowa

List od nieznajomej

Nie obawiaj się już mego natręctwa — przebacz mi, musiałam zrzucić ten kamień z serca teraz, kiedy moje dziecko leży tam umarłe i opuszczone. Jeszcze ten jeden raz musiałam przemówić do Ciebie — zanim zamilknę… w ciemności. Ale dopóki żyję, nie usłyszysz mego krzyku — dopiero po mojej śmierci otrzymasz ten legat ode mnie, od kobiety, która Cię kochała bardziej niż wszyscy, a której Ty nigdy nie poznałeś, od kobiety, która zawsze na Ciebie czekała — i której nigdy nie zawołałeś. Może, może zawołasz mnie jeszcze, ale ja po raz pierwszy nie usłucham, bo Twój głos nie dotrze do krainy śmierci. I nie zostawiam Ci żadnej fotografii ani innej pamiątki, tak samo jak Ty nic nie zostawiłeś; nigdy mnie nie poznasz — nigdy! Jaki był los mój za życia, niech będzie także po śmierci. Nie wołam Cię w ostatniej godzinie, od chodzę niepoznana. Umieram lekko, bo wiem, że nic nie przeczuwasz. Myśl, że śmierć moja mogłaby Ci sprawić przykrość, nie dałaby mi umrzeć.
(…)
Ale kto… kto będzie teraz pamiętał o białych różach na Twoje urodziny? Wazon na biurku będzie pusty, tchnienie mojego życia, którym raz w roku oddychałeś, nie wróci… Proszę Cię, ukochany mój, jest to moja pierwsza i ostatnia prośba… zrób to dla mnie… na każde urodziny — to przecież dzień, kiedy się myśli o sobie — kup kilka białych róż i włóż do wazonu. Zrób to, ukochany mój, zrób, tak jak inni raz na rok zamawiają mszę za ukochanych zmarłych. Ja jednak nie wierzę już w Boga i nie chcę mszy, wierzę tylko w Ciebie, kocham tylko Ciebie i chcę w Tobie żyć dalej… tak, choćby ten jeden dzień w roku — tak cicho, tak cicho… jak żyłam obok Ciebie. Proszę Cię, zrób to, ukochany mój… to moja pierwsza i ostatnia prośba… Dziękuję Ci, kocham Cię… Kocham Cię… żegnaj!…”
Wypuścił list z drżących rąk. Pogrążył się w zadumie. Wspomnienie dziecka z sąsiedztwa wynurzyło się gdzieś z zaułka świadomości, potem — dziewczęcia, potem — kobiety w nocnym lokalu, ale wszystko tak niewyraźne i migotliwe jak kamień, który błyszczy i drży na dnie płynącej wody. Cienie ukazywały się i znikały, ale nie tworzyły obrazu. Już wydawało mu się, że przypomina sobie, ale nie mógł sobie przypomnieć niczego. Odnosił wrażenie, że tylko śnił o tych wszystkich postaciach, śnił często i i długo, ale tylko śnił…
Spojrzenie jego padło na niebieski wazon stojący przed nim na biurku. Był pusty, po raz pierwszy od lat pusty w dniu jego urodzin. I zdjął go lęk. Miał wrażenie, że ktoś niewidzialny naraz otworzył drzwi i zimny przeciąg wionął z innego świata w jego cichy pokój. Czuł śmierć i nieśmiertelną miłość, myślały o owej Niewidzialnej namiętnie i bezcieleśnie jak o dalekiej muzyce.

Película china Carta de una mujer desconocida dirigida por Xu Jinglei en 2004. La directora y guionista Xu Jinglei que es además la actriz protagonista, ganó la Concha de Plata del Festival de San Sebastián 2004.

Letter From An Unknown Woman

Do not fear that I shall pester you any more — forgive me, just this once I had to cry out what is in my heart, in this hour when my child lies there dead and abandoned. Just this once I had to speak to you — then I will go back into the darkness in silence again, as I have always been silent to you.
However, you will not hear my cries while I am still alive — only if I am dead will you receive this bequest from me, from one who loved you above all else and whom you never recognized, from one who always waited for you and whom you never summoned. Perhaps, perhaps you will summon me then, and I will fail to keep faith with you for the first time, because when I am dead I will not hear you. I leave you no picture and no sign, as you left me nothing; you will never recognize me, never. It was my fate in life, let it be my fate in death. I will not call for you in my last hour, I will leave and you will not know my name or my face. I die with an easy mind, since you will not feel it from afar. If my death were going to hurt you, I could not die.
(…)
But who… who will always send you white roses on your birthday now? The vase will be empty, the little breath of my life that blew around you once a year will die away as well! Beloved, listen, I beg you… it is the first and last thing I ask you… do it for me every year on your birthday, which is a day when people think of themselves — buy some roses and put them in that vase. Do it, beloved, in the same way as others have a Mass said once a year for someone now dead who was dear to them. I do not believe in God any more, however, and do not want a Mass — I believe only in you, I love only you, and I will live on only in you… oh, only for one day a year, very, very quietly, as I lived near you… I beg you, do that, beloved… it is the first thing that I have ever asked you to do, and the last… thank you… I love you, I love you… goodbye.
His shaking hands put the letter down. Then he thought for a long time. Some kind of confused memory emerged of a neighbour’s child, of a young girl, of a woman in the dance café at night, but a vague and uncertain memory, like a stone seen shimmering and shapeless on the bed of a stream of flowing water. Shadows moved back and forth, but he could form no clear picture. He felt memories of emotion, yet did not really remember. It was as if he had dreamt of all these images, dreamt of them often and deeply, but they were only dreams.

Brief einer Unbekannten

Fürchte nicht, daß ich Dich weiter bedränge – verzeih mir, ich mußte mir einmal die Seele ausschreien in dieser Stunde, da das Kind dort tot und verlassen liegt. Nur dies eine Mal mußte ich sprechen zu Dir – dann gehe ich wieder stumm in mein Dunkel zurück, wie ich immer stumm neben Dir gewesen. Aber du wirst diesen Schrei nicht hören, solange ich lebe – nur wenn ich tot bin, empfängst Du dies Vermächtnis von mir, von einer, die Dich mehr geliebt als alle und die Du nie erkannt, von einer, die immer auf Dich gewartet und die Du nie gerufen. Vielleicht, vielleicht wirst Du mich dann rufen, und ich werde Dir ungetreu sein zum erstenmal, ich werde Dich nicht mehr hören aus meinem Tod: kein Bild lasse ich Dir und kein Zeichen, wie Du mir nichts gelassen; nie wirst Du mich erkennen, niemals. Es war mein Schicksal im Leben, es sei es auch in meinem Tod. Ich will Dich nicht rufen in meiner letzten Stunde, ich gehe fort, ohne daß Du meinen Namen weißt und mein Antlitz. Ich sterbe leicht, denn Du fühlst es nicht von ferne. Täte es Dir weh, daß ich sterbe, so könnte ich nicht sterben.
(…)
Aber wer … wer wird Dir jetzt immer die weißen Rosen senden zu Deinem Geburtstag? Ach, die Vase wird leer sein, der kleine Atem, der kleine Hauch von meinem Leben, der einmal im Jahre um Dich wehte, auch er wird verwehen! Geliebter, höre, ich bitte Dich … es ist meine erste und letzte Bitte an Dich … tu mirs zuliebe, nimm an jedem Geburtstag – es ist ja Tag, wo man an sich denkt – nimm da Rosen und tu sie in die Vase. Tu’s, Geliebter, tu es so, wie andere einmal im Jahre eine Messe lesen lassen für eine liebe Verstorbene. Ich aber glaube nicht an Gott mehr und will keine Messe, ich glaube nur an Dich, ich liebe nur Dich und will nur in Dir noch weiterleben … ach, nur einen Tag im Jahr, ganz, ganz still nur, wie ich neben Dir gelebt … Ich bitte Dich, tu es, Geliebter … es ist meine erste Bitte an Dich und die letzte … ich danke Dir … ich liebe Dich, ich liebe Dich … lebe wohl …
Er legte den Brief aus den zitternden Händen. Dann sann er lange nach. Verworren tauchte irgendein Erinnern auf an ein nachbarliches Kind, an ein Mädchen, an eine Frau im Nachtlokal, aber ein Erinnern, undeutlich und verworren, so wie ein Stein fimmert und formlos zittert am Grunde fießenden Wassers. Schatten strömten zu und fort, aber es wurde kein Bild. Er fühlte Erinnerungen des Gefühls und erinnerte sich doch nicht. Ihm war, als ob er von all diesen Gestalten geträumt hätte, oft und tief geträumt, aber doch nur geträumt.
Da fel sein Blick auf die blaue Vase vor ihm auf dem Schreibtisch. Sie war leer, zum erstenmal leer seit Jahren an seinem Geburtstag. Er schrak zusammen: ihm war, als sei plötzlich eine Tür unsichtbar aufgesprungen, und kalte Zugluft ströme aus anderer Welt in seinen ruhenden Raum. Er spürte einen Tod und spürte unsterbliche Liebe: innen brach etwas auf in seiner Seele, und er dachte an die Unsichtbare körperlos und leidenschaftlich wie an eine ferne Musik.


Rafał Wojaczek

1945-1971, Polonia

Trad. Ada Trzeciakowska

***

Te tengo miedo, ciego verso
Temo a blanco sueño
Así te escribo, blanco verso
y cada letra es una cifra de miedo

Así sabe su cuerpo
ausente, a legua de sueño
Escarcha de sueño en los labios
y áspero paladar
como áspera es la piel de una estrella…

Pintura de Fernando Zóbel

***

Boję się ciebie, ślepy wierszu
Boję się białego snu
Tak cię piszę, biały wierszu
a każda litera jest cyfrą lęku

Tak smakuje Jej ciało
nieobecne, odległe o wiorstę snu
Szron snu na wargach
i szorstkie podniebienie
jak szorstka skóra gwiazdy…

Tadeusz Różewicz

1921-2014, Polonia

Trad. Ada Trzeciakowska

voces

I

Hubo tantas palabras indiferentes
y duras
y en las caras sólo muecas

un día
ahora nos cuesta más vivirlo
más que a nuestros padres
pavor y desgarro
febriles bebemos la vida a lengüetadas

derribados inmaduros
con la boca abierta
bañados en sangre

sin haber llegado a la época de floración

II

Hubo desgarro odio
mutua antipatía y mueca
hubo un callejón sin salida
y rostro plano de los muros
cacarañado por la andanada


arrojados de los vagones de ganado
un rebaño empujado a golpes
y rugidos
y cerca sólo las patas de los perros
las patas de los perros
las patas de los perros

Sé que no se debe ser así
lo sé, lo sé.
pero
cuando un amigo me tiende la mano
cubro mi cabeza como si de un golpe se tratara
me protejo de un gesto humano

me protejo de un arrebato de ternura.


III

«Nuestras voces secas
cuando murmuramos
ingenuos en voz baja
como el viento en la hierba seca
o las patitas de rata entre los trastos viejos
de nuestros sótanos vacíos…»

Poetas que midieron su vida en cucharitas de café
son como trajes de pájaros
en pares
o trajes de piel de los animales
que brillan
y el agua corre por ellos

cuando cierran la puerta
allí dentro son como figuras de yeso
con dulces sonrisas de idiotas
dicen «¿la verdad? ¿qué es la verdad?»
levantan los ojos al cielo
se encogen de hombros
son criaturas que
tienen dos lenguas
dos caras
y entrañas artificiales
giran sobre sus espinas dorsales
giran sus caras planas sobre sus espinas
el viento está soplando el viento está soplando

aprieto los párpados

chirrían mis ojos inquietos
con sus suaves hocicos tocan
mi corazón

La segunda estrofa del poema abre El último día del verano de Tadeusz Konwicki, película desgarradora e intimista, premiada en el Festival de Venencia (cine experimental), precursora de la Nueva Ola Polaca.  Dos personas solitarias y anónimas, heridas por el pasado, se reúnen en una playa desierta. Ambas viven obsesionadas por traumáticos recuerdos de la Segunda Guerra Mundial. Pero, aunque hacen todo lo posible por comunicarse, al final se impone el silencio. 

Drugą strofa wiersza rozpoczyna się Ostatni dzień lata Tadeusza Konwickiego, film rozpisany na dwoje aktorów, kameralny i bolesny, prekursor Nowej Fali, pierwszy polski film nagrodzony na Festiwalu w Wenecji.

głosy

I

Było tyle słów obojętnych
i ostrych
i na twarzach tylko grymas

dzień
teraz trudniej nam przeżyć
niż naszym rodzicom
przerażenie i rozdarcie
chłeptanie życia gorączkowe

strąceni niedojrzali
z otwartymi ustami
ociekamy krwią

I nie było pory rozkwitania.

II

Było rozdarcie nienawiść
niechęć wzajemna i grymas
był zaułek ślepy
i płaskie twarze murów
dziobate od salwy

wywalani z bydlęcych wagonów
stado pędzone razami
i rykiem
a obok tylko łapy psów
łapy psów
łapy psów

Ja wiem nie trzeba tak
ja wiem ja wiem
ale
kiedy przyjaciel wyciągnie rękę
zasłaniam głowę jak przed ciosem
zasłaniam się przed ludzkim gestem

zasłaniam się przed odruchem czułości.

III

«Suche nasze głosy
kiedy szemramy
cicho i naiwnie
jak wiatr w wyschniętej trawie
lub szczurze łapki w rupieciach
naszych pustych piwnic…»

Poeci którzy wymierzyli swe życie łyżeczką od kawy
są jak ubranka ptaków
po dwa
albo futrzane ubranka zwierząt
które lśnią
i spływa po nich woda

kiedy zamykają drzwi
tam wewnątrz jak gipsowe figury
ze słodkimi uśmiechami idiotów
mówią «prawda? co to jest prawda?»
wznoszą oczy do nieba
wzruszają ramionami
a są to stworzenia które
mają po dwa języki
dwa oblicza
i sztuczne wnętrzności
kręcą się dokoła na kręgosłupach
obracają płaskie twarze na kręgosłupach
wieje wiatr wieje wiatr

przyciskam powieki

piszczą moje oczy rozbiegane
miękkimi pyskami dotykają
mojego serca



Anne Sexton

1928-1974, EE. UU.

Trad. José Luis Reina Palazón

El cuarto de mi vida

Aquí,
en la habitación de mi vida
los objetos cambian sin cesar.
Ceniceros para llorar,
el hermano de pena de las paredes de madera,
las cuarenta y ocho teclas de la máquina de escribir,
cada una un ojo que nunca se cierra,
los libros cada uno un concursante de un concurso de belleza,
la silla negra, un ataúd de perros de Naugahyde,
los enchufes en la pared,
esperando como una colmena,
la alfombra dorada
una conversación de talones y dedos del pie,
la chimenea
un cuchillo esperando a uno para clavarse,
el sofá, exhausto por el trabajo de una ramera,
el teléfono
dos flores echando raíces en su entrepierna,
las puertas
que se cierran y abren como almejas del mar,
las lámparas
que me señalan,
iluminando el suelo y la risa.
Las ventanas,
las ventanas hambrientas
que hincan los árboles como uñas en mi corazón.
Cada día doy de comer al mundo exterior,
a pesar de que los pájaros explosionan
a derecha e izquierda.
También doy de comer al mundo de aquí dentro,
ofreciendo al escritorio galletas de perro.
A pesar de todo, nada es como parece.
Mis objetos sueñan y llevan trajes nuevos,
impulsados, como parece, por todas las palabras en mi mano
y por el mar que rompe en mi garganta.

El fabuloso destino de Amélie Poulain (2001) de Jean-Pierre Jeunet

Tłum. Ada Trzeciakowska

pokój mojego życia

Tutaj,
w pokoju mojego życia
przedmioty wciąż się przeobrażają.
Popielniczki, w które można się wypłakać,
boazeria ścian jak siostra łącząca się w bólu,
czterdzieści osiem klawiszy maszyny do pisania
a każdy jak oko, które nigdy się nie zamyka,
książki, wszystkie jakby brały udział w konkursie piękności,
czarne krzesło, trumna dla psa ze skaju od Naugahyde,  
gniazdka w ścianie
wyczekujące niczym ul,
złoty dywan
dyskusja palców i obcasów,
kominek
nóż, czekający, aż ktoś go chwyci,
kanapa, wykończona wyczerpaniem dziwki,  
telefon
dwa kwiaty zakorzeniające się w jej kroczu,
drzwi
otwierające się i zamykające jak morskie małże,
światła
łypiące na mnie,
oświetlające podłogę i zarazem śmiech.
Okna,
głodujące okna
wbijające drzewa jak gwoździe prosto w serce.  
Każdego dnia karmię świat tam na zewnątrz
choć ptaki wybuchają
na prawo i lewo.
Karmię świat także tutaj,
częstując biurko ciasteczkami dla szczeniąt.
Jednak nic nie jest takie, jakie się wydaje.  
Przedmioty śnią i wkładają nowe szaty,
popychane, jak sądzę, przez słowa w moich rękach  
i morze, huczące mi w gardle.

The room of my life

Here,
in the room of my life
the objects keep changing.
Ashtrays to cry into,
the suffering brother of the wood walls,
the forty-eight keys of the typewriter
each an eyeball that is never shut,
the books, each a contestant in a beauty contest,   
the black chair, a dog coffin made of Naugahyde,   
the sockets on the wall
waiting like a cave of bees,
the gold rug
a conversation of heels and toes,
the fireplace
a knife waiting for someone to pick it up,
the sofa, exhausted with the exertion of a whore,   
the phone
two flowers taking root in its crotch,
the doors
opening and closing like sea clams,
the lights
poking at me,
lighting up both the soil and the laugh.
The windows,
the starving windows
that drive the trees like nails into my heart.   
Each day I feed the world out there
although birds explode
right and left.
I feed the world in here too,
offering the desk puppy biscuits.
However, nothing is just what it seems to be.   
My objects dream and wear new costumes,
compelled to, it seems, by all the words in my hands   
and the sea that bangs in my throat.

Edward Stachura

1937-1979, Polonia

Trad. Ada Trzeciakowska

Puesta de sol en la Provenza

Mi padre solía matar al conejo
con justicia y justo detrás de las orejas
más con cuánta más demora morían
los esbeltos candelabros de las tuyas
y las cuestas suaves
como los ojos de las odaliscas de Mongolia
Se desvanecían con el humo
los tulipanes de las exaltaciones
mientras la luna…
oh, la luna
como una pata de conejo arrojada al aire

Foto: Gramhir

Zachód słońca w Prowansji

Mój ojciec zabijał królika
sprawiedliwie i tuz za uszami
a jakże powolniej umierały
wysmukle świeczniki drzew tujowych
i zbocza łagodne
jak oczy mongolskich nałożnic
Ulatywały z dymem
tulipany snutych zachwytów
dopóki księżyc…
o, księżyc
jak podrzucona wysoko łapka królika

Edward Stachura

1937-1979, Polonia

Trad. Ada Trzeciakowska

La amaré con el poder de la voluntad (frg.)

– La primera vez que te vi fue de paso. Seguramente no sabes ni dónde ni cuándo. Es una historia extraña, una historia extraña muy bonita, que quizá te cuente algún día.
        Hizo una pausa, miró a la ventana y a mí de nuevo.
         – Sí, todo lo que pienso de ti lo he imaginado. Bueno, varias personas me ayudaron un poco a imaginarte. Me ayudaron en el sentido de que hablaron de ti de forma desfavorable o incluso negativa. O incluso hostil. Y eso es lo que me ha gustado. Si hubieran hablado bien de ti, eso me habría molestado. De verdad. Porque los conozco un poco, al menos los conozco lo suficiente para saber que esa gente no puede hablar bien de ti. Si eres como te imaginaba, sólo pueden hablar mal de ti. Y eso es lo que comentaron y me cuadró. De mí también dicen todo tipo de cosas poco alentadoras sólo porque tengo una opinión sobre determinadas cosas diferente a la suya. Pero da igual. Son tonterías, lo sabes mejor que yo.
        Hizo una pausa y volvió a mirar por la ventana. Saqué un cigarrillo de la cajetilla, lo encendí y pensé: ¿cómo puede saber esta chica cosas tan distintas: pequeñas y grandes? ¿Y quién es ella? ¿Y cuándo y dónde, fugazmente, como dice ella, nos conocimos? ¿En algún sueño?
         – Me gusta verte fumar – dijo ella. – El humo te envuelve levemente y a pesar de ello me resultas más real, o mejor dicho: menos irreal.      
No sabía cómo comportarme después de estas palabras y procuré sonreír.
         – Y a este hombre me gustaría darle, simplemente, -como un regalo del día del santo o un regalo de cumpleaños- toda mi vida. Por completo. Me gustaría estar a su lado y viajar con él y esperarle cuando no pueda llevarme con él. Me gustaría mantener la casa limpia para él y hacer provisiones para el invierno, compotas, mermeladas, setas en escabeche, pepinos agrios, embotellar la acedera, tomates, preparar chucrut y otras maravillas. Me encantaría tejerle una bufanda larga y cálida y un jersey cálido, y unos guantes cálidos, y un gorro cálido, y unos calcetines muy cálidos, y todo eso. Porque, sí, puedes hacer algo para ti, pero para otra persona puedes hacer algo increíblemente hermoso, todo. Todo. Y, no sé… tal vez mañana el sol se apague, es posible, tal vez; o puede que lo cubra, para siempre, algún terrible y monstruoso hongo… Es posible también.
        Qué cosas más increíbles cuenta esa chica -pensé-. Cómo ha podido preservarse y salvar un pensamiento tan anticuado en este mundo, entre gente que -al no poder amar ellos mismos con tanta fuerza y sencillez- hace todo lo posible por humillar ese amor, por deshonrarlo, por pisotearlo, por destruirlo, por asesinarlo (porque la alteridad irrita la uniformidad). Y con este propósito destructivo y asesino idearon unas prácticas especiales, una filosofía especial, un arte especial, unos especialistas-artistas especiales, todo un mundo especial. Y, sí, sí, después de todo, el sol puede apagarse mañana o puede taparlo algún terrible y monstruoso hongo. Para siempre, mañana, pasado mañana, para siempre, puede pasar.
   – Y sabes -retomó-, tal vez sea obvio para ti, pero yo también quiero decírtelo, decirte directamente, que estoy a favor de la fidelidad, de la fidelidad absoluta…
        Un pájaro libre es la criatura más fiel de este mundo – me dije pensando. Pero no sabía realmente por qué había dicho esa frase en mi mente, ni sabía lo que esa frase -en toda su extensión, en toda su dimensión alada- significaba.
         – …y a este hombre, por supuesto, le sería absolutamente fiel. De este modo, que probablemente sea la única manera de ser fiel a mí misma. Sería la que quiero ser y la que realmente soy. Lo sé. Lo siento. Este hombre me ayudaría en esto, me ayudaría a ser esta y no otra, y yo igual, trataría de ayudarlo en todo. Porque, creo, que ciertamente no le molestaría en nada. Es muy difícil hablar de estas cosas y muy incómodo. Y creo que es mejor no insistir en algo, porque es cuando parece sospechoso. 
  
   Hizo una pausa, respiró profundamente y volvió a mirar a la ventana, como dándome así la oportunidad de calmarme después de cada oleada de sus confidencias, y a ella misma como si extrajese de allí, de la ventana o desde detrás de la ventana, alguna fuerza que le hacía falta. Ella miraba a la ventana, y yo la miraba a ella, su perfil y pensaba: con el corazón no podría, porque una vez tuve un corazón y se me partió tremenda y completamente, y no fui capaz de pegar las cáscaras de esa jarra, ni con lágrimas -con ese pegamento blanco-, ni con la sangre -con ese pegamento rojo-, y por eso no tengo corazón, no lo tengo, entonces con el corazón no podría, pero sí podría amar a tal ser con el PODER DE LA VOLUNTAD. Con mi primero, virgen, enorme y libre amor de la voluntad. De dónde ha salido esta chica, aquí, delante de mí, casi al alcance de la mano, ella, que es así, como si la hubiera creado algún anhelo desgarrador e indecible, ya no el anhelo del corazón, sino de otra cosa, no sé de qué… El anhelo del espíritu. Mi anhelo.
        La chica apartó los ojos de la ventana y me miró. Pero seguía guardando silencio. Miraba. Volvió a haber en esa mirada lo que hubo al principio, cuando empezó a hablarme, algo parecido a cuando uno está en un muelle y mira un barco que se desliza lentamente hacia el embarcadero, pero todavía está un poco lejos y con los ojos desnudos y anhelantes, sin recurrir al uso de unos pequeños prismáticos, no puede distinguir los rasgos faciales de los pasajeros que están en el puente. Guardé silencio como ella. De repente me di cuenta de que no había dicho una palabra en todo este tiempo.

Fotograma de Adiós, hasta mañana (1960) de Jerzy Morgenstern y cartel de Cómo ser amada (1962) de Wojciech Jerzy Has

Pokocham ją siłą woli (frg.)

– Pierwszy raz zobaczyłam cię przelotnie. Ty na pewno nawet nie wiesz gdzie i kiedy. To dziwna historia, bardzo ładnie dziwna, o której ci kiedyś może opowiem.
        Przerwała, spojrzała w okno i znowu na mnie.
         – Tak, wszystko, co myślę o tobie, to sobie wyobraziłam. No, trochę mi dopomogli w wyobrażeniu sobie ciebie różni tacy ludzie. Dopomogli mi w tym sensie, że mówili o tobie niezbyt przychylnie lub wręcz źle. Lub wręcz wrogo. I to mnie właśnie ucieszyło. Gdyby mówili o tobie dobrze, to by mnie właśnie zmartwiło. Naprawdę. Bo ja ich trochę znam, w każdym razie znam na tyle, że wiem, że ci ludzie nie mogą mówić o tobie dobrze. Jeżeli jesteś taki, jakiego ja sobie ciebie wyobraziłam, to oni mogą mówić o tobie tylko źle. Tak też mówili i to mi się zgadzało. O mnie też opowiadają różne nie budujące rzeczy tylko dlatego, że myślę o pewnych sprawach inaczej niż oni. Ale co tam. To wszystko głupstwa, o czym wiesz lepiej ode mnie.
        Przerwała i znowu spojrzała w okno. Ja wyciągnąłem z paczki papierosa, zapaliłem i myślałem: skąd ta dziewczyna wie takie różne rzeczy: małe i duże? I kim ona jest? I kiedy i gdzie, przelotnie, jak mówi, pierwszy raz się spotkaliśmy? We śnie jakimś?
         – Lubię patrzeć, jak palisz – powiedziała. – Dym cię leciutko osnuwa, ale pomimo to jesteś dla mnie wtedy bardziej realny lub raczej: mniej nierealny.
        Zupełnie nie wiedziałem, jak po tych jej słowach się zachować, i spróbowałem jakoś tam się uśmiechnąć.
         – Wiesz, temu jednemu mężczyźnie chciałabym dać, tak zwyczajnie, tak najzwyczajniej w świecie – jak podarek imieninowy czy urodzinowy – całe moje życie. Bez reszty. Chciałabym być z nim i podróżować z nim, i czekać na niego wtedy, kiedy nie mógłby mnie ze sobą zabierać. Chciałabym dla niego utrzymywać dom w czystości i robić zapasy na zimę, kompoty, konfitury, marynować grzyby, kwasić ogórki, butelkować szczaw, pomidory, kisić kapustę i inne wspaniałości. Chciałabym mu zrobić na drutach albo na szydełku długi długi ciepły szalik i ciepły sweter, i ciepłe rękawiczki, i ciepłą czapkę, i bardzo ciepłe skarpety, i w ogóle. Bo to tak jest, że dla siebie, owszem, można coś tam zrobić, ale dla drugiego człowieka to już można coś niesamowicie pięknego zrobić, wszystko. Wszystko. I, czy ja wiem… może jutro zgaśnie słońce, przecież może; albo nam je przesłoni, na zawsze, jakiś straszny potworny grzyb… Przecież może.
        Jakże niesamowicie mówi ta dziewczyna – myślałem. Jakim sposobem ona uchowała się i uchowała takie myślenie niemodne w świecie tym, wśród ludzi tych, którzy – sami nie potrafiąc tak mocno i prosto kochać – wszystko robią, żeby taką miłość poniżyć pognębić zhańbić zdeptać zniszczyć zamordować (bo inność drażni jednakowość). I specjalne obyczaje w tym niszczycielskim morderczym celu stworzyli, specjalną filozofię, specjalną sztukę, specjalnych specjalistów-artystów, cały specjalny świat. I, no tak, no tak, przecież może jutro zgasnąć Słońce albo może nam je przesłonić jakiś straszny potworny grzyb. Na zawsze, jutro, pojutrze, na zawsze, przecież może się to stać.
         – I wiesz – podjęła ona – może to dla ciebie oczywiste, ale też ci chcę o tym powiedzieć, powiedzieć wprost, że jestem za wiernością, za wiernością absolutną…
        Wolny ptak jest najwierniejszym stworzeniem tego świata – powiedziałem do siebie w myśli. Ale nie bardzo wiedziałem, po co mi się to zdanie w myśli powiedziało, ani nie wiedziałem, co to zdanie – w całej swojej rozciągłości, w całej swojej skrzydlatości – oznacza.
         – …i temu jednemu mężczyźnie byłabym oczywiście absolutnie wierna. W ten sposób, w ten chyba jedyny sposób byłabym też sobie wierna. Byłabym taka, jaka chcę być i jaka naprawdę jestem. Ja to wiem. Ja to czuję. Ten mężczyzna by mi pomógł w tym, by mi pomógł taką a nie inną być, a ja bym się starała tak samo we wszystkim mu pomóc. Bo, myślę, że na pewno bym mu w niczym nie przeszkadzała. Ogromnie ciężko jest o takich sprawach mówić i ogromnie niezręcznie. I raczej nie powinno się zapewniać o czymś, bo to wtedy właśnie wygląda podejrzanie.

        Przerwała, zaczerpnęła głęboko powietrza i znowu spojrzała w okno, jak gdyby dając mi w ten sposób możność ochłonięcia po każdej fali swoich wynurzeń, a sama jak gdyby czerpiąc stamtąd, z okna lub zza okna, jakieś potrzebne jej siły. Patrzyła w okno, a ja patrzyłem na nią, na jej profil i myślałem: sercem nie mógłbym, bo serce miałem kiedyś jedno i mi się potrzaskało straszliwie i doszczętnie, i nie udało się pokleić skorupek tego dzbanka, ani łzami – tym klejem białym, ani krwią – tym klejem czerwonym, i tak nie mam serca, nie mam, więc sercem nie mógłbym, ale mógłbym taką istotę pokochać SIŁĄ WOLI. SIŁĄ WOLI pokochać istotę taką mógłbym. Pierwszą dziewiczą i wielką i wolną miłością wolnej mojej woli. Skąd ona wzięła się, ta dziewczyna, tu, przede mną, prawie na wyciągnięcie ręki, ona, co jest taka, jak gdyby ją stworzyła jakaś niewysłowiona rozdzierająca tęsknota, już nie serca tęsknota, ale czegoś innego, nie wiem czego… Ducha tęsknota. Moja tęsknota.
        Dziewczyna odwróciła oczy od okna i spojrzała na mnie. Ale dalej milczała. Patrzyła. Było w tym patrzeniu znowu to, co było na początku, kiedy zaczęła do mnie mówić, coś z tego jak kiedy się stoi na nabrzeżu portowym i się patrzy na wolno sunący ku kei statek, ale jest on jeszcze trochę daleko i stęsknionymi nagimi oczami, bez pomocy małej lornetki, nie można rozróżnić rysów twarzy stojących na mostku pasażerów. Milczałem jak ona. Zdałem sobie nagle sprawę, że przez-ten-cały-czas nie powiedziałem ani jednego słowa.

Bohumil Hrabal

1914-1997, Chequia

Hrabal trabajó durante una época en una planta de reciclaje de papel de libros censurados.  Además, sus obras también fueron censurados por el régimen comunista.

Trad. Monika Zgustová

Una soledad demasiado ruidosa

Trabajé hasta bien entrada la noche y me refrescaba sacando la cabeza por el patio interior, y a través de aquella chimenea de cinco pisos miraba, como el joven Kant, un fragmento del cielo estrellado; después, tomando el asa de la jarra, a cuatro patas y con paso inseguro, subía la escalera y, tambaleándome, me dirigía a la taberna, compraba cerveza y volvía a bajar a tres patas a mi madriguera donde, sobre la mesa, a la luz de la bombilla, tenía abierto el libro Teoría general del cielo de Immanuel Kant… En el silencio de la noche, cuando los sentidos reposan calmados, habla un espíritu inmortal en un lenguaje difícil de designar, compuesto de conceptos, que es posible comprender pero imposible describir… Estas frases me afectaron de tal manera que me fui corriendo a sacar la cabeza al patio abierto para mirar el fragmento de cielo estrellado y sólo después continué cargando el papel asqueroso a la prensa con una horca, un papel lleno de familias de ratitas envueltas en una especie de algodón, de telaraña; de hecho los que trabajan con papel viejo no son humanos, de la misma manera que tampoco lo es el cielo, yo ya sé que alguien lo tiene que hacer, pero en el fondo mi trabajo se reduce a una matanza de inocentes, tal como la pintó Pieter Brueghel, la semana pasada envolví todas las balas con la reproducción de ese cuadro, hoy, en cambio, me iluminaba el amarillo y el dorado de los Girasoles de Van Gogh, de sus círculos y sus puntos, y este resplandor acrecentaba mi sentido de lo trágico. Así trabajaba, adornando las pequeñas tumbas de los ratoncitos, y de vez en cuando me iba a leer un fragmento de la Teoría general del cielo, cada vez tomaba una frase y la saboreaba como si fuese un caramelo de menta. Me inundaba la grandeza desmesurada y la infinita pluralidad, me invadía la belleza, la belleza caía sobre mí como un riego, de todos lados, el cielo visto a través del agujero del patio interior encima de mi cabeza, los combates y las guerras de dos clanes de ratas en las alcantarillas bajo mis pies, ante mí, en fila india, como un tren de veinte vagones, veinte paquetes iluminados por el centelleo de los girasoles; la máquina con su gran fuerza horizontal chafaba los ratoncitos silenciosos que no decían ni pío, como cuando les agarra un gato cruel y juega con ellos, y es que la misericordiosa naturaleza ha inventado el horror, es el horror que hace fundir los plomos, él, más fuerte que el dolor, envuelve a quien visita en el momento de la verdad. Todo eso me dejaba admiradísimo, súbitamente me sentí santificado, embellecido por dentro, por haber tenido el valor de soportarlo, por no haber perdido el juicio entre todas las cosas que veía y experimentaba en cuerpo y alma, aquí, en mi soledad demasiado ruidosa, me daba cuenta con estupefacción que este trabajo me había introducido en el campo infinito de la omnipotencia. Sobre mi cabeza brillaba una bombilla, los botones verde y rojo ponían en movimiento el cilindro de la prensa, hala, hala, ahora voy, ahora vuelvo, y yo, al fin y a la postre, llegué al pie de la montaña, tuve que coger una pala y, al igual que los excavadores de zanjas, ayudarme con una rodilla para poder vencer el papel convertido en una especie de arcilla. La última pala llena de aquella materia pegajosa y húmeda; me sentía como un limpiador de alcantarillas, trabajando en el profundo abismo de una cloaca abandonada. Deposité allí la Teoría general del cielo, abierta; até el paquete con alambres, el botón rojo interrumpió la presión y soltó el paquete hecho; lo arrastré a la cola, a la fila de sus compañeros gemelos, me senté en un peldaño, mis manos colgaban sobre el suelo de cemento mientras veintiún girasoles iluminaban la sombría penumbra de mi cueva. Los ratoncitos temblaban de frío porque ya no les quedaba papel donde excavar sus escondrijos, uno de ellos se me acercó y me atacó, un pequeño ratoncito se lanzaba contra mí, incorporado sobre sus patas traseras, tal vez me quería morder o echarme al suelo, o sólo hacerme un poco de daño, con toda la fuerza de su cuerpecito saltaba y me mordía la húmeda suela de los zapatos, yo rehusaba suavemente sus ataques, pero en vano, hasta que al final no pudo más, jadeando se retiró a un rincón para mirarme fijamente, directamente a los ojos; temblando como una hoja comprendí que en aquellos ojos de ratoncito había algo más que el cielo estrellado sobre mi cabeza y la ley moral en mi interior. Como un relámpago se me apareció Arthur Schopenhauer afirmando que la más elevada de las leyes es el amor y el amor es compasión, comprendí por qué Arthur odiaba tanto al forzudo de Hegel y me alegré de que ni Hegel ni Schopenhauer hubieran sido comandantes de dos ejércitos adversarios: estaba seguro de que aquellos dos habrían sido tan despiadados como los dos clanes de ratas en las alcantarillas del subsuelo de Praga. Por la noche me eché en la cama, medio muerto, bajo el baldaquín que soportaba dos toneladas de libros; en las tinieblas de mi habitación escasamente iluminada por los faroles de la calle distinguía los lomos de los libros y me parecía percibir en el silencio el roer de los pequeños dientes de los ratoncitos, de encima de mi cabeza me llegaba aquel sonido que me llenaba de pánico, me parecía oír el tictac de una bomba, y si había ratoncitos, se trataba sin duda de todo un nido, los nidos se convertirían en villorrios, los villorrios en pueblos y, de acuerdo con la progresión geométrica, al cabo de un año ese nido se convertiría en toda una ciudad de ratoncitos, que roerían tan bien y con tanta aplicación las vigas del baldaquín que pronto bastaría con hacer un gesto imprudente o emitir un sonido para que las dos toneladas de libros se desmoronasen sobre mí; ésa sería su venganza por haberlos prensado.

Película de 2007, adaptación del libro por Genevieve Anderson

1 Fotografía de Josef Koudelka; 2-4 Bohumil Hrabal

Tłum. Piotr Godlewski

Zbyt głośna samotność

Pracowałem do nocy i żeby się odświeżyć, wychodziłem do szybu wentylacyjnego i przez studnię pięciu pięter patrzyłem na skrawek gwiaździstego nieba jak młody Kant, a następnie na czworakach, dzierżąc ucho pustego dzbana, wytaczałem się do tylnego wyjścia i zataczając się szedłem po piwo, aby potem znów podpierając się ręką zejść tyłem ze schodów do piwnicy, jakbym schodził z góry po drabinie, i na stoliku pod świecącą żarówką miałem otwartą Teorię nieba, paczki stały przy windzie na baczność, a dziś napocząłem setkę mokrych i przemoczonych wielkich reprodukcji Słoneczników Vincenta van Gogha, więc boki każdej paczki jaśniały złocistym i pomarańczowym słonecznikiem na błękitnym tle, tak więc zmniejszał się smród sprasowanych myszek i ich gniazd, i starego, rozpadającego się papieru, suwak prasy poruszał się tam i z powrotem, gdy wciskałem to zielony, to czerwony guzik, w przerwach piłem piwo i do tego czytałem Teorię nieba Immanuela Kanta, o tym, że w ciszy, w powszechnej ciszy nocy oraz w spokoju zmysłów duch nieśmiertelny mówi nienazwanym językiem o pojęciach, które można wprawdzie zrozumieć, lecz nie opisać… I te zdania szokowały mnie tak, że wybiegałem do szybu wentylacyjnego i patrzyłem w górę na gwiaździsty wycinek nieba, a następnie nadal ciskałem widłami do koryta ohydny papier z mysimi rodzinami owiniętymi w taką ligninkę, taką watkę, lecz ten, kto pakuje stary papier, nie jest humanitarny, podobnie jak niebiosa, w gruncie rzeczy to, co robiłem, ktoś tę pracę musiał wykonać, ta praca była rzezią niewiniątek, tak jak to namalował Pieter Breughel, w tę reprodukcję owijałem wszystkie paczki w zeszłym tygodniu, ale dzisiaj jaśniały mi kręgi i tarcze złotej i żółtej barwy, Słoneczniki van Gogha, które wzmagały tylko poczucie tragedii. Tak więc pracowałem i ozdabiałem grobeczki myszek, a przy tym odbiegałem na bok i czytałem z Teorii nieba, jedno tylko zdanko brałem zawsze do ust jak ślazowy cukierek, tak więc byłem przy pracy napełniony niezmierną wielkością i nieskończoną mnogością, i pięknem, które tryskało na mnie ze wszystkich stron, gwiaździste niebo dziurawego szybu wentylacyjnego nade mną, wojna i bitwy dwóch szczurzych klanów we wszystkich kanałach i ściekach miasta stołecznego Pragi pode mną, dwadzieścia paczek ustawionych równo jak pociąg o dwudziestu wagonach zwrócony w stronę windy, a wszystkie obrócone ku mnie ściany paczek były rozświetlone lampami słoneczników, pełne koryto prasy, ściskane siłą poziomej śruby, zgniatało ciche myszki, które nie wydały nawet głosiku, tak samo jak gdy myszkę złapie i igra z nią okrutny kocur, tak oto miłosierna natura wynalazła zgrozę, w której wyłączają się bezpieczniki i zgroza silniejsza niż ból ogarnia tego, kogo nawiedzi w minucie prawdy. Wszystko to wprawiało mnie w osłupienie, nagle mnie uświęciło i wypiękniałem we własnych oczach, bowiem miałem odwagę nie oszaleć od tego wszystkiego, co w tej mojej zbyt głośnej samotności widziałem i ciałem oraz duszą osobiście zaznałem i przeżyłem, nabywałem pełnej zdumienia wiedzy, poprzez tę pracę rzucającej mnie w nieskończony obszar wszechmocy. A nade mną świeciła żarówka, czerwone i zielone guziki poruszały suwakiem prasy tam i na powrót, wreszcie dobrałem się łopatą do dna piwnicy i jak kopacze, gdy wyrzucają ziemię z wykopu, ja też musiałem pomagać sobie kolanem, by stylisko łopaty utrzymało ten papier, który przetworzył się już w jakiś margiel, w opokę. Tak więc wrzuciłem ostatnią łopatę mokrej i kleistej substancji, jakbym był kanalarzem i czyścił dno opuszczonego ścieku w podziemiach praskiej kanalizacji. Do ostatniej paczki włożyłem otwartą Teorię nieba i kiedy podwiązałem paczkę drutami, i czerwony guzik zwolnił nacisk, i wytoczyłem tę paczkę na wózek, i odwiozłem ją do tych dwudziestu pozostałych, siadłem na stopniu, ręce zwisały mi przez kolana na zimną cementową podłogę. Dwadzieścia jeden Słoneczników świeciło w ciemnej szarzyźnie piwnicy i kilka myszek, które trzęsły się z zimna, bo nigdzie nie było już papieru, jedna z tych myszek podeszła blisko i zaatakowała mnie, maleńka myszka doskakiwała do mnie na tylnych łapkach i chciała ugryźć mnie albo może przewrócić, możliwe, że chciała mnie jedynie zranić, całą siłą swego mysiego ciałka skakała i kąsała moją mokrą podeszwę, za każdym razem odsuwałem ją delikatnie, ale myszka wciąż od nowa rzucała się na moją podeszwę, aby wreszcie całkiem bez tchu przysiąść w kątku i patrzeć na mnie, patrzeć mi w oczy, i zacząłem dygotać, widziałem, że w tych mysich oczach jest w tej chwili coś więcej niż gwiaździste niebo nade mną, więcej niż prawo moralne we mnie. Uderzeniem pioruna oznajmił mi Artur Schopenhauer, że najwyższym prawem jest miłość, a ta miłość to współczucie, pojąłem, dlaczego Artur tak nienawidził głoszącego kult siły Hegla, byłem jednak zadowolony, że ani Hegel, ani Schopenhauer nie byli dowódcami wrogich armii, bo ci dwaj toczyliby wojnę dokładnie taką, jaką wiodą dwa szczurze klany we wszystkich kanałach i ściekach praskich podziemi. Dziś w nocy byłem taki zbiedzony, leżałem w poprzek łóżka pod baldachimem, nad którym belki podtrzymywały dwie tony książek, patrzyłem w półmrok wdzierający się ze skąpo oświetlonej ulicy i przez szpary między deskami widziałem grzbiety książek, a kiedy było cicho, nagle usłyszałem chrobot mysich ząbków, słyszałem, jak pracują na baldachimie nad moim łóżkiem, i z kilku książek dochodził mnie ten dźwięk, który napędzał mi strachu, jakby cykał tam stoper, a gdzie są myszki, tam gdzieś nade mną będzie też mysie gniazdo, a gdzie są gniazda, tam za kilka miesięcy powstanie mysia osada, a za pół roku wioski myszek, które w postępie geometrycznym, nim minie rok, utworzą miasteczko, zdolne podgryzać również tramy i belki tak przemyślnie, że pewnego razu – i to już wkrótce – trącę je tylko głosem, tylko nieznacznym ruchem ręki i zleci na mnie tych dwadzieścia kwintali książek, i tak myszki zgotują mi odpłatę za wszystkie paczki, w których je kiedykolwiek sprasowałem.

Luis Rosales

1910-1992, España

UNA HUELLA DE VIOLETA EN LA NIEVE

Me contaba su sueño hasta agotarse
y sus palabras eran
como el paso del tren cuando te encuentras junto a la vía,
y sientes su atracción en todo el cuerpo al mismo tiempo,
y vibras empujado por el vacío
que tiene un fundamento de dulzura y terror.
Mientras me hablaba
ella vivía desde este fundamento
en donde el miedo de vivir se nos acerca tanto
que la carne se agrieta para arder,
que la carne se agrieta
como la llama tiene un vacío, en su centro, de sombra natural;
y ella se iba llenando de ese hueco,
de ese espejo de nieve simultánea
mientras seguía contándome su sueño como si no pudiera despertar,
como si hablara sola,
sintiéndose empujada únicamente
por ese miedo transitivo que aún empapaba sus palabras.
Y sin embargo algo ha nacido de esa conversación extenuante,
algo que siento ahora,
que seguiré sintiendo siempre
como escucho a esta niña de tierra improvisándose
que reúne su temblor para decirme
que no sabe vivir,
que no puede vivir
porque la carne se le queda cada día más pequeña;
tan pequeña que ha llegado a sentirse impedida,
y ya no podrá nunca llegar hasta su casa,
y ya sólo recuerda que vivía en un colegio,
y ya sólo recuerda que vivía dentro del dormitorio de un colegio,
donde todas las noches despertaba
viendo pasar un tren por el pasillo atónito,
viendo pasar todas las noches el mismo tren
por el mismo pasillo titilante de camas sucesivas,
de camas con guirnaldas de muchachas que duermen
sin salir del espejo,
sin ver pasar el tren
que a ella, todas las noches, va despertándola un poco más,
a fuerza de seguirlo,
a fuerza de seguirlo cuando pasa y se pierde en la sombra,
y la desclava de su cuerpo igual que se desclava con la humedad un cuadro en la pared,
y la deja tronchada en las vías
sobre las cuales pasa el tren donde ella misma va sonriendo en todas las ventanas.

Fotografías de René Groebli (1927-, Suiza)

Tłum. Ada Trzeciakowska

Ślad fiołka na śniegu

Opowiadała mi swój sen, aż do wyczerpania
a słowa jej były
jak przejeżdżający pociąg, gdy stoisz przy torach,
i czujesz w każdym kawałku ciała przyciąganie,
wibrując popychany przez pustkę
u źródeł której kryje się słodycz i groza.
Mówiąc do mnie  
czerpała z tego źródła
gdzie strach przed życiem podchodzi do nas tak blisko,
że ciało pęka i płonie,
że ciało pęka
jak płomień, pustka w jego sercu jest z naturalnego cienia;
i ona właśnie wypełniała się tą nicością,
tym równoczesnym lustrem śniegu
podczas gdy opowiadała mi swój sen, jakby nie mogła się obudzić,
jakby mówiła sama do siebie,
czując się popychana tylko
tym przejściowym strachem, którym wciąż nasiąkają jej słowa.
A jednak coś z tej męczącej rozmowy zrodziło się,
coś co czuję teraz,  
co będę czuł zawsze
gdy słucham tej dziewczyny z ziemi improwizującej się  
zespalającej swoje drganie by powiedzieć mi,
że nie potrafi żyć,
że nie może żyć
bo ciało jej z dnia na dzień staje się coraz mniejsze;
tak małe, że czuje się już niezdolna,
i nigdy już nie będzie w stanie dotrzeć do domu,
i pamięta już tylko, że kiedyś mieszkała w szkole,  
i pamięta już tylko, że mieszkała w szkolnej sypialni,
w której każdej nocy budziła się
osłupiała patrząc na przejeżdżający korytarzem pociąg,
patrząc każdej nocy na ten sam pociąg, przejeżdżający   
tym samym rozmigotanym korytarzem kolejnych łóżek,
łóżek z girlandami uśpionych dziewcząt,
nie wychodzących z lustra,
nie widzących przejeżdżającego pociągu
który, każdej nocy, wybudza ją trochę bardziej,
bo idzie za nim,
bo idzie za nim, gdy przejeżdża i znika w cieniu,
i odrywa ją od jej ciała, jak obraz na ścianie odrywa się z powodu wilgoci,
i zostawia ją odłamaną na torach
po których przejeżdża pociąg, w którym ona sama uśmiecha się ze wszystkich okien.  

Henri-Pierre Roché/François Truffaut

1879-1959, Francia / 1932-1984, Francia

Fragmento del guion de la película de François Truffaut Jules y Jim (1962). Guion de François Truffaut y Jean Gruault, adaptación de novela homónima de Henri-Pierre Roché.

Trad. José de la Colina

Jules y Jim

JULES : Albert fue herido en la guerra, en las trincheras.
ALBERT: Ahora las cosas van bien pero cuando volví en mí y vi al cirujano hurgándome en el cráneo, pensé en Oscar Wilde: «Dios mío, ahórrame los dolores físicos que de los morales yo me encargo.»
JULES: Lo que subleva de la guerra es que priva al hombre de su combate individual.  
JIM: Sí, es verdad, pero creo que al menos uno puede, al margen de la guerra, hacer la suya propia. Pienso en ese artillero que conocí en el hospital. Cuando volvía de su permiso, encontró a una muchacha en el tren; conversaron entre Niza y Marsella. Al saltar al andén, ella le dio su dirección. Y bien, durante dos años, todos los días, él le escribía frenéticamente, desde las trincheras, en papel de envolver, a la luz de las velas. Aun cuando llovían los obuses. Cartas cada vez más y más íntimas. Al comienzo, él encabezaba: «Querida señorita», y terminaba: «Mis sinceros respetos»; a la tercera carta, la llamaba «Mi pequeña hada» y le pedía una foto. Luego, «Mi hada adorable», luego, «Le beso las manos», luego «Le beso la frente». Después, le describe en detalle la foto que ella le ha mandado y le habla de su pecho que ha creído adivinar bajo la bata, y pronto, pasa al tuteo: «Te amo terriblemente.» Un día, escribe a la madre de la muchacha, pidiéndole la mano. A partir de entonces se convierte en su novio oficial sin haberla vuelto a ver. La guerra continúa y las cartas se hacen más íntimas. «Me apodero de ti, mi amor, tomo tus senos adorables. Te estrecho toda contra mí…» Cuando ella responde un poco fríamente a una de sus cartas, él se trastorna y le suplica que no se haga la coqueta porque él puede morir de un día a otro. Y dice la verdad.  
Vea usted, Jules, para comprender esta extraña violación por correspondencia, es necesario haber conocido toda la violencia de la guerra de trincheras, esa especie de locura colectiva y esa presencia de la muerte a cada minuto. Aquí tiene un hombre que, mientras participaba en la Gran Guerra, supo hacer su guerrita paralela, su combate individual, y conquistar totalmente a una mujer, por persuasión, a distancia. Cuando llegó al hospital, estaba, como usted, herido en la cabeza, pero no tuvo la misma suerte. Murió después de la trepanación, la víspera misma del armisticio. En su última carta a su novia desconocida, escribía: «Tus senos son los únicos obuses que amo.» Les mostraré una serie de fotos que tengo de él. Haciéndolas pasar rápidamente parece que él se mueve.  

Tłum. KK Carlos

JULES I JIM

JULES: Albert został ranny podczas wojny w jednym z okopów.  
ALBERT: Teraz jest już w porządku, ale gdy budziłem się i widziałem tych wszystkich lekarzy grzebiących w mojej czaszce, czułem się jak Oscar Wilde. Boże oszczędź mi bólu fizycznego. Z moralnym dam sobie radę.  
JULES: To co buntuje przeciwko wojnie to fakt, że pozbawia człowieka jego indywidualnej bitwy.
JIM: Tak, ale nawet w ferworze walki, toczy on własną bitwę. W szpitalu poznałem pewnego żołnierza. W pociągu, gdy odjeżdżał, poznał dziewczynę. Rozmawiali całą drogę pomiędzy Niceą a Marsylią. Zostawiła mu swój adres. Pisywał do niej codziennie, przez dwa lata. Przy świecach, podczas bitew. Jego listy stawały się coraz bardziej zażyłe. Na początku pisał: «Droga panno,» a kończył, «Z poważaniem.» Wkrótce nazywał ją «Moja mała Jagienko» i prosił o jej zdjęcie. Potem stała się jego «Najukochańszą Jagienką.» Pisał: «Całuję twoją dłoń.» Następnie: «Twoje czoło.» Wysłała mu zdjęcie, odpisał, że oczami wyobraźni widzi jej piersi przez sukienkę. Był coraz bardziej nieokrzesany. «Kocham cię na zabój.» Napisał do jej matki prosząc o jej rękę. Został jej narzeczonym, choć widział ją tylko ten jeden raz w pociągu. Wojna trwała, pisał jeszcze bardziej intymne listy «Pożądam cię najdroższa. Dotykam twoich cudownych piersi. Nasze nagie ciała splatają się.» Ona odpisywała bardziej stonowanie, on prosił, aby była z nim szczera bo w każdej chwili może zginąć. I nie mylił się
Ten szalony romans, korespondencyjny… mógł mieć miejsce tylko podczas wojny, gdzie śmierć czaiła się tuż za rogiem. Więc ten żołnierz walczył w wojnie jednocześnie tocząc bitwę o kobietę ze swoich marzeń i zwyciężył poprzez korespondencję. Również miał ranę głowy, kiedy go przywieźli. Miał jednak mniej szczęścia. Zmarł dzień przed ogłoszeniem rozejmu. W swoim ostatnim liście napisał «Twoje piersi są jedynymi bombami, które pokochałem». Mam tu gdzieś jego zdjęcia. Jeśli szybko je przerzucać, postacie zdają się poruszać.

Jules and Jim

JULES: Albert was wounded in the trenches.  
ALBERT: l’m OK now but when l woke up and found a surgeon digging in my skull l thought of Oscar Wilde: God, spare me physical pain! l can cope with moral suffering!  JULES: The disgusting part of war is it deprives a man of his own individual battle.
JIM: Yes but l think he can still wage it at the same time. l remember a gunner l met in the hospital. While on leave he met a girl in a train and they talked between Nice and Marseilles. As she left she gave him her address. For  years he frantically wrote her daily from the trenches on wrapping paper by candlelight. As the shells fell, his tone became more intimate. At first he wrote “Dear Miss” and ended with “My sincerest respects”. ln the next one he called her “My little fairy” and then it was “My adorable fairy” and then “l kiss your hands” then “l kiss your forehead”. Then he spoke of the photo she’d sent and of the breasts he imagined under her housecoat. Soon he said “l love you terribly”. One day he wrote her mother, asking for the girl’s hand. He became officially engaged without ever seeing her again. The war went on and the letters became more and more intimate “l clutch you to me, my love l hold your adorable breasts l clasp you to me naked”. When she replied a bit coldly he begged her not to be coy because he might die any moment. lt was true.
To understand this extraordinary deflowering by mail you need to know the violence of trench warfare the collective madness and the presence of death each second. Here’s a man who fought in the war and yet he also waged his own personal battle and completely conquered a woman from afar. He was hospitalized with a head wound like you, but wasn’t as lucky as you. He died after a trepanation on the eve of the armistice. ln his last letter to his unknown fiancée he wrote “Your breasts are the only grenades l love”.  l’ll show you some photos l have of him. He almost seems alive.

JULES ET JIM

JULES: Albert a été blessé â la guerre, dans les tranchées.   
ALBERT: Maintenant, ça va tout â fait, mais quand je me suis réveillé  et que j’ai vu le chirurgien fouiller dans mon crâne,  j’ai pensé à Oscar Wilde  «Mon Dieu, épargnez-moi les douleurs physiques.  Les douleurs morales, je m’en charge.»   
JULES: Ce qui est révoltant dans la guerre,  c’est qu’elle prive l’homme de son combat individuel.  
JIM: Oui, c’est vrai, mais je crois qu’il peut quand même,  en marge de la guerre, mener la sienne.  Je pense â cet artilleur que j’ai connu â l’hôpital.  En revenant de permission,  il a rencontré une jeune fille dans le train.  Ils se sont parlé entre Nice et Marseille.  En sautant sur le quai de la gare, elle lui a donné son adresse.  Eh bien, pendant deux ans, tous les jours,  il lui a écrit frénétiquement depuis les tranchées  sur du papier d’emballage â la lueur des bougies,  même quand les obus pleuvaient, des lettres de plus en plus intimes.  Au début, il commençait «Chère mademoiselle» et terminait par “Mes hommages respectueux.»  À la troisième lettre, il l’appelait «ma petite fée»  et lui demandait une photographie.  Puis ce fut » ma fée adorable» . Puis «je vous baise les mains» .  Puis «je vous baise le front» .  Plus tard, il lui détaille la photographie  qu’elle lui a envoyée, et lui parle de sa poitrine  qu’il a cru deviner sous le peignoir. Et bientôt, il passe au tutoiement.  «Je t’aime terriblement.» Un jour, il écrit  â la mère de cette jeune fille pour lui demander sa main.  Dès lors, il devient son fiancé officiel sans jamais l’avoir revue.  La guerre continue, et les lettres deviennent toujours plus intimes.  «Je m’empare de toi, mon amour, “je prends tes seins adorables,  je te presse absolument nue contre moi.»  Parce qu’elle répond un peu froidement â l’une de ses lettres, il s’emporte  et la prie de ne pas faire la coquette  parce qu’il peut mourir d’un jour â l’autre, et il dit vrai.   
Voyez-vous, Jules, pour comprendre  cet extraordinaire dépucelage par correspondance,  il faut avoir connu toute la violence de la guerre des tranchées.  Cette espèce de folie collective  et cette présence de la mort, minute par minute.  Voilâ donc un homme qui, tout en participant â la Grande Guerre,  a su mener sa petite guerre parallèle, son combat individuel,  et conquérir totalement une femme par la persuasion â distance.  Quand il est arrivé â l’hôpital, il était comme vous, blessé â la tête.  Mais il n’a pas eu votre chance.  Il est mort après la trépanation, la veille même de l’armistice.  Dans sa dernière lettre â sa fiancée inconnue, il écrivait  «Tes seins sont les seuls obus que j’aime.»  Je vous montrerai une série de photos que j’ai de lui.  En les regardant vite, on croit le voir bouger.   

Alejandra Pizarnik

1936-1972, Argentina

Árbol de Diana, 30-38

30
en el invierno fabuloso
la endecha de las alas en la lluvia
en la memoria del agua dedos de niebla

31
Es un cerrar los ojos y jurar no abrirlos. En tanto afuera se alimenten de relojes y de flores nacidas de la astucia. Pero con los ojos cerrados y un sufrimiento en verdad demasiado grande pulsamos los espejos hasta que las palabras olvidadas suenan mágicamente.

32
Zona de plagas donde la dormida come

lentamente
su corazón de medianoche.

33
alguna
vez

alguna vez tal vez
me iré sin quedarme

me iré como quien se va

                                                                                                      a Ester Singer

34
la pequeña viajera
moría explicando su muerte

sabios animales nostálgicos
visitaban su cuerpo caliente

35
Vida, mi vida, déjate caer, déjate doler, mi vida, déjate enlazar de fuego, de silencio ingenuo, de piedras verdes en la casa de la noche,  déjate caer y doler, mi vida.

36
en la jaula del tiempo
la dormida mira sus ojos solos

el viento le trae
la tenue respuesta de las hojas

                                                                                                       A Alain Glass

37
más allá de cualquier zona prohibida
hay un espejo para nuestra triste transparencia

38
Este canto arrepentido, vigía detrás de mis poemas:

este canto me desmiente, me amordaza

Fotografías de Francesca Woodman (1958-1981, EE.UU.)

Tłum. Ada Trzeciakowska

Drzewo Diany, 30-38

30
w baśniowej zimie
żałobna pieśń skrzydeł w deszczu
w pamięci wody palce mgły

31
To jak zamknąć oczy i obiecać, że ich więcej nie rozewrzemy. Dopóki na zewnątrz żywią się zegarami i kwiatami narodzonymi z podstępu. Ale z zamkniętymi oczyma i cierpieniem naprawdę zbyt wielkim naciskamy lustra aż zapomniane słowa zabrzmią magicznie.

32
Strefa plag tam gdzie śpiąca zjada

powoli
swoje serce z połowy nocy.

33
któregoś
razu

któregoś razu być może
odejdę nie zostając

odejdę jak ktoś kto odchodzi

                                                                             dla Ester Singer

34
mała wędrowniczka
umierała tłumacząc się ze śmierci

mądre nostalgiczne zwierzęta
odwiedzały jej gorące ciało

35
Życie, życie moje, pozwól sobie upaść, pozwól sobie na ból, życie moje, pozwól sobie spleść się z ogniem, z naiwną ciszą, z zielonymi kamieniami w domostwie nocy, pozwól sobie upaść i boleć, życie moje.

36
w klatce czasu
uśpiona patrzy w swoje samotne oczy

wiatr przynosi jej
wątłą odpowiedź liści

                                                                               dla Alaina Glassa

37
Ponad każdą zakazaną strefą
istnieje lustro dla naszej smutnej przezroczystości

38
Ta pieśń pełna żalu i pokuty, czuwa nad moimi wierszami:

ta pieśń odkłamuje mnie, zatyka mi usta kneblem

Michael Strunge

1958-1986, Dinamarca

Trad. Omar Pérez Santiago

Cuando estamos durmiendo

Cuando estamos durmiendo
nuestros corazones son dos pájaros
sueltos por la noche y la ciudad.
Encuentran huecos entre las casas
y tienen todas las épocas, a todo el cielo.
Llegan de sobra a los segundos –
Extienden las alas y abarcan la ciudad
vagan como relámpagos silenciosos lejos de aquí
Con la extrema percepción de oxígeno de las plumas:
los bosques, el mar, los cerebros de la gente
tendidos con sueños extendidos.
Por tanto soñamos –
tu sonrisa en el mensaje, las venas de tus párpados,
tus sonidos de visión dormida, ssshh, ssshh,
tu corazón un pájaro ahí fuera en la oscuridad,
un sonido en la oscuridad aquí dentro.
Tu piel es tan blanca y de nuevo siento
esta feliz angustia por la muerte.

Obras de Gabriel Pacheco y Andrew Newell Wyeth

Tłum. Ada Trzeciakowska

Kiedy śpimy

Kiedy śpimy
nasze serca to dwa ptaki
wypuszczone w noc nad miastem.
Znajdują dziuple między domami
I posiadają wszystkie czasy i nieba bezmiar.
Bez problemu nadążają za sekundami –
Rozkładają skrzydła i obejmują całe miasto
błądząc jak bezgłośne błyskawice daleko stąd
Nadzwyczajnie wyczuwają tlen piórami:
nad lasami, morzami, umysłami ludzi
wyciągniętych pod rozciągającymi się snami.
Dlatego śnimy-
twój uśmiech w wiadomości, żyły twoich powiek,
twoje odgłosy uśpionej wizji, ssshh, ssshh,
twoje serce ptak tam gdzieś w ciemności,
odgłos w ciemności tutaj obok.
Twoja skóra tak biała i znów czuję
tę szczęśliwą udrękę z powodu śmierci.

Når vi sover

Når vi sover
er vore hjerter to fugle
ude i mørket og byen.
Mellem husene finder de vej
og har alle tider, hele himlen.
De når vidt på sekunder –
breder vingerne ud og omspænder byen
strejfer som lydløse lyn langt herfra
med fjerenes yderste sansning af ilt:
skovene, havet, menneskenes hjerner
spændte med afspændte drømme.
Derfor drømmer vi –
dit smil ved besked, dine øjenlågs årer,
dine lyde af søvnsyn, ssshh ssshh,
dit hjerte en fugl derude i mørket,
en lyd i mørket herinde.
Din hud er så hvid og igen kan jeg føle
denne lykkelige angst for at dø.

Karin Boye

1900-1941, Suecia

Trad. Ada Trzeciakowska

Un silencio se expandía

El silencio se expandía con suavidad del bosque invernal soleado.
¿Cómo es que mi voluntad se hizo tan firme y mi camino tan dócil?
En mi mano tintineaba un cuenco de vidrio grabado.

Entonces mi pie se hizo atento y más no tropezaría.
Entonces mi mano se hizo cautelosa y más no temblaría.
Entonces fui inundada y arrastrada por la fuerza de las cosas frágiles.

Trad. Francisco J. Uriz

Un amplio silencio

Suavemente se expandía el silencio como soleado bosque de invierno.
¿Cómo se doblegó mi voluntad de tan servil manera?
En mi mano latía un cuenco de vidrio sonoro.
De repente, mi pie se volvió temeroso y no rechazó la huida.
Mi mano se volvió cautelosa y ni siquiera pudo ya temblar.
Entonces me volví abundante. Fui atrapada por la fuerza de las cosas frágiles.

Tłum. Ada Trzeciakowska

Cisza rozciągała się

Cisza rozciągała się miękko jak zimowe lasy w słońcu.
Jak moja wola wzrosła stanowcza a moja droga mnie posłuszna?
W dłoni niosłam wytrawioną misę z dźwięcznego szkła.

Wtedy moja stopa stała się tak uważna, że już nie potknie się.
Wtedy moja ręka stała się tak ostrożna, że już nie zadrży.
Wtedy przepełniła mnie i porwała siła rzeczy kruchych.

Transl. David McDuff

A stillness expanded

A stillness expanded, soft as sunny winter forests.
How did my will grow sure and my way obedient to me?
I carried in my hand an etched bowl of ringing glass.
Then my foot became so cautious and will not stumble.
Then my hand became so careful and will not tremble.
Then I was flooded over and carried by the strength from fragile
                                                      things.

En stillhet vidgades

En stillhet vidgades mjuk som soliga vinterskogar.
Hur blev min vilja viss och min väg mig underdånig?
Jag bar i min hand en etsad skål av klingande glas.

Då blev min fot så varsam och kommer inte att snava.
Då blev min hand så aktsam och kommer inte att darra.
Då blev jag överflödad och buren av styrkan ur sköra ting.

Olga Jackowska (Kora)

1951-2018, Polonia

Trad. Ada Trzeciakowska

Creonte

¿Qué casa es esta?
Sus cimientos tiemblan y
en sus puertas se degüellan
hermanos con hermanos.
Aquí hay un papel para ti, Creonte,
y para la heroica Antígona.

Nada ha cambiado
durante miles de años.
Las mismas ansias viejas,
los mismos tristes deseos.
Una vez perdido todo,
por el pueblo derrocado,
la soledad será tu castigo.

Mejor ten cuidado,
Creonte, Creonte,
jamás te dejaré en paz.
Si quiero, puedo ser una rata
y llegar al agujero más oscuro.
Si quiero, puedo ser una cucaracha
y sembrar entre tus huesos
las flores de peste y anatemas.
Te pude haber dado
sombra en un día de estío,
ser una amante tierna
en medio de una noche fría.

Dices que no sé defenderme
¡Qué ironía del destino!
Soy un diamante cristalino,
tú sólo me sacas el brillo.

Kreon

What kind of home
Has foundation that shake
Where brothers cut throats
With knives of hate
There’s always a part for you, Kreon
And for the hero Antygon

Nothing has changed
For thousend of years
The same old desires
The same old greed
Lose everything
People turn from your throne
You’ll face the end forever alone…

You’d better watch out
Kreon, Kreon
I’ll never give you
A peaceful moment
If I want, I’ll be a rat
And find you in the darkest corner
If I want, I’ll be a cockroach
Crawl in your ear
And poison your last hope
I could be your shadow
On a long hot day
Be your lover in the middle of the night

You say I’m defenceless
You must be joking
I’m a rough diamond
You are only shining me.

Kreon

Co to za dom, fundamenty w nim drżą
Brat bratu gardło podrzyna
Jest zawsze rola dla Kreona
Jest heroiczna Antygona

Od tysiącleci nic się nie zmienia
Te same żądze, te same pragnienia
Gdy wszystko stracisz a lud się odwróci
Za późno będzie, by do życia wrócić

Bój się teraz ty Kreonie
Nie zaśniesz przeze mnie
Gdy zechcę, będę szczurem
Dotrę do ciebie przez najmniejszą dziurę
Gdy zechcę będę karaluchem
Będę ci szeptać przekleństwa do ucha
A mogłam być cieniem w upalne południe
Czułą kochanką w środku nocy

Mówisz, że jestem bez siły
Ty chyba żartujesz
Jestem twardym diamentem
Ty go tylko szlifujesz

Anne Sexton

1928-1974, EE. UU.

Trad. José Luis Reina Palazón

Nadando al desnudo

En el sudoeste de Capri
encontramos una pequeña gruta desconocida
donde no había nadie y
la penetramos completamente
y dejamos que nuestros cuerpos perdieran toda
su soledad.

Todo lo que hay de pez en nosotros
escapó por un minuto.
A los peces reales no les importó.
No perturbamos su vida personal.
Nos deslizamos tranquilamente sobre ellos
y debajo de ellos, soltando
burbujas de aire, pequeños
globos blancos que ascendían
hasta el sol junto al bote
donde el botero italiano dormía
con el sombrero sobre la cara.

Un agua tan clara que se podía
leer un libro a través de ella.
Un agua tan viva y tan densa que se podía
flotar apoyando el codo en ella.
Me tendí allí como en un diván.
Me tendí allí como si fuera
la Odalisca roja de Matisse.
El agua era mi extraña flor.
Hay que imaginarse una mujer
sin toga ni faja
tendida sobre un sofá profundo
como una tumba.

Las paredes de esa gruta
eran de todos los azules y
dijiste: “¡Mira! Tus ojos
son color mar. ¡Mira! Tus ojos
son color cielo”. Y mis ojos
se cerraron como si sintieran
una súbita vergüenza.

Trad. Ben Clark

Nadando al desnudo

En la parte más al sur de Capri
descubrimos una pequeña gruta
donde no había nadie y
entramos en ella completamente
y dejamos que nuestros cuerpos perdieran toda
su soledad.

Los peces en nosotros
habían escapado en un minuto.
A los peces reales no les importó.
No molestábamos su vida personal.
Con calma nos deslizamos sobre ellos
y bajo ellos, desprendiendo
burbujas de aire, pequeños globos
blancos que flotaban hacia el sol junto a la barca
donde el barquero italiano dormía
con su sombrero tapándole la cara.

Agua tan clara que podrías
leer un libro a través de ella.
Agua tan boyante que podrías
flotar sobre tu codo.
Me tumbé sobre ella como en un diván.
Me tumbé sobre ella exactamente como
la Odalisca Roja de Matisse.
El agua era mi extraña flor.
Uno debe imaginarse a una mujer
sin toga ni pañuelo
sobre un lecho profundo como una tumba.

Las paredes de esa gruta
eran de todos los azules y
tú dijiste, «¡Mira! Tus ojos
son del color del mar. ¡Mira! Tus ojos
son del color del cielo». Y mis ojos
se cerraron como si de repente
estuvieran avergonzados.

Swimmer de Agostino Arrivabene

The nude swim

On the southwest side of Capri
we found a little unknown grotto
where no people were and we
entered it completely
and let our bodies lose all
their loneliness.

All the fish in us
had escaped for a minute.
The real fish did not mind.
We did not disturb their personal life.
We calmly trailed over them
and under them, shedding
air bubbles, little white
balloons that drifted up
into the sun by the boat
where the Italian boatman slept
with his hat over his face.

Water so clear you could
read a book through it.
Water so buoyant you could
float on your elbow.
I lay on it as on a divan.
I lay on it just like
Matisse’s Red Odalisque.
Water was my strange flower,
one must picture a woman
without a toga or a scarf
on a couch as deep as a tomb.

The walls of that grotto
were everycolor blue and
you said, ‘Look! Your eyes
are seacolor. Look! Your eyes
are skycolor.’ And my eyes
shut down as if they were
suddenly ashamed.

Tłum. Teresa Truszkowska

Kąpiel nago

W południowo-zachodnim zakątku Capri
odkryliśmy nieznaną grotę,
gdzie nie było ludzi
i weszliśmy do niej,
by nasze ciała
nie były już samotne.

Ryby w naszym wnętrzu
na chwilę zniknęły.
Prawdziwe ryby nie zwracały uwagi.
Nie zakłócaliśmy ich prywatnego życia.
Spokojnie płynęliśmy nad nimi
i poniżej, wypuszczając
bąbelki powietrza jak białe
baloniki, co wzlatywały
ku słońcu w pobliżu łódki,
w której włoski przewoźnik drzemał
w kapeluszu zsuniętym na twarz.

Woda była tak przejrzysta, że mogłam
przez nią czytać książkę.
Woda tak wynosiła, że mogłam
kołysać się w niej oparta na łokciu.
Leżałam jak na otomanie.
Spoczywałam jak
Czerwona Odaliska Matisse’a.
Woda była dla mnie dziwnym kwiatem.
Wyobraźcie sobie kobietę
bez sukni i szala
na posłaniu głębokim jak grobowiec.

Ściany tamtej groty
mieniły się wszystkimi barwami błękitu,
a ty powiedziałeś: «Spójrz! Masz oczy
koloru wody morskiej. Spójrz! Twoje oczy
są lazurowe jak niebo.» I moje oczy
zamknęły się jakby je nagle
ogarnął wstyd.

Peter Gabriel

1950-, Inglaterra

*Canción inspirada en el poema 45 Mercy Steet de Anne Sexton. Gabriel la compuso después de haber evitado un accidente aéreo. Igual que logró salvarse él, en la letra de la canción, plantea un final feliz para Anne que había cometido suicido 14 años antes, habiendo luchado durante toda su vida contra el trastorno bipolar, la hipocresía y superficialidad del mundo en el que vivía. Más sobre las circunstancias aquí.

Trad. Ada Trzeciakowska

Calle de la Misericordia

Mira hacia abajo las calles vacías,
todo lo que ve
son los sueños que se han hecho sólidos
son los sueños hechos realidad

Todos los edificios, todos aquellos coches
alguna vez eran solo un sueño
en la mente de alguien

Ella imagina el cristal roto,
imagina el vapor
imagina un alma
Sin grietas ni manchas

Cojamos el barco ya
esperemos hasta la oscuridad
cojamos el barco y
esperemos hasta que llegue la oscuridad

No en los corredores de verde pálido ni grises suburbios
en la fría luz del día

Allí, en medio de todo esto, las palabras
tan vivas y solas sostienen
como vértebras

Sueñas con la calle misericordia
le das la vuelta a tu interior
Sueñas con misericordia
en los brazos de tu papá otra vez
Sueñas con la calle misericordia
‘Juro que movieron esta señal’
Sueñas con misericordia
en los brazos de tu papá

Sacas fuera los papeles de los cajones
que se deslizan con suavidad
tirando en la oscuridad de palabra tras palabra
confiesas todos los secretos
en la cálida caja de terciopelo
Al sacerdote – él es el doctor
Soportará el choque

Sueñas con la ternura
-el temblor en las caderas-
con besar los labios de Mary

Sueñas con la calle misericordia
le das la vuelta a tu interior
sueñas con misericordia
en los brazos de tu papá otra vez
Sueñas con la calle misericordia
‘Juro que movieron esta señal’
buscas misericordia
en los brazos de tu papá

misericordia, buscas misericordia

Anne y su padre ya están en barco,
remontando las aguas,
remontando las olas sobre el mar

Tłum. Ada Trzeciakowska

Ulica Miłosierdzia

Spogląda w dół na puste ulice,
wszystko co widzi
to sny, które się nabrały kształtów
sny, które stały się rzeczywistością

Wszystkie budynki, wszystkie te samochody
kiedyś były tylko marzeniem
w czyjejś głowie

Opisuje stłuczone szkło
opisuje kłęby pary,
opisuje duszę
bez żadnej skazy ani pęknięcia

Weźmy już łódź
poczekajmy do zmroku
Weźmy łódź i
poczekajmy, aż zapadnie zmrok.

Nie na tych bladozielonych korytarzy
i szarych przedmieściach
w chłodnym świetle dnia.

Tam, po środku tego wszystkiego, słowa,
tak żywe i samotne,
podtrzymują jak kręgi i kości.

Śniąc o ulicy miłosierdzia
wywracasz wnętrze na drugą stronę
Śnisz o miłosierdziu
w ramionach taty jeszcze raz.
Śniąc o ulicy miłosierdzia
Przysięgam, że przestawili ten znak
śnisz o miłosierdziu
w ramionach taty

Wyciągasz papiery z szuflad,
które ślizgają się gładko.
wyszarpując w ciemności słowo za słowem
wyznajesz wszystkie tajemnice
w ciepłym aksamitnym pudełku,
księdzu – on jest lekarzem,
zniesie ten szok.

Śnisz o czułości
– drżenie bioder,
o całowaniu ust Mary

Śniąc o ulicy miłosierdzia
wywracasz wnętrze na drugą stronę
Śnisz o miłosierdziu
w ramionach taty jeszcze raz.
Śniąc o ulicy miłosierdzia
Przysięgam, że przestawili ten znak
szukasz miłosierdzia
w ramionach taty

miłosierdzia, szukasz miłosierdzia.

Anne i jej ojciec są już razem w łodzi.
przemierzają wody
prują morskie fale.

Mercy Street

Looking down on empty streets,
all she can see
are the dreams all made solid
are the dreams all made real

all of the buildings, all of those cars
were once just a dream
in somebody’s head

she pictures the broken glass,
she pictures the steam
she pictures a soul
with no leak at the seam

lets take the boat out
wait until darkness
let’s take the boat out
wait until darkness comes

nowhere in the corridors of pale green and grey
nowhere in the suburbs
in the cold light of day

there in the midst of it so alive and alone
words support like bone

dreaming of mercy st.
wear your inside out
dreaming of mercy
in your daddy’s arms again
dreaming of mercy st.
’swear they moved that sign
dreaming of mercy
in your daddy’s arms

pulling out the papers from the drawers
that slide smooth
tugging at the darkness, word upon word
confessing all the secret things
in the warm velvet box
to the priest-he’s the doctor
he can handle the shocks

dreaming of the tenderness
-the tremble in the hips
of kissing Mary’s lips

dreaming of mercy st.
wear your insides out
dreaming of mercy
in your daddy’s arms again
dreaming of mercy st.
’swear they moved that sign
looking for mercy
in your daddy’s arms

mercy, mercy, looking for mercy

Anne, with her father is out in the boat
riding the water
riding the waves on the sea

Anne Sexton

1928-1974, EE. UU.

Trad. Ada Trzeciakowska

Frenesí

No soy perezosa.
Estoy bajo los efectos de la anfetamina del alma.
Estoy, cada día,
mecanografiando a Dios
en quien tiene fe mi máquina.
Muy rápido. Muy intensamente,
como un lobo junto a un corazón vivo.
Sin pereza.
Cuando un hombre vago, dicen,
mira hacia el cielo,
los ángeles cierran las ventanas.

Oh, ángeles,
mantened las ventanas abiertas,
así podré alcanzar y llevarme
cada objeto,
de los que me cuentan que el mar no se está muriendo,
objetos que me cuentan que la tierra tiene voluntad de vivir,
que Cristo que caminó para mí,
caminó sobre un suelo real
y que este frenesí,
como las abejas que aguijonean el corazón durante toda la mañana,
hará que los ángeles
se queden y dejen las ventanas abiertas
de par en par, amplias como una bañera inglesa.

El cielo sobre Berlín de Wim Wenders (1987)

Tłum. Maria Korusiewicz

Szał

Nie jestem leniwa.
Jestem na amfetaminie duszy.
Każdego dnia wypisuję Boga,
w którego wierzy moja maszyna do pisania.
Bardzo szybko. Bardzo intensywnie,
jak wilk przy żyjącym sercu.
Nie leniwie.
Mówią, że gdy leniwy człowiek
spogląda ku niebu,
aniołowie zamykają okna.

O aniołowie,
trzymajcie okna otwarte,
tak, bym mogła sięgnąć do środka
i skraść każdy przedmiot,
przedmioty, które mówią mi, że morze nie umiera,
przedmioty, które mówią mi, że proch ma wolę życia,
że ten Chrystus, co chodził dla mnie,
chodził po prawdziwej ziemi,
i że ten szał,
jak pszczoły co przez cały poranek kłują serce,
zatrzyma anioły
przy oknach otwartych
szeroko jak angielska wanna.

Frenzy

I am not lazy.
I am on the amphetamine of the soul.
I am, each day,
typing out the God
my typewriter believes in.
Very quick. Very intense,
like a wolf at a live heart.
Not lazy.
When a lazy man, they say,
looks toward heaven,
the angels close the windows.

Oh angels,
keep the windows open
so that I may reach in
and steal each object,
objects that tell me the sea is not dying,
objects that tell me the dirt has a life-wish,
that the Christ who walked for me,
walked on true ground
and that this frenzy,
like bees stinging the heart all morning,
will keep the angels
with their windows open,
wide as an English bathtub.

Rafał Wojaczek

1945-1971, Polonia

Trad. Ada Trzeciakowska

Pupila

El tiempo
Es blanco, alargado
Hacia el corazón.
Los pájaros crecen a través del corazón.

Donde el tiempo se acaba,
Al otro lado del corazón
Habitas invisible.
El aire
Me susurra Tu cuerpo

El amor es sangre vasta.

Las estrellas son el eco de Tus ojos
Y se desplazan por las sendas
Abiertas por medio del paso de Tus sueños
Donde la noche se acaba.

Donde la muerte se acaba mi memoria ensanchada.

Źrenica 

Czas
Jest biały, wydłużony
W stronę serca.
Ptaki rosną przez serce.

Gdzie czas się kończy,
po drugiej stronie serca
Mieszkasz niewidzialna.
Powietrze
Szepce
Do mnie Twoje ciało.

Miłość jest krwią rozległą.

Gwiazdy są echem Twoich oczu
I poruszają się po ścieżkach
Wydeptanych przez Twoje sny
Gdzie noc się kończy.

Gdzie śmierć się kończy moja pamięć rozszerzona.