David Huerta

1949 – 3 de octubre de 2022, México

México pierde en dos días a sus dos grandes poetas, David Huerta y anteyer, Javier Raya con apenas 37 años.

El Remolino

Adentro, en las rajadas claridades
del remolino, el artista beckettiano
se agazapa, se curva, hecho un ovillo
de uranio, despidiendo toscos perfumes
de fenomenología. Sobre sus espaldas,
la tarde es un vaho de polimorfismo
perverso. El artista beckettiano
cierra los ojos para ver
la transparencia interior,
un dispositivo cómico que ha inventado
para contrarrestar el dolor de cabeza.
Circunda la escena
un teatro filosófico: alma, tiempo,
espacio, trascendencia, muescas
de sílabas. Samuel Beckett deja de escribir,
mete la mano en el remolino
y saca bolsas llenas de frías efigies
–monedas o máscaras de yeso.

Fotografía de la mano de William Kentridge por Daniel Ochoa de Olza

Tłum. Ada Trzeciakowska

Wir

Wewnątrz, wśród rozszczepionych jasności
wiru, Beckettowski artysta
kuli się, skręca, zwija w kłębek
uranu, wydzielając szorstkie wonie
fenomenologii. Na jego barkach,
wieczór jest wyziewem perwersyjnego
polimorfizmu. Beckettowski artysta
zamyka oczy chcąc dojrzeć
wewnętrzna przejrzystość,
wymyślony przez niego komiczny mechanizm
zwalczający ból głowy.
Scenę otacza
filozoficzny teatr: dusza, czas,
przestrzeń, transcendencja, karby
sylab. Samuel Beckett przerywa pisanie,
sięga ręką do wiru
i wyciąga siatki pełne zimnych podobizn
-monet lub gipsowych masek.

Marguerite Duras

1914-1996, Francia

Trad. Ana María Moix

Escribir

Un escritor es algo extraño. Es una contradicción y también un sinsentido. Escribir también es no hablar. Es callarse. Es aullar sin ruido. Un escritor es algo que descansa, con frecuencia, escucha mucho. No habla mucho porque es imposible hablar a alguien de un libro que se ha escrito y sobre todo de un libro que se está escribiendo. Es imposible. Es lo contrario del cine, lo contrario del teatro y otros espectáculos. Es lo contrario de todas las lecturas. Es lo más difícil. Es lo peor. Porque un libro es lo desconocido, es la noche, es cerrado, eso es. El libro avanza, crece, avanza en las direcciones que creíamos haber explorado, avanza hacia su propio destino y el de su autor, anonadado por su publicación: su separación, la separación del libro soñado, como el último hijo, siempre el más amado.
Un libro abierto también es la noche.  
Estas palabras que acabo de pronunciar me hacen llorar, no sé por qué.  
Escribir a pesar de todo pese a la desesperación. No: con la desesperación. Qué desesperación, no sé su nombre. Escribir junto a lo que precede al escrito es siempre estropearlo. Y sin embargo hay que aceptarlo: estropear el fallo es volver sobre otro libro, un posible otro de ese mismo libro.  
 (…)
 Cuando un libro está acabado —un libro que se ha escrito, claro—, al leerlo, ya no podemos decir que ese libro es un libro que ha escrito uno, ni qué se ha escrito en él, ni en qué desesperación o en qué estado de felicidad, el de un hallazgo o de un fallo de todo tu ser. Porque, al fin y al cabo, en un libro, no se puede ver nada semejante. La escritura es uniforme en cierto modo, atemperada. Ya no sucede nada más en un libro así, acabado y distribuido. Y recobra la indescifrable inocencia de su llegada al mundo.  
Estar sola con el libro aún no escrito es estar aún en el primer sueño de la humanidad. Eso es. También es estar sola en la escritura aún yerma. Es intentar no morir por su causa. Es estar sola en un refugio durante la guerra. Pero sin rezos, sin Dios, sin pensamiento alguno salvo ese deseo loco de matar a la nación alemana hasta el último nazi.  
La escritura ha existido siempre sin referencia alguna o bien es… Sigue siendo como el primer día. Salvaje. Diferente. Salvo la gente, las personas que circulan por el libro, nunca las olvida uno en el trabajo y el autor nunca las echa de menos. No, estoy segura, no, la escritura de un libro, el escribir. Pues es siempre la puerta abierta hacia el abandono. El suicidio está en la soledad de un escritor. Uno está solo incluso en su propia soledad. Siempre inconcebible. Siempre peligrosa. Sí. Un precio que hay que pagar por haber osado salir y gritar.  
(…)
En el libro hay eso: la soledad es la del mundo entero. Está por todas partes. Lo ha invadido todo. Sigo creyendo en esta invasión. Como todo el mundo. La soledad es eso sin lo que nada se hace. Eso sin lo que ya no se mira nada. Es un modo de pensar, de razonar, pero sólo con el pensamiento cotidiano. También eso está presente en la función de la escritura y ante todo quizá decirse que no es necesario matarse todos los días desde el momento en que todos los días podemos matarnos. Eso es la escritura del libro, no es la soledad. Hablo de la soledad pero no estaba sola, ya que tenía ese trabajo que sacar adelante, hasta la luz, ese trabajo de condenados: escribir El vicecónsul. Fue escrito y traducido a todas las lenguas del mundo entero, y está guardado. Y en ese libro el vicecónsul dispara contra la lepra, contra los leprosos, los miserables, contra los perros y luego dispara contra los Blancos, los gobernadores blancos. Mataba todo excepto a ella, la que se ahogó en el Delta una mañana de un día determinado, Lola Valérie Stein, esa Reina de mi infancia y de S. Thala, esa mujer del gobernador de Vinh Long.
 
Ese libro fue el primer libro de mi vida. Transcurría en Lahore, y también allí, en Camboya, en las plantaciones, transcurría por todas partes. El vicecónsul empieza con la niña de quince años que está embarazada, la pequeña annamita que ha sido arrojada de la casa materna y que da vueltas por ese macizo de mármol azul de Pursat. Ya no sé cómo sigue. Recuerdo que me costó mucho encontrar ese lugar, esa montaña de Pursat donde nunca había estado. El mapa estaba allí, encima de mi mesa de trabajo y seguí las sendas de los mendigos y de los niños con las piernas rotas, ya sin mirada, por sus madres, y que comían basuras. Era un libro muy difícil de escribir. No había plan posible para expresar la amplitud de la desdicha porque ya no había nada de los elementos visibles que la habían provocado. Sólo existía el Hambre y el Dolor.  
No había encadenamiento entre los acontecimientos de carácter salvaje, ya que nunca había programación. Nunca la hubo en mi vida. Nunca. Ni en mi vida ni en mis libros, ni una sola vez.  
Escribía todas las mañanas. Pero sin horario alguno. Nunca. Excepto en lo que se refiere a la cocina. Sabía cuándo había que ir para que tal cosa hirviera o tal otra no se quemara. En lo que se refiere a los libros, también lo sabía. Lo juro. Todo, lo juro. Nunca he mentido en un libro. Ni tampoco en mi vida. Excepto a los hombres. Nunca. Y eso se debe a que mi madre me infundió miedo con eso de que la falsedad mataba a los niños mentirosos.  
 
Creo que lo que reprocho a los libros, en general, es eso: que no son libres. Se ve a través de la escritura: están fabricados, están organizados, reglamentados, diríase que conformes. Una moción de revisión que el escritor desempeña con frecuencia consigo mismo. El escritor, entonces, se convierte en su propio policía; Entiendo, por tal, la búsqueda de la forma correcta, es decir, de la forma más habitual, la más clara y la más inofensiva. Sigue habiendo generaciones muertas que hacen libros pudibundos. Incluso jóvenes: libros encantadores, sin poso alguno, sin noche. Sin silencio. Dicho de otro modo: sin auténtico autor. Libros de un día, de entretenimiento, de viaje. Pero no libros que se incrusten en el pensamiento y que hablen del duelo profundo de toda vida, el lugar común de todo pensamiento.  
No sé qué es un libro. Nadie lo sabe. Pero cuando hay uno, lo sabemos. Y cuando no hay nada, lo sabemos como sabemos que existimos, no muertos todavía.
Cada libro, como cada escritor, tiene un pasaje difícil, insoslayable. Y debe optar por dejar este error en el libro para que siga siendo un verdadero libro, no una falsedad. La soledad no sé en qué se convierte, luego. Aún no puedo decirlo. Creo que esa soledad se torna trivial, a la larga se convierte en algo vulgar, y que es un gran acierto.    

Collage propio

Tłum. Magdalena Pluta

pisać

Pisarz to ciekawe zjawisko. To sprzeczność, albo i nonsens. Pisać znaczy także nie mówić. Zamilknąć. Krzyczeć bezgłośnie. Często można porządnie wypocząć, dużo się słucha. Pisarz nie mówi dużo, bo nic można rozmawiać z kimś o książce, którą się napisało, czy tym bardziej o książce, którą się teraz pisze. To niemożliwe. Całkiem odwrotnie niż w przypadku kina, teatru i innych widowisk. Odwrotnie niż z jakąkolwiek lekturą. To jest najtrudniejsze ze wszystkiego. Najgorsze. Bo książka to nieznane, to noc, to zamknięcie, właśnie tak. To książka posuwa się naprzód, rozrasta, zmierza w kierunkach, o których myśleliśmy, że już je poznaliśmy, zmierza ku własnemu przeznaczeniu i ku przeznaczeniu swojego autora, który przestaje istnieć z chwilą jej wydania: rozstanie z nią, z książką wymarzoną, wyśnioną, jak z najmłodszym dzieckiem, zawsze najbardziej ukochanym ze wszystkich.
Książka otwarta to także noc.
Nie wiem dlaczego, ale te ostatnie słowa pobudzają mnie do płaczu.
Pisać mimo wszystko, wbrew rozpaczy. Nie: z rozpaczą. Nie wiem, jaką to rozpacz. Pisać na uboczu tego, co poprzedza tekst, to go zmarnować. A jednak trzeba się z tym pogodzić: zmarnować coś, co było porażką to zawrócić w stronę innej książki, w stronę innej możliwości tej samej książki.
(…)
Kiedy książka jest ukończona – mam na myśli tę, którą się pisało – czytając ją, nie można już stwierdzić, że to ta sama książka, którą się napisało, ani określić, co zostało w niej przedstawione, ani jaka to była rozpacz, czy jakie szczęście, że się odnalazła albo że upadła cała istota człowieka. Ponieważ na końcu, w książce, niczego takiego nie widać. Dzieło jest w pewnym sensie jednorodne, dojrzałe. W takiej książce, skończonej i rozpowszechnionej, nic nowego się już nie zdarza. Ona powraca do niepojętego stanu niewinności, jaki towarzyszył jej narodzinom.
Obcować samotnie z książką, która jeszcze nie została napisana, to wciąż być pogrążonym w pierwotnym śnie ludzkości. Właśnie tak. To także obcować samotnie z pisaniem, które jeszcze leży odłogiem. To próbować nie umrzeć od tego. To być samą w schronie w czasie wojny. Tyle że bez modlitwy, bez Boga, bez żadnej myśli poza tą szaloną żądzą wymordowania Narodu niemieckiego aż po ostatniego nazistę.
Pisanie zawsze pozbawione było wszelkich odniesień albo też jest… Wciąż jest jak pierwszego dnia. Dzikie. Inne. Z wyjątkiem ludzi; o osobach, które krążą w książce, nigdy nie zapomina się podczas pracy i nigdy autor ich nie żałuje. Nie, co do tego jestem pewna, nie, pisanie książki, to, co napisane. Zatem zawsze to można porzucić. Samotność pisarza mieści w sobie samobójstwo. Człowiek jest sam nawet w swojej własnej samotności. Zawsze niepojętej. Zawsze niebezpiecznej. Tak. Cena, którą trzeba zapłacić za to, że ośmieliło się wyjść i krzyczeć.
(…)
Oto, co mieści w sobie książka: samotność odnosi się w niej do całego świata. Jest wszędzie. Zagarnęła wszystko. Naprawdę wierzę, że zagarnęła. Jak każdy. Bez samotności niczego się nie da zrobić. Na nic nie można patrzeć. To jest sposób myślenia, rozumowania, ale wyłącznie myślą codzienną. To się zawiera także w funkcji pisania i może przede wszystkim powtarzania sobie, że nie trzeba codziennie pozbawiać się życia, skoro codziennie można to zrobić, l o jest właśnie pisanie książki, a nie samotność. Mówię o samotności, ale nie byłam samotna, bo miałam tę pracę, którą musiałam doprowadzić do ostatniej kropki, tę pracę galernika: napisać Wicekonsula. I ta książka powstała i została przetłumaczona na języki całego świata, i się przyjęła. W tej książce wicekonsul strzela do trądu, do trędowatych, do nędzarzy, do psów, a potem strzela i do Białych, do białych zarządców. Zabijał wszystko z wyjątkiem jej, tej, która pewnego ranka utopiła się w Delcie, Loli Valerii Stein, Królowej mojego dzieciństwa i S. Thali, żony gubernatora w Vinh Long.
To była pierwsza książka mojego życia. To się działo w Lahore, a także tam, w Kambodży, na plantacjach, wszędzie. Na samym początku Wicekonsula pojawia się piętnastoletnie dziecko w ciąży, mała Annamitka wypędzona przez matkę z domu, która błąka się wśród masywu błękitnego marmuru Pursat. Nie pamiętam już, co jest dalej. Pamiętam, że miałam duże trudności z odnalezieniem tego miejsca, tych gór w Pursat, gdzie nigdy me dotarłam. Mapa leżała tu na biurku, a ja śledziłam drogi żebraków i dzieci z połamanymi nogami, ociemniałych, porzuconych przez matki, żywiących się odpadkami. Bardzo trudno było napisać tę książkę. Nie istniała żadna płaszczyzna, na której można by oddać rozmiary nieszczęścia, ponieważ nie zostało już nic z wydarzeń, które mogłyby je wywołać. Został już tylko sam Głód i Ból.
Dzikie z natury wypadki nie wiązały się ze sobą, a zatem niczego nie można było zaplanować. Nigdy nic było tego w moim życiu. Nigdy. Ani w życiu, ani w książkach – ani razu.
Pisałam każdego ranka. Ale bez żadnego planu zajęć. Nigdy. Z wyjątkiem kuchni. Wiedziałam, kiedy trzeba przyjść, żeby się zagotowało albo nie przypaliło. Wiedziałam to też, jeśli chodzi o książki. Przysięgam. Wszystko przysięgam. Nigdy nie skłamałam w książce. Ani nawet w życiu. Tylko mężczyznom. Nigdy. A to dlatego, że matka nastraszyła mnie, że kłamstwo zabija kłamiące dzieci.
 
Wydaje mi się, że to co zarzucam książkom, ogólnie rzecz biorąc, to to, że nie są wolne. Akt pisania uwidacznia fakt, że zostały wyprodukowane, zorganizowane, poddane kontroli, że się tak wyrażę. Przymus korygowania, który pisarz bardzo często odczuwa względem siebie. I wtedy staje się własnym gliną. Rozumiem przez to poszukiwanie właściwej formy, czyli formy najpowszechniejszej, najbardziej przejrzystej, bezpiecznej. Nadal istnieją martwe generacje, które tworzą książki wstydliwe. Nawet młodzi: książki pełne uroku, bez żadnego przedłużenia, bez nocy. Pozbawione ciszy. Inaczej mówiąc: bez prawdziwego autora. Książki powszednie, dla rozrywki, dobre w podróży. Ale nie takie, które zapuszczają korzenie i wyrażają ciężką żałobę każdego życia, wspólny punkt wszelkiej myśli.
Ja nic wiem, czym jest książka. Nikt tego nie wie. Ale człowiek wie, kiedy ma z nią do czynienia. I wie, kiedy ma do czynienia z niczym – jak to, że jest, że jeszcze nie umarł.
Każda książka jak i każdy pisarz mają w sobie trudne miejsce, którego nie sposób ominąć. I musi się zdecydować zostawić ten błąd w książce, żeby pozostała prawdziwa, nieprzekłamana. Jeszcze nie wiem, czym samotność staje się później. Jeszcze nie mogę o tym mówić. Ale mam wrażenie, że ta samotność staje się czymś zwyczajnym, że z czasem – pospolicieje, i że to jest dobre.

Écrire

C’est curieux un écrivain. C’est une contradiction et aussi un non-sens. Écrire c’est aussi ne pas parler. C’est se taire. C’est hurler sans bruit. C’est reposant un écrivain, souvent, ça écoute beaucoup. Ça ne parle pas beaucoup parce que c’est impossible de parler à quelqu’un d’autre d’un livre qu’on a écrit et surtout d’un livre qu’on est en train d’écrire. C’est impossible. C’est à l’opposé du cinéma, à l’opposé du théâtre, et autres spectacles. C’est à l’opposé de toutes les lectures. C’est plus difficile de tout. C’est le pire. Parce qu’un livre c’est l’inconnu, c’est la nuit, c’est clos, c’est ça. C’est le livre qui avance, qui grandit, qui avance dans les directions qu’on croyait avoir explorées, qui avance vers sa propre destinée et celle de son auteur, alors anéanti par sa publication : sa séparation d’avec lui, le livre rêvé, comme l’enfant dernier-né, toujours le plus aimé.  
Un livre ouvert c’est aussi la nuit.  
Je ne sais pas pourquoi, ces mots que je viens de dire me font pleurer.  
Écrire quand même malgré le désespoir. Non : avec le désespoir. Quel désespoir, je ne sais pas le nom de celui-là. Ecrire à côté de ce qui précède l’écrit c’est toujours le gâcher. Et il faut cependant accepter ca : gâcher le ratage c’est revenir vers un autre livre, vers un autre possible de ce même livre.  
(…)
Quand un livre est fini –un livre qu’on a écrit j’entends-on ne peut plus dire en le lisant que ce livre-là c’est un livre que vous avez écrit, ni quelles choses y ont été écrites, ni dans quel désespoir ou dans quel bonheur, celui d’une trouvaille ou bien d’une faillite de tout vôtre être. Parce que, à la fin, dans un livre, rien de pareil ne peut se voir. L’écriture est uniforme en quelque sorte, assagie. Rien n’arrive plus dans un tel livre, terminé et distribué. Et il rejoint l’innocence indéchiffrable de sa venue au monde.  
Être seule avec le livre non encore écrit, c’est être encore dans le premier sommeil de l’humanité. C’est ça. C’est aussi être seule avec l’écriture encore en friche. C’est essayer de ne pas en mourir. C’est être seule dans un abri pendant la guerre. Mais sans prière, sans Dieu, sans pensée aucune sauf ce désir fou de tuer la Nation allemande jusqu’au dernier nazi.  
L’écriture a toujours été sans référence aucune ou bien elle est… Elle est encore comme au premier jour. Sauvage. Différente. Sauf les gens, les personnes qui circulent dans le livre, on ne les oublie jamais elles ne sont regrettées par l’auteur. Non, de cela je suis sûre, non l’écriture d’un livre, l’écrit. Donc c’est toujours la porte ouverte vers l’abandon. Il y a le suicide dans la solitude d’un écrivain. On est seul jusque dans sa propre solitude. Toujours inconcevable. Toujours dangereux. Oui. Un prix à payer pour avoir osé sortir et crier.  
(…)
Je crois que c’est ça que je reproche aux livres, en général, c’est qu’ils ne sont pas libres. On le voit à travers l’écriture : ils sont fabriqués, ils sont organisés, réglementés, conformes on dirait. Une fonction de révision que l’écrivain a très souvent envers lui-même. L’écrivain, alors il devient son propre flic. J’entends par là la recherche de la bonne forme, c’est-à-dire de la forme la plus courante, la plus claire et la plus inoffensive. Il y a encore des générations mortes qui font des livres pudibonds. Même des jeunes : des livres charmants, sans prolongement aucun, sans nuit. Sans silence. Autrement dit : sans véritable auteur. Des livres de jour, de passe-temps, de voyage. Mais pas des livres qui s’incrustent dans la pensée et qui disent le deuil noir de toute vie, le lieu commun de toute pensée.  
Je ne sais pas ce que c’est un livre. Personne ne le sait. Mais on sait quand il y en a un. Et quand il n’y a rien, on le sait comme on sait qu’on est, pas encore mort.  
Chaque livre comme chaque écrivain a un passage difficile, incontournable. Et il doit prendre la décision de laisser cette erreur dans le livre pour qu’il reste un vrai livre, pas menti. La solitude je ne sais pas encore ce qu’elle devient après. Je ne peux pas encore en parler. Ce que je crois c’est que cette solitude, elle devient banale, à la longe elle devient vulgaire, et que c’est heureux.

Stephen Spender

1909-1995, Reino Unido

Trad. Alejandro Bajarlia

Lo que yo esperaba…

Lo que yo esperaba era
el trueno, la pelea,
largas batallas con hombres
y el ascenso.
Tras el continuo esfuerzo
debía volverme fuerte;
luego las rocas temblarían
y yo descansaría un largo tiempo.

Lo que no había previsto
era el paulatino día
debilitando la voluntad,
destilando el brillo,
la falta de bondad para tocar,
la dilución del cuerpo y el alma
—el humo frente al viento,
corrupto, insustancial.

El desgaste del Tiempo
y ver pasar a lisiados
con raras torceduras en sus piernas
en forma de preguntas,
la aflicción que pulveriza
derritiendo los huesos con piedad,
los enfermos cayendo de la tierra:
todo esto, no lo pude prever.

Siempre a la espera de
cierto resplandor en que confiar,
de cierta inocencia final
exenta de polvo,
que, colgando con solidez,
oscilaría a través de todo,
como el poema creado
o el cristal poliédrico.

Fotografías de Katia Chausheva

Tłum. Ada Trzeciakowska

To, czego się spodziewałem…

To czego się spodziewałem to
grzmoty, walka,
długie zmagania z ludźmi
i wspinaczka.
Po ciągłym wysiłku
powinienem urosnąć w siłę;
skały wtedy zatrzęsłyby się,
a ja odpoczywałbym długo.

To czego nie przewidziałem to
przewlekły dzień
osłabiający wolę
wysączający jasność,
brak namacalnego dobra,
gaśnięcie ciała i duszy.
-dym wobec wiatru-
zepsuty, nieistotny.

Zużycie czasu,
i oglądanie przemarszu kalek
z kończynami wygiętymi w pytania
w dziwacznym skrzywieniu,
miażdżący smutek
z litością roztapiający kości,
chorzy wypadający z ziemi…
tego przewidzieć nie mogłem.

Zawsze w oczekiwaniu na
jakiś blask godzien zaufania,
jakąś ostateczną niewinność
wolną od kurzu i pyłu,
która, zawieszona solidnie,
będzie prześwitywać przez wszystko,
jak napisany wiersz,
albo szlifowany kryształ.

What I expected…

What I expected was
Thunder, fighting,
Long struggles with men
And climbing.
After continual straining
I should grow strong;
Then the rocks would shake,
And I rest long.

What I had not foreseen
Was the gradual day
Weakening the will
Leaking the brightness away,
The lack of good to touch,
The fading of body and soul
—Smoke before wind,
Corrupt, unsubstantial.

The wearing of Time,
And watching of cripples pass
With limbs shaped like questions
In their odd twist,
The pulverous grief
Melting the bones with pity,
The sick falling from earth—
These, I could not foresee.

Expecting always
Some brightness to hold in trust,
Some final innocence
Exempt from dust,
That, hanging solid,
Would dangle through all,
Like the created poem,
Or faceted crystal.

Stephen Spender

1909-1995, Reino Unido

Trad. Alejandro Bajarlia

Cuando me siento a mirar…

Cuando me siento a mirar por la ventana,
perdiendo el tiempo que el tráfico no pierde,
ni ninguno de los peatones que en la calle
ganan tiempo al tiempo mientras avanzan,
midiendo los segundos con sus pies,
cabalgando en sus mentes la crestada multitud
sobre caballos blancos de días que pasan,
entonces pienso en ti, James, frente a otra ventana,
con tus gruesas manos relajadas y tu mirada azul
invadida por una sensación de vacío,
sorprendido como si una ráfaga de aire
hubiera soplado entre las hendiduras
de tu mente y tu cabello,
dejando en tu ceño fruncido una confusa desesperanza.

Pero últimamente he aprendido que los espacios
y la soledad intemporal
de lugares estériles y desperdiciados,
el desierto, la habitación desordenada y la hora
entre la vigilia y el sueño,
son ventanas abiertas a la energía
donde más nos convertimos en lo que somos,
cuando la mirada y el oído conscientes
se separan de lo que ven y escuchan,
y en lo profundo de la negrura vacía y silenciosa
florecen melodías e imágenes con vida.

1 El pintor Nicola Samori; 2 Foto propia

Tłum. Ada Trzeciakowska

Kiedy siedzę i wyglądam przez okno…

Kiedy siedzę i wyglądam przez okno
tracąc czas, którego uliczny zgiełk nie traci,
ani żaden z przechodniów, którzy
zyskują czas w czasie, gdy prą do przodu
odmierzając krokami sekundy,
w wyobraźni jadąc na szczycie fali
na białych koniach kolejnych dni,
myślę o tobie, James, w innym oknie
twoje szerokie dłonie wiszą a błękitne oczy
przepełnia poczucie pustki,
jesteś zaskoczony, tak jakby podmuch wiatru
wdarł się poprzez szczeliny
twojego umysłu i włosów,
i zmarszczył ci czoło niewyraźną rozpaczą.

Lecz dowiedziałem się ostatnio, że przestrzenie
i ponadczasowa samotność
sterylnych, opustoszałych miejsc,
pustynia, nieuporządkowany pokój i czas
na pograniczu snu i jawy,
są oknami otwartymi na siłę,
to tam stajemy się bardziej sobą,
kiedy świadome ucho i oko
pozostają odcięte od tego, co widzą i słyszą
a w najczarniejszej, pustej, cichej głębi
odżywają melodie i kwitną obrazy.

As I sit staring out

As I sit staring out of my window
Wasting time which the traffic does not waste,
Nor any of the passers by in the street
Who keep time with time as they go
Measuring the seconds with their feet,
In their minds riding the crested tide
On white horses of pursuant days,
I think of you, James, at another window
With your stubby hands relaxed and your blue gaze
Invaded by a sense of emptiness,
Startled as if a gust of wind
Had blown through the interstices
Of your mind and hair,
Ruffling your forehead with a puzzled despair.

But I have learned lately that the spaces
And the timeless loneliness
Of the unfruitful waste places,
The desert, the untidy room, and the hour
Between waking and sleep,
Are windows opened onto power
Where we become most what we are,
When the conscious eye and ear
Are severed from what they see and hear
And in the hollow silent blackness deep
Living tunes and pictures flower.

Jeannette L. Clariond

1948 – , México

La tarde (1º frg.)

Extraviada, miré la tarde contra el viento desnudo,
las hojas caídas escuché.

Vacía, Emily, ¿es real que la tarde se vacía?

La poesía, es ausencia de agua, puerta
que abre otra puerta y otra y una más.

Nada entraba en mis ojos o en mi lengua
que no fuera belleza.

Tomé un cuaderno, un lápiz afilado,
encendí una vela en plena luz.

Salí a caminar por calles oscuras,
el horizonte se abrió lento ante mis ojos.

en Leve sangre

Fotografías de Astrid Kruse Jensen

Trad. Ada Trzeciakowska

Popołudnie (frg.)

Zagubiona, spojrzałam na popołudnie pod nagi wiatr,
usłyszałam opadłe liście.

Puste, Emily, czy to prawda, że popołudnie robi się puste?

Poezja, to brak wody, drzwi,
które otwierają kolejne drzwi i następne.

Nie wpadło mi do oczu ani nie osadziło się na języku,
nic co nie byłoby pięknem.

Wzięłam zeszyt, zaostrzony ołówek,
zapaliłam świecę w blasku dnia.

Wędrowałam ciemnymi ulicami,
horyzont otwierał się powoli przede mną.

Transl. Curtis Bauer

The afternoon

Lost, I watched the afternoon stand in front of the naked wind,
listened to the fallen leaves.

Hollow, Emily, is it possible the afternoon hollows?

Poetry, absence of water, a door opening
a thousand doors, and then another.

Nothing entered my eyes or crossed my tongue
that was not beauty.

I took out a notebook, a sharpened pencil,
lit a candle in full light.

I walked through the dark streets,
the slow horizon opened before me.

Mariluz Escribano

1935-2019, España (Granada)

*Traducción hecha para La Reversible.

Canción del silencio

En las horas pisadas por las sombras
en un gesto final de despedida,
cuando es tarde y tardíamente escucho
esta niebla o canción que me regresa,
todos los muebles tienen
una poblada soledad de incierta
nostalgia telefónica.

Y los libros me miran
con sus ojos de octubre
y el cigarrillo clama
urgido desde el piano
con volutas que pasan
transitan, me construyen
la palabra de amor en que trabajo.

Sobre la mesa, intacta,
la violeta de un nombre
que desprende una página.

Yo ya sé que es domingo
y que la brisa tiene una luz convocada
que me recuerda el mar.
Pero deja que guarde entre mis manos
limosnas de silencio:
siempre dejan sus huellas
espacios de rocío en la mirada.

Tłum. Ada Trzeciakowska

Pieśń ciszy

W godzinach nawiedzanych przez cienie
w ostatecznym geście pożegnania,
gdy późno i poniewczasie wsłuchuję się w
tę mgłę czy pieśń powracającą do mnie,
wszystkie meble posiadają
zaludnioną samotność niepewnej
telefonicznej nostalgii.

Książki wpatrują się we mnie
swoimi październikowymi oczami
i papieros wzywa
pilnie znad pianina
smużkami dymu, które przechodzą
krążą, kreślą dla mnie
miłosne słowo, nad którym pracuję.

Na stole, nietknięty,
fiołek czyjegoś imienia
wydobywa się ze strony.

Tak, wiem, że to niedziela
i że bryza skupia sproszone światło,
które przypomina mi morze.
Ale pozwól, że w dłoniach zachowam
jałmużny milczenia:
zawsze zostawiają ślady
krainy rosy w spojrzeniu.

Fotografías: 1 y 6 Marit Beer; 2, 3, 5, 7 Josef Sudek; 4 Rene Groebli

Federico Fellini

1920-1993, Italia

8½*

*Guion escrito por F. Fellini, Ennio Flaiano, Tullio Pinelli

Mejor dejarlo ir y esparcir sal sobre la tierra. Como hacían los antiguos para purificar los campos de batalla. En el fondo lo único que necesitamos es un poco de higiene, de limpieza, de desinfección. Estamos ahogados por palabras, imágenes, sonidos que no tienen razón de ser que vienen del vacío y van al vacío. A cualquier artista que se precie sólo habría que pedirle este acto de lealtad. Aprender a estar en silencio. ¿Recuerda el homenaje de Mallarmé a la página en blanco? Y Rimbaud, poeta, amigo mío, no director cinematográfico. ¿Sabe cuál fue su poesía más fina? Su renuncia a seguir escribiendo, su retiro en África. Si no podemos tenerlo todo, la nada es la verdadera perfección. Perdóneme por tanta cita célebre. Pero los críticos hacemos lo que podemos. Nuestra verdadera misión es barrer los miles de abortos que todos los días, obscenamente, intentan venir al mundo. Y Ud. se atrevió a dejar tras sí una película entera. Como un cojo que deja detrás una huella deforme. Qué monstruosa presunción creer que otros puedan beneficiarse con el escuálido catálogo de sus errores. ¿Qué puede importarle si se benefician uniendo los fragmentos de su vida? ¿Sus recuerdos vagos, los rostros de las personas que Ud. nunca pudo amar?

Fotogramas de la película

8½*

*utorzy scenariusza: F.Fellini, Ennio Flaiano, Tullio Pinelli

Lepiej odejść i posypać ziemię solą, jak robili starożytni, żeby oczyścić pola bitew. W końcu potrzebujemy jakiejś higieny, czystości, dezynfekcji. Jesteśmy stłamszeni obrazami, słowami i dźwiękami, które nie miały prawa zaistnieć, pustymi i pochodzącymi z pustki.  Od każdego, kto wart jest miana artysty, nie wymagajmy niczego, poza aktem jego wiary nauczenia się milczeć. Pamiętasz hołd Mallarme’a dla pustej kartki?  A Rimbaud, poeta, mój drogi, a nie reżyser filmowy. Co było jego największym dziełem?  Jesteśmy gotowi zacząć.  Jego porzucenie pisania i wyjazd do Afryki.  Jeśli nie możemy mieć wszystkiego, to prawdziwą perfekcją jest nicość. Wybacz mi to całe cytowanie. Ale my, krytycy… robimy, co umiemy.  Naszą prawdziwą misją jest sprzątanie tysięcy pomyłek, które codziennie próbują ohydnie ujrzeć światło dzienne. A ty pozostawiłbyś po sobie cały film, jak kaleka pozostawia za sobą ślad swojej kalekiej stopy.  Co za potworna zarozumiałość, myśleć, że inni mogliby skorzystać na nędznym katalogu twoich pomyłek! A jaki byłby pożytek z połączenia ze sobą poszarpanych kawałków twojego życia? Twoje niejasne wspomnienia, twarze ludzi, których nigdy nie umiałeś pokochać…