Annie Ernaux

1940 – , Francia

Trad. Lydia Vázquez Jiménez

Los años

Más que nunca las mujeres constituían un grupo vigilado, cuyos comportamientos, gustos y deseos eran objeto de un discurso asiduo, de una atención inquieta y triunfante. Tenían fama de haber «obtenido todo», de «estar en todas partes» y de «alcanzar en la escuela mejores resultados que los chicos». Como de costumbre, los indicios de su emancipación se buscaban en sus cuerpos, en su audacia vestimentaria y sexual. Que digan «ligarme a un tío», que desvelen sus fantasmas y se pregunten en Elle si «tenían buen rollo en la cama» era la prueba de su libertad y de su igualdad con los hombres. La ofrenda perpetua de sus pechos y sus muslos en la publicidad tenía que ser apreciada como un homenaje a su belleza. El feminismo era una vieja ideología vengadora y carente de humor, que las jóvenes no necesitaban ya, que ellas mismas contemplaban con condescendencia, pues ya no dudaban ni de su fuerza ni de su igualdad. (Pero seguían leyendo más novelas que los hombres como si tuvieran que dar una forma imaginaria a sus vidas.) «Gracias a los hombres por amar a las mujeres», titulaba un periódico femenino. El olvido de sus luchas era total, única memoria que no fue recuperada oficialmente.
Con la píldora, se habían convertido en las dueñas de la vida, pero eso no se aireaba.
Nosotras que habíamos abortado en las cocinas, que nos habíamos divorciado, que habíamos creído que nuestros esfuerzos servirían para liberar a las demás, nos sentíamos cansadas. Ya no sabíamos si se había producido la revolución de las mujeres. Cincuenta años después seguíamos pendientes de la sangre pero ya no tenía el mismo color ni el mismo olor, era como una sangre ilusoria. No obstante, esa segmentación regular del tiempo que podíamos mantener hasta la muerte nos daba confianza. Llevábamos vaqueros y mallas, camisetas como las chicas de quince años, decíamos como ellas «mi chico» para hablar de nuestro amante de tumo. A medida que envejecíamos dejábamos de tener una edad. Escuchábamos Only you o Capri c’est finí en Radio Nostalgie, una juvenil dulzura nos invadía, el presente se estiraba hasta nuestros twenties. En comparación con nuestras madres, encerradas en sí mismas y sudorosas en su menopausia, teníamos la impresión de ganarte la batalla al tiempo.
 (Las mujeres jóvenes soñaban con encontrar al hombre de su vida, las de más de cincuenta que ya habían tenido uno no querían más.)
 A los hijos, los varones sobre todo, les costaba mucho abandonar el domicilio familiar, el frigorífico lleno, la ropa lavada, el ruido de fondo de las cosas de la infancia. Hacían el amor con toda inocencia en el dormitorio contiguo al nuestro. Se instalaban en una prolongada juventud, el mundo no los esperaba. Y nosotros, al alimentarlos, al seguir ocupándonos de ellos, teníamos la impresión de seguir en la misma época, sin ruptura.
Es la foto de una mujer tomada de frente hasta las caderas en un jardín lleno de maleza. La melena larga rubia-pelirroja cae suelta sobre el cuello de un abrigo negro, amplio, ostentoso. Una parte de la bufanda rosa pastel extrañamente estrecha para ese abrigo, cae por encima de su hombro izquierdo. Tiene en brazos un gato blanco y negro de la especie más común y sonríe al objetivo, con la cabeza ligeramente inclinada, en una actitud de ternura seductora. Los labios están muy sonrosados, sin duda realzados por un brillo a juego con la bufanda. La raya más clara que separa los cabellos indica un crecimiento de la raíz. El rostro oval y lleno, los pómulos elevados contrastan por su juventud con las ojeras y el fino entramado de arrugas en la frente. La amplitud del abrigo no permite determinar la complexión pero las manos y las muñecas que asoman por las mangas para sostener el gato son finas, con las articulaciones marcadas. Es una foto de invierno, con la luz de un sol pálido sobre la piel de la cara y las manos, los matorrales de hierbas secas, las ramas deshojadas delante de un fondo borroso de vegetación y una línea lejana de edificios. En el dorso, Cerg y. 3 de febrero 1992.
Se desprende de ella una impresión de dejadez controlada, de «plenitud» como dice la prensa femenina para las mujeres entre cuarenta y cincuenta y cinco años. La foto ha sido tomada en el jardín de la casa donde vive sola con el gato, en realidad una gata de un año y medio. Hace diez años vivían aquí su marido, dos adolescentes, su madre de vez en cuando. Era el centro de un círculo que no habría podido funcionar sin ella, desde la decisión de cuándo lavar las sábanas a las reservas de hoteles para las vacaciones. Su marido está lejos, se ha vuelto a casar y ha tenido un hijo, su madre se ha muerto, sus hijos se han independizado. Constata esa desposesión serenamente, como una trayectoria ineluctable. Cuando hace las compras en Alcampo, no necesita coger un carro, le basta con una cesta. Solo recupera su función de madre nutricia los fines de semana cuando sus hijos vuelven a casa. Aparte de sus obligaciones laborales, clases y corrección de exámenes, dedica su tiempo a la gestión de sus gustos personales y de sus deseos, lectura, cine, teléfono, correspondencia y aventuras amorosas. La constante inquietud material y moral por los demás que caracterizaba su vida conyugal y familiar se ha alejado de ella. Un interés por las causas humanitarias la ha sustituido, más liviano. Sumida en esa disolución de las obligaciones y esa apertura de posibles, se siente coincidente con el movimiento de la época tal como lo presentan Elle o Mane Claire para las mujeres treintañeras de clase media alta.
A veces se observa desnuda, en el espejo del cuarto de baño, el torso y el pecho menudos, la cintura muy marcada, el vientre ligeramente abombado, los muslos pesados con una hinchazón justo encima de las rodillas, el sexo bien visible ahora que el vello le clarea, una raja pequeña en comparación con las exhibidas en las películas X. Pequeños surcos azules cerca de la ingle, huella de las estrías de sus embarazos. Se asombra: es el mismo cuerpo desde que dejó de crecer, alrededor de los dieciséis años.
En ese momento en el que está mirando con ternura el objetivo (sin duda es un hombre el que hace la foto), se piensa como una mujer que ha vivido hace tres años una pasión violenta por un ruso. Su estado de deseo y de dolor ha desaparecido, sigue sintiendo la forma, pero la figura de ese hombre le resulta cada vez más lejana y penosa. Querría acordarse de cómo pensaba en él cuando se fue de Francia para siempre, qué ola de imágenes suyas la sumergía y encerraba su presencia dentro de ella como en un tabernáculo.

Fotograms de El tercer hombre de Carol Reed

Tłum. Krzysztof Jarosz i Magdalena Budzińska

Lata

Kobiety bardziej niż kiedykolwiek podlegały nadzorowi, ich zachowania, upodobania i pragnienia stanowiły przedmiot zażartych dyskusji, niespokojnej i triumfującej uwagi. Twierdzono, że „dostały wszystko”, „są wszędzie”, a w szkole „osiągają lepsze wyniki niż chłopcy”. Jak zawsze oznak ich emancypacji dopatrywano się w ich ciele, w zuchwałych ubiorach i zachowaniu seksualnym. To, że mówią „podrywać chłopców”, opowiadają o swoich fantazjach i na łamach „Elle” zastanawiają się, czy są „dobre w łóżku”, było dowodem ich wolności i równouprawnienia. Bezustanne wykorzystywanie w reklamach ich piersi i ud miało być doceniane jako hołd składany ich pięknu. Feminizm był starą, mściwą i pozbawioną poczucia humoru ideologią, której młode kobiety już nie potrzebowały, patrzyły na nią pobłażliwie, nie wątpiąc o swojej sile i równości. (Ale ciągle czytały więcej powieści niż mężczyźni, jakby potrzebowały nadać swojemu życiu wyimaginowaną formę). Dzięki wam, mężczyźni, że kochacie kobiety – taki tytuł zamieści pewna kobieca gazeta. Ich walkę pokrywał cień zapomnienia, jedyna pamięć, której oficjalnie nie podsycano.
Wraz z pigułką stały się paniami życia, lecz tego się nie rozgłaszało.
Nas, które przeszłyśmy aborcje w kuchniach, rozwiodłyśmy się i łudziłyśmy, że nasze wysiłki zmierzające do wyzwolenia samych siebie posłużą też innym, ogarniało wielkie znużenie. Nie wiedziałyśmy już, czy rewolucja kobiet naprawdę się odbyła. Po pięćdziesiątce wciąż jeszcze krwawiłyśmy. Ta krew nie miała już tej samej barwy ani zapachu co przedtem, była jakby iluzoryczna, uspokajała nas jednak regularność odmierzania czasu, którą można było utrzymać aż do śmierci. Nosiłyśmy dżinsy, legginsy i T-shirty jak piętnastoletnie dziewczyny, jak one mówiłyśmy „mój chłopak” na naszego stałego kochanka. Gdy w Radiu Nostalgia słyszałyśmy Only You czy Capri, c’est fini, ogarniało nas młodociane rozmarzenie, teraźniejszość rozszerzała się wstecz aż na lata, gdy byłyśmy po dwudziestce. W porównaniu z naszymi matkami, zamkniętymi w sobie i pocącymi się w swojej menopauzie, my miałyśmy wrażenie, że wygrywamy z czasem.
(Młode kobiety marzyły o tym, żeby się związać z mężczyzną, czego nie chciały już te po pięćdziesiątce, które kiedyś były w stałym związku).
Dzieci, zwłaszcza chłopcy, niechętnie opuszczały gniazdo rodzinne, pełną lodówkę, czyste ubrania, znane od dzieciństwa domowe odgłosy. Niewinnie kochały się w pokoju sąsiadującym z naszym. Mościły w przedłużonej młodości, świat na nie nie czekał. A my karmiłyśmy je, w dalszym ciągu troszczyłyśmy się o nie, miałyśmy wrażenie, że żyjemy ciągle w tym samym nieprzerwanym czasie.
Oto kobieta sfotografowana od głowy po biodra w ogrodzie pełnym krzewów. Jej długie rudoblond włosy leżą na kołnierzu grubego, czarnego, obszernego płaszcza, który wygląda na drogi. Na lewe ramię zarzuciła koniec landrynkowo różowego szalika, dziwnie wąskiego w zestawieniu z płaszczem. Na rękach trzyma czarno-białego kota pospolitej rasy, uśmiecha się, spoglądając w obiektyw, i przechyla głowę w pozie pełnej uwodzicielskiej słodyczy. Wargi ma bardzo różowe, bez wątpienia uwydatnione błyszczkiem dobranym pod kolor szalika. Jaśniejszy pas włosów wzdłuż przedziałka sygnalizuje odrosty. Kształtny, młody owal jej twarzy i wysokie kości policzkowe kontrastują z workami pod oczami i delikatną siatką zmarszczek na czole. Obszerny płaszcz nie pozwala określić figury, lecz dłonie wystające z rękawów i trzymające kota są chude, z widocznymi ścięgnami. To zdjęcie zrobiono zimą: blade światło słoneczne na skórze twarzy i dłoni, kępy suchej trawy, bezlistne gałęzie na tle niewyraźnej roślinności, w oddali linia bloków. Na odwrocie: „Cergy, 3 lutego ’92”.
Emanuje z niej wrażenie powściąganego rozluźnienia, aura kobiety „spełnionej”, jak kolorowe magazyny określają panie między czterdziestym a pięćdziesiątym piątym rokiem życia. Zdjęcie zrobiono w ogrodzie koło domu, w którym mieszka sama z półtoraroczną kotką. Dziesięć lat temu mieszkali tu jej mąż, dwóch dorastających synów i od czasu do czasu także jej matka. Kobieta była osią koła, które bez niej nie mogło się obracać – od podjęcia decyzji o zrobieniu prania po rezerwację hotelu na wakacje. Jej mąż jest teraz daleko, ożenił się powtórnie i ma dziecko, matka zmarła, synowie mieszkają gdzie indziej. Spokojnie akceptuje swoją samotność jako nieunikniony etap życia. Gdy robi zakupy w Auchan, nie musi już brać wózka, wystarcza jej koszyk. Funkcję żywicielki odzyskuje tylko w weekendy, gdy synowie wracają do domu. Poza obowiązkami zawodowymi, prowadzeniem lekcji i poprawą prac pisemnych, swój czas poświęca na zaspokajanie osobistych upodobań i pragnień, lekturę, filmy, telefonowanie, korespondencję i przygody miłosne. Nie musi już przejawiać bezustannej materialnej i moralnej troski o innych, co charakteryzowało jej życie małżeńskie i rodzinne. Zastąpiło ją mniej absorbujące zainteresowanie działalnością humanitarną. Ten zanik poczucia obowiązku i otwarcie na nowe możliwości sprawiają, że czuje się w zgodzie z trendami epoki, wyrażanymi w „Elle” czy „Marie Claire”, magazynach czytanych przez ponadtrzydziestoletnie kobiety z klasy średniej i wyższej.
Zdarza się jej obserwować siebie nagą w łazienkowym lustrze, szczupły tors i drobne piersi, wcięta talia, brzuch lekko zaokrąglony, ciężkie uda z wypukłością nad kolanami, płeć dobrze widoczna teraz, gdy włosy łonowe są rzadsze, szpara mała w porównaniu z tymi, które pokazują w filmach pornograficznych. Dwa podłużne niebieskie rowki blisko pachwin, ślady rozstępów po ciążach. Dziwi się: to jest to samo ciało, odkąd mniej więcej w wieku szesnastu lat przestała rosnąć.
W tej chwili, gdy zalotnie spogląda w obiektyw – bez wątpienia zdjęcie robi mężczyzna – myśli o sobie jako o kobiecie, która trzy lata wcześniej przeżyła namiętny związek z pewnym Rosjaninem. Stan pożądania i bólu, w jakim się wtedy pogrążyła, zniknął. Kobieta czuje ciągle jego zarys, lecz twarz tego mężczyzny staje się coraz bardziej odległa i zniekształcona. Chciałaby sobie przypomnieć, jak o nim myślała, gdy opuścił Francję, przywołać ciąg obrazów, który wypełniał ją całkowicie i sprawiał, że jego obecność była w niej zamknięta niczym w tabernakulum.

Annie Ernaux, collage propio

Diane Wakoski

1937 – , Estados Unidos

Trad. Ada Trzeciakowska

dibujo de una chica hecho en blanco y negro

Una chica está sentada en un cuarto negro.
Es tan blanca que
de los árboles se han caído las ciruelas.
Vientos helados arrastran a los gansos
hacia su cabello.
El cuarto es negro
pero los gansos deambulan por allí,
irrumpiendo en su mente
y cerrando el cuarto
en su propio secreto negro.
No está sola, porque llega el sonido
de cien alas batiendo,
y de la fruta que fermenta en la oscuridad de la tierra
el olor a tiempo que pasa.

Una chica está sentada en un cuarto irreal
peinando su irreal cabello.
El batir de las alas de los gansos ha
arrancado las ciruelas
de los árboles fuera,
y el viento las ha congelado todas
para retener a la chica en el cuarto negro
allí, peinando su
irreal cabello invernal.

Una chica está sentada en un cuadro
con el fondo negro
y peina su cabello.
Es tan blanca que el viento ha arrancado las ciruelas y esparcido los gansos.
Ha llegado el invierno.
El ruido del batir de alas es tan fuerte que no oigo
nada
solamente me quedo mirando desde el cuadro
y sigo peinando mi
irreal cabello negro.

Tłum. Ada Trzeciakowska

obrazek dziewczyny wykonany w czerni i bieli

W czarnym pokoju siedzi dziewczyna.
Jest taka jasna, że
śliwki pospadały z drzew na zewnątrz.
Lodowaty wiatr wplata gęsi
w jej włosy.
Pokój jest czarny
ale gęsi po nim błądzą,
wdzierając się do jej głowy
i zamykając pokój
w swej własnej czarnej tajemnicy.
Nie jest sama, dochodzi tam dźwięk
stu trzepoczących skrzydeł,
a z owoców gnijących w ciemności ziemi
zapach przemijającego czasu.

Dziewczyna siedzi w nierealnym pokoju
czesząc swoje nierealne włosy.
Trzepoczące skrzydła gęsi
zerwały śliwki
z drzew na zewnątrz,
a wiatr wszystkie je zamroził
by zatrzymać dziewczynę w czarnym pokoju
gdy tak czesze swoje
nierealne, zimowe włosy.

Dziewczyna siedzi na obrazie
z tłem pokrytym czarną farbą
i czesze swoje włosy.
Jest tak jasna, że wiatr zerwał śliwki i rozproszył gęsi.
Nadeszła zima.
Dźwięk trzepoczących skrzydeł jest tak głośny, że nie słyszę
nic
tylko wyglądam z obrazu
i czeszę dalej moje czarne
nierealne włosy.

picture of a girl drawn in black and white

A girl sits in a black room.
She is so fair
the plums have fallen off the trees outside.
Icy winds blow geese
into her hair.
The room is black
but geese are wandering there,
breaking into her mind
and closing the room off
into its own black secret.
She is not alone, for there is the sound
of a hundred flapping wings,
and from fruit rotting in the dark earth
the smell of passing time.

A girl sits in an unreal room
combing her unreal hair.
The flapping wings of geese have
broken plums
from the trees outside,
and the wind has frozen them all
to keep the girl in the black room
there, combing her
unreal wintry hair.

A girl sits in a picture
with the background painted solid black
and combs her hair.
She is so fair the wind has broken plums and scattered geese.
Winter has come.
The sound of flapping wings is so loud I hear
nothing
but most only stare out of the picture
and continue combing my black
unreal hair.

George Eliot

1819-1880, Inglaterra

George Eliot, seudónimo de Mary Anne Evans, una de las primeras autoras modernas, mujer culta, tan valiente como fascinante. Middlemarch fue descrita por la novelista Virginia Woolf como «una de las pocas novelas inglesas escritas para adultos» y por Martin Amis​ y Julian Barnes como la mejor novela en lengua inglesa.

Trad. José Luis López Muñoz

Middlemarch:

UN ESTUDIO DE LA VIDA DE PROVINCIAS

Estaba hecho de una pasta humana excelente y poseía el insólito mérito de saber que sus talentos, incluso dándoles rienda suelta, no harían que se desbordara ni siquiera el más minúsculo de los riachuelos del condado; gustaba, por tanto, de la expectativa de una esposa que pudiera ayudar a su marido con argumentos y tuviera el aval de la propiedad para así hacerlo. En cuanto a la excesiva religiosidad que se le imputaba a la señorita Brooke, tenía una idea muy vaga de lo que ésta era y suponía que se apagaría con el matrimonio. En resumidas cuentas, sentía que se había enamorado adecuadamente y estaba dispuesto a soportar una buena dosis de predominio, algo que, después de todo, un hombre podía cortar en cuanto quisiera. A Sir James no se le ocurría que jamás quisiera cortar el predominio de esta hermosa joven, cuya sagacidad le deleitaba. ¿Por qué no? La mente de un hombre -en la medida en la que posee tal- siempre tiene la ventaja de ser masculina (el más diminuto abedul es de mejor calidad que la palmera más alta), e incluso su ignorancia es de índole más cabal. Tal vez Sir James nunca hubiera originado esta apreciación, pero una amable Providencia proporciona a la personalidad más desvalida un poco de cola o de almidón bajo el aspecto de tradición.

*

Muchas son las almas que en su joven desnudez se ven arrojadas al meollo de las incongruencias donde han de aprender a desenvolverse mientras los mayores van a lo suyo. Tampoco creo que se pueda considerar trágica la situación de la señora Casaubon por encontrarla presa del llanto seis semanas después de su boda. No es infrecuente cierto desánimo y desfallecimiento ante el nuevo futuro real que sustituye al imaginado y no esperamos que la gente se conmueva profundamente ante lo que no es infrecuente. El elemento de tragedia que subyace en el propio hecho de la frecuencia todavía no se ha infiltrado dentro de la tosca emotividad de la humanidad y tal vez nuestra estructura no pudiera pechar con una dosis muy alta. Si tuviéramos agudizada la visión y el sentimiento de todo lo corriente en la vida humana, sería como oír crecer la hierba y latir el corazón de la ardilla y nos moriríamos del rugido que existe al otro lado del silencio. No siendo este el caso, los más ágiles de entre nosotros caminamos bien pertrechados de estupidez.  

*

No obstante, respecto a otros temas, el señor Casaubon mostraba una tenacidad de ocupación y un interés considerados normalmente como resultado del entusiasmo, y Dorothea ansiaba seguir esta espontánea dirección de sus pensamientos en lugar de que se la hiciera sentir que la apartaba de ella. Pero paulatinamente iba dejando de esperar con su antigua confianza el que se abriera ante ella cualquier amplia senda por la que acompañarle. El propio señor Casaubon se encontraba perdido entre pequeños gabinetes y sinuosas escaleras y, sumido en una inquietante oscuridad repecto de los Cabiros (1) o ante la exposición de los paralelos desprestigiados de otros mitologistas, perdía fácilmente de vista cualquier objetivo que le hubiera empujado a emprender estas tareas. Con la vela plantada ante él, olvidó la ausencia de ventanas y entre los amargos comentarios manuscritos acerca de las ideas que otros hombres tenían de las deidades solares, se había vuelto indiferente a la luz del sol. Estas características, fijas e inmutables en el señor Casaubón como el hueso, hubieran podido permanecer más tiempo sin que Dorothea las acusara de haberse visto animada a dar rienda suelta a sus sentimientos femeninos y juveniles, si hubiera cogido sus manos entre las suyas y escuchado con el gozo de la ternura y la comprensión todas aquellas pequeñas historias que componían su experiencia, dándole a cambio el mismo tipo de intimidad, de forma que el pasado de ambos se pudiera incluir en su mutuo conocimiento y cariño -o de haber podido ella alimentar su afecto con esas infantiles caricias a las que se siente inclinada toda mujer dulce que empezó cubriendo de besos la dura coronilla de su muñeca calva dotando de una alegre alma a la figura de madera como producto de la riqueza de su propio amor. Ese era el sesgo de Dorothea. Pese a todo su anhelo por conocer cuanto le quedaba lejos y por ser inmesurablemente magnánima, aún le restaba el suficiente ardor para lo que tenía cerca, para haber besado la manga del señor Casaubon o acariciar su calzador, si él hubiera manifestado algún otro signo más de aceptación que el declararla, con esa eterna corrección, poseedora de una naturaleza afectiva y auténticamente femenina, indicando simultáneamente, al acercarle con cortesía una silla, que consideraba estas manifestaciones como un tanto crudas y desconcertantes. Habiendo llevado a cabo con esmero su aseo clerical matutino, sólo se encontraba preparado para aquellas amenidades de la vida acordes al rígido y ajustado cuello de la época y a una mente doblegada por el peso de material inédito.

Y por una triste contradicción, las ideas y los propósitos de Dorothea eran como hielo derretido que flotaba y se perdía en la cálida corriente de la que no habían sido más que otra forma. Se sentía humillada al encontrarse la víctima del sentimiento, como si nada pudiera conocer salvo a través de ese medio: toda su fuerza se desparramaba en espasmos de agitación, lucha, desánimo, para tornarse luego en visiones de una mayor renuncia, transformando las áridas condiciones en obligaciones.

*

Me preguntó cuál acabará por ser su vocación: ¿tal vez será poeta?

-Eso depende. Ser poeta significa tener un alma tan ágil para discernir que no se escape ningún matiz de cualidad, y tan ágil para sentir que el discernimiento se convierta meramente en una mano que toca las fibras de la sensibilidad con una variación muy finamente ajustada; un alma en la que el conocimiento se onvierte instantáneamente en sentimiento y el sentimiento rebrota como un nuevo órgano del conocimiento. Puede que esa capacidad sólo la tenga uno a ratos.

Fotogramas de Mujer invisible de Ralph Fiennes (2013) sobre Charles Dickens, gran admirador de George Eliot


George Eliot, pseudonim Mary Anne Evans, jedna z pierwszych nowoczesnych autorek, kobieta kulturalna, równie odważna, co fascynująca. Miasteczko Middlemarch zostało określone przez powieściopisarkę Virginię Woolf jako «jedna z niewielu angielskich powieści napisanych dla dorosłych», a przez Martina Amisa i Juliana Barnesa jako najlepsza powieść w języku angielskim.

Tłum. Anna Przedpełska-Trzeciakowska

Miasteczko Middlemarch

Ulepiony był z doskonałej ludzkiej gliny i posiadał rzadką umiejętność rozumienia, że nawet w najbardziej sprzyjających okolicznościach jego talenty nie pozwolą mu odkryć choćby ziarnka prochu, miło mu więc było myśleć o takiej przyszłej żonie, którą mógłby spytać: „Co zrobimy?”, mając taki czy inny problem, i która potrafiłaby wesprzeć męża argumentami, w tym również argumentem natury majątkowej. W kwestii przesadnej pobożności, jaką przypisywano pannie Dorotei, nie bardzo rozumiał, w czym rzecz, i przypuszczał, że jej to minie po ślubie. Krótko mówiąc, sądził, że właściwie ulokował swe uczucia, i gotów był ścierpieć również i to, że będzie nad nim zdecydowanie dominowała, czemu, rzecz jasna, mężczyzna może w każdej chwili położyć kres, jeśli mu przyjdzie ochota. Nie wydawało mu się jednak, by mógł kiedykolwiek mieć ochotę na położenie kresu dominacji tej ładnej panny, której mądrość go zachwycała. Umysł męski – jakikolwiek by był – posiada zawsze tę wyższość, że jest męski, podobnie jak najmniejsza brzoza jest drzewem wyższego gatunku niż strzelista palma, a więc nawet jego niewiedza odznacza się lepszą jakością. Sir James nie wymyślił zapewne tej klasyfikacji, ale dobrotliwa Opatrzność nasyca najsłabszą nawet osobowość odrobiną jakiegoś kleju czy krochmalu w postaci tradycji.

*

Ile to młodych, nieopierzonych istot zostaje postawionych nagle, znienacka, wobec rozmaitych sprzeczności i musi dać sobie z nimi radę, podczas gdy starsi zajmują się swoimi sprawami. Nie sądzę również, by po stwierdzeniu, że pani Casaubon szlocha rozpaczliwie w sześć tygodni po ślubie, należało uznać jej sytuację za tragiczną. Trochę zniechęcenia, odrobina niepokoju, gdy prawdziwa wizja przyszłości zaczyna zastępować poprzednie wyobrażenia, nie jest niczym niezwykłym, a nie spodziewamy się, by ludzie mieli się głęboko przejmować czymś, co nie jest niezwykłe. Element tragiczności, który kryje się właśnie w tym, że coś się często powtarza, nie znalazł jeszcze odbicia w prymitywnych ludzkich emocjach, być może zresztą nasza konstytucja nie mogłaby tego wytrzymać. Gdybyśmy ostro widzieli i odczuwali wszystko, co się składa na zwyczajne, ludzkie życie, musielibyśmy niemal słyszeć, jak trawa rośnie i jak bije serce wiewiórki, i zabiłby nas ten ryk, który jest po tamtej stronie ciszy. Tymczasem nawet najbystrzejsi z nas poruszają się po świecie w ochronnej otoczce głupoty.

*

Na innych polach pan Casaubon okazywał wytrwałą pracowitość i pilność, które uważa się na ogół za dowód zapału, i Dorotea starała się kroczyć tą naturalną drogą jego myśli, unikać natomiast poczucia, że go z tej drogi odciąga. Ale powoli przestała oczekiwać z dawną cudowną ufnością, że podążając za nim, ujrzy otwierające się przed nią szerokie przestrzenie. Nieszczęsny pan Casaubon całkiem się już pogubił w różnych zakamarkach i na kręconych schodach, i czy to pośród intrygujących ciemności otaczających Kabirów, czy też udowadniając niesłuszność paralel dokonanych przez innych znawców mitologii, stracił z oczu cel, dla którego podejmował był wysiłki. Pracując przy świetle ogarka, zapomniał o braku okien i opatrując cierpkimi uwagami cudze poglądy na temat bóstw słońca, stał się obojętny na jego promienie.

Tych cech, równie trwałych i niezmiennych jak kości w panu Casaubonie, mogłaby Dorotea długo nie dostrzec, gdyby ją zachęcał do uzewnętrzniania dziewczęcych i kobiecych uczuć, gdyby brał jej ręce w swoje dłonie i słuchał z czułym i wyrozumiałym zachwytem tych krótkich opowieści, składających się na całe jej doświadczenie życiowe i gdyby odwzajemnił się jej najgłębszym zaufaniem, sprawiając, iż przeszłość każdego z nich stałaby się serdeczną wspólną własnością – albo też gdyby mogła karmić swoją miłość tymi dziecięcymi pieszczotami, do jakich skłonna jest każda ciepła, urocza kobieta, która już w najwcześniejszych latach gotowa była obsypywać gradem pocałunków twardą łepetynę łysej lalki, by mocą swego uczucia napełnić kawałek drzewa poczuciem szczęścia. Dorotea miała taką właśnie naturę. Mimo iż bardzo pragnęła wiedzieć, co jest przed nią, hen, daleko, i zachowywać spokojną godność, miała w sobie dość żaru w stosunku do tego, co bliskie, by całować rękaw pana Casaubona lub pieścić rzemyk u jego trzewika, gdyby tylko zdobył się wobec niej na jakikolwiek inny dowód uznania niż stwierdzenie z niewzruszoną, sztywną poprawnością, że widzi w niej istotę czułą i prawdziwie kobiecą, dając jednocześnie do zrozumienia, gdy uprzejmie podsuwał jej krzesło, iż tego rodzaju objawy uważa za niewłaściwe i zaskakujące. Ukończywszy z należytym staraniem pastorską toaletę poranną, przygotowany był na tylko takie rozkosze życiowe, jakie pasują do sztywno zawiązanego halsztuka oraz umysłu, któremu ciąży nieopublikowana wiedza.

Żałosnym tego przeciwieństwem były myśli i postanowienia Dorotei, niby kruszyny lodu, co płynąc, roztapiają się w ciepłym strumieniu, którego są tylko inną formą. Czuła się upokorzona, stwierdziwszy, że jest ofiarą uczucia, jakby to był jedyny dostępny jej środek poznania rzeczywistości: trwoniła wszystkie siły na opanowywanie zdenerwowania, na wewnętrzną szamotaninę, na przygnębienie, a potem, na jeszcze większe wyrzeczenia, które sprawiały, że ze spotykających ją przykrych konieczności czyniła obowiązek.

*

Ciekawam, jakie też się okaże pańskie powołanie: może zostanie pan poetą?

– To zależy. Być poetą to mieć duszę postrzegającą tak szybko, że nie umknie jej żaden znaczący cień, i odczuwającą tak szybko, że owo postrzeganie to tylko ręka potrącająca struny uczuć w sposób pięknie zróżnicowany, duszę, w której wiedza przekształca się zaraz w czucie, ono zaś z kolei staje się natychmiast nowym instrumentem poznania. Taki stan ogarnia człowieka chwilami tylko.

Olga Tokarczuk

1962 – , Polonia

Fragmento de la reciente novela de la Premio Nobel 2018 titulada Empusion. El horror naturomedicinal. He traducido un fragmento del I capítulo . El titulo deriva de la palabra empusa -bruja/vampiresa/Lamia- y designa el lugar habitado por estas criaturas mitológicas. El libro se publicó en Polonia a principios de junio de 2022 y se puede interpretar como contrapunto a La montaña mágica de Thomas Mann. La acción se sitúa en el antiguo balneario Görbersdorf (hoy Sokołowsko) en las montañas Sudetes en septiembre de 1913

Trad. Ada Trzeciakowska

empusion

Pensión para caballeros (frag.)

Estamos a mediados de septiembre, pero aquí, como constata asombrado visitante, el verano hace mucho que se fue y las primeras hojas se acumulan en el suelo. Los últimos días han debido de ser lluviosos, porque una ligera niebla sigue llenando el paisaje casi por completo, salvo las líneas oscuras de los arroyos. Nota en sus pulmones que se encuentra a gran altura; es bueno para su cuerpo cansado por la enfermedad. Wojnicz permanece en las escaleras de la estación de ferrocarril, examinando con recelo su calzado de finas suelas de cuero: tendrá que pensar en las botas de invierno. En Lviv, los ásteres y las zinnias seguían floreciendo, y a nadie se le ocurría pensar en el otoño. Aquí, en cambio, el horizonte alto hace que se vea más oscuro y que los colores parezcan más llamativos, casi vulgares. En ese momento, le invade una familiar melancolía tan propia de la gente convencida de su inminente muerte. Siente que este mundo que le rodea es un decorado pintado en una pantalla de papel, que podría hundir un dedo en este monumental paisaje y perforar un agujero que llevara directamente a la nada. Y que ésta, la nada, empezaría a manar de allí como un diluvio y finalmente le alcanzaría a él también, le agarraría por el cuello. Tiene que sacudir la cabeza para deshacerse de esta imagen. La imagen se rompe en gotas y cae sobre las hojas.
(…)
También le vinieron a la mente las palabras del Dr. Sokolowski de la época en la que comenzó a tratarle y a luchar contra su apatía: que la vida hay que hacerla apetecible. Sí, apetecible, es una palabra mejor que «gemütlich», pensó Wojnicz, pues no sólo se refería al espacio, sino también a todo lo demás: a la voz de alguien, a su forma de hablar, a su manera de sentarse en la silla, a su forma de atarse el pañuelo bajo el cuello, a la forma de disponer las galletas en el plato.

Fotogramas de Más allá de los sueños (1998) de Vincent Ward.

Empuzjon

Pensjonat dla panów (fragm.)

Jest połowa września, lecz tutaj, co przyjezdny zauważa ze zdziwieniem, lato już dawno minęło i na ziemi leżą pierwsze opadłe liście. Ostatnie dni musiały być deszczowe, bo lekka mgła wypełnia jeszcze krajobraz niemal szczelnie, robiąc wyjątek tylko dla ciemnych linii strumieni. Czuje w płucach, że jest wysoko, to dobrze dla jego zmęczonego chorobą ciała. Wojnicz stoi na schodkach dworca, oglądając podejrzliwie swoje obuwie na cienkich skórzanych podeszwach – będzie musiał pomyśleć o zimowych butach. We Lwowie kwitły jeszcze astry i cynie, i nikt w ogóle nie myślał o jesieni. Tutaj zaś wysoki horyzont sprawia, że jest ciemniej, a kolory wydają się bardziej jaskrawe, prawie wulgarne. W tym momencie ogarnia go dobrze znana melancholia, właściwa ludziom przekonanym o swojej rychłej śmierci. Czuje, że ów świat wokół to dekoracja namalowana na papierowym ekranie, że mógłby wsadzić palec w ten monumentalny pejzaż i wywiercić w nim dziurę prowadzącą prosto w nicość. I że ona, nicość, zacznie wylewać się stamtąd jak powódź i w końcu dosięgnie też jego, chwyci go za gardło. Musi potrząsnąć głową, żeby pozbyć się tego obrazu. Obraz rozbija się na kropelki i spada na liście.
(…)
Powracały doń też słowa doktora Sokołowskiego z czasów, kiedy ten zaczął go leczyć i zmagać się z jego apatią – że życie należy uczynić apetycznym. Tak, apetyczne, to lepsze słowo niż „gemütlich“, pomyślał Wojnicz, odnosiło się bowiem nie tylko do przestrzeni, ale także do wszystkiego innego – do czyjegoś głosu, do sposobu mówienia, siadania w fotelu, wiązania chustki pod szyją, do tego, jak ułożone są ciasteczka na talerzyku.

Olga Tokarczuk

1962 – , Polonia

Fragmento de la nueva novela de la Premio Nobel 2018 titulada Empusion. El horror naturomedicinal. He traducido una parte del capítulo 11. El titulo deriva de la palabra empusa -bruja/vampiresa/Lamia- y designa el lugar habitado por estas criaturas mitológicas. El libro se publicó en Polonia a principios de junio de 2022 y se puede interpretar como contrapunto a La montaña mágica de Thomas Mann.

Trad. Ada Trzeciakowska

empusion

Cintas blancas, negra noche (frag.)

– Leo aquí en los diarios críticas literarias escritas por una mujer, continuó Lukas, quien había sido interrumpido por culpa de los arenques. – Así que las sufragistas también quieren opinar aquí. Esto ya es realmente grotesco.
– Cuando se trata del genio en la literatura, queridos señores -retomó el tema August-, la señal más evidente de que una obra es sobresaliente es que no atrae a las mujeres.
(…)
– Haced un experimento, y cuando tengáis la oportunidad, mencionad el nombre de un escritor importante para vosotros delante de una mujer, preguntándole qué le parece ese autor. Cuanto más apreciéis a alguien, menos lo apreciarán las mujeres, y esto se debe a que las mujeres buscan en la literatura un pretexto para calentar sus afectos, lejos están de emplear las ideas. Las mujeres se inclinan por una literatura que gira peligrosamente en torno a asuntos interpersonales y, muy probablemente, entre hombres y mujeres -entonces en su rostro se dibujó un cuarto de sonrisa, o incluso un octavo de sonrisa, elevando comisura de la boca, que pudo parecerse a algún tic nervioso- centrados en los intercambios emocionales y carnales. Siempre describen los vestidos y los patrones del papel pintado con todo lujo de detalles. Simpatizan con las clases bajas y se apiadan de los animales. Suelen sentirse atraídas por lo insólito: fantasmas, sueños y visiones, pero también coincidencias y otras fatalidades, que utilizan para disimular su escaso talento a la hora de elaborar una trama consistente.
– Deme un ejemplo, pidió Frommer. – Está generalizando mucho.
– Es difícil dar ejemplos, porque pocas mujeres escriben. Y cuando escriben, no lo leemos.
– En efecto, convino Frommer.
– A los hombres les absorbe el propio lenguaje como la más perfecta herramienta de comunicación, el lenguaje como el mayor logro del desarrollo de la especie homo sapiens. Cincelar las frases, explorar la profundidad de los significados, jugar con el sentido. ¿Por qué los más grandes poetas han sido siempre hombres? -hizo una pregunta retórica August y vació su vaso de licor mientras cerraba los ojos en señal de placer.
– Tiene razón -convino Lukas-. – No hay mujeres en la historia de la literatura, como tampoco las hay en la ciencia. Hay incidentes aislados de esos seres femeninos que, a raíz de misterios de transmisión aún inexplorados, han heredado de sus abuelos y padres una parte del alma masculina, el don de Apolo.
– Dionisio no es una mujer y también pertenece al legado de los hombres, reclamó Augusto.
– Pero, en su esencia es personificación masculina de lo femenino: el desenfreno del exceso, los impulsos, la sensualidad y la embriaguez, las pulsiones naturales tan fuertes en este cuerpo femenino aparentemente débil, señaló Lukas, y así la discusión se fue adentrando en el ámbito de la mitología griega.
La cosa siguió así: el recitado de Augusto, otra perorata sobre la decadencia de la civilización por parte de Lukas, las incomprensibles alusiones de Frommer, hasta que las lenguas de los interlocutores se vieron entorpecidas por la Schwärmerei y se apoderó de todos ellos una sensación de espesamiento en el que era difícil moverse por debilidad o aversión. Como si el mundo estuviera construido de chapa de madera y ahora se fuera desprendiendo delante de sus ojos, todos los contornos se iban desdibujando un poco, mostrando las suaves transiciones entre las cosas. El mismo proceso afectó también a los conceptos, de modo que la discusión se iba haciendo cada vez menos sustanciosa, ya que los interlocutores de repente perdían la certidumbre y cada palabra, hasta entonces fiable, se hinchaba de contextos, arrastrando algunos restos de alusiones, centelleando con remotas asociaciones. Finalmente cayeron en un terrible agotamiento y uno a uno se escaparon a sus habitaciones, respirando pesadamente en las escaleras.

La acción se sitúa en el antiguo balneario Görbersdorf (hoy Sokołowsko) en las montañas Sudetes en septiembre de 1913. Collage propio: Lamia pintura de Herbert James Draper; Hécate de William Blake; antiguas postales de Görbersdorf y foto del semi-abandonado balneario de Sokołowsko hoy en día.

Empuzjon

Białe wstążki, ciemna noc (fragm.)

Czytam tutaj w gazetach krytykę literacką pisaną przez kobietę – kontynuował przerwaną z powodu śledzi dyskusję Lukas. – Więc i tutaj sufrażystki chcą mieć coś do powiedzenia. To już naprawdę groteskowe.
– Jeżeli chodzi o geniusz w literaturze, drodzy panowie – podchwycił temat August – to najpewniejszym znakiem tego, że dzieło jest wybitne, świadczy fakt, iż nie podoba się kobietom.
(…)
– Zróbcie eksperyment i kiedy będziecie mieli po temu okazję, wspomnijcie przy kobiecie nazwisko jakiegoś ważnego dla was pisarza, pytając, co o tym twórcy sądzi. Im bardziej wy kogoś cenicie, tym mniej cenić go będą kobiety, a to dlatego, że kobiety poszukują w literaturze pretekstu do rozgrzania swoich afektów, daleko im jednak do posługiwania się ideami. Kobiety mają skłonność do literatury, która niebezpiecznie kręci się wokół spraw międzyludzkich, a najpewniej męsko-damskich – tu przez twarz przemknął mu ćwierćuśmiech, a nawet jedna ósma uśmiechu, z uniesieniem jednego kącika ust, co mogło przypominać jakiś tik nerwowy – skupionych na wymianie uczuciowej i cielesnej. Zawsze bardzo szczegółowo, w detalach opisują sukienki i wzorki tapet. Mają ciągoty do niższych klas i litują się nad zwierzętami. Często ulegają pociągowi do wszelakich niesamowitości: duchów, snów i mar, ale także zbiegów okoliczności i innych przypadków, czym usiłują pokryć niedostatki talentu w prowadzeniu konsekwentnej fabuły.
– Niech pan poda jakiś przykład – poprosił Frommer. – Bardzo pan generalizuje.
– Trudno o przykłady, bo w ogóle mało kobiet pisze. A jak już piszą, to my tego nie czytamy.
– Rzeczywiście – zgodził się Frommer.
– Mężczyzn zajmuje sam język jako najdoskonalsze narzędzie komunikacji, język jako największe osiągnięcie rozwoju gatunku homo sapiens. Cyzelowanie zdania, badanie głębokości znaczeń, zabawa sensami. Dlaczego największymi poetami byli zawsze mężczyźni? – zapytał retorycznie August i opróżnił kieliszek nalewki, przymykając przy tym oczy na znak rozkoszy.
– Ma pan rację – zgodził się z nim Lukas. – Nie ma w historii literatury kobiet, tak jak i nie ma ich w nauce. Pojedyncze są wypadki tych istot kobiecych, które wskutek niezbadanych jeszcze tajników dziedziczenia przejęły od swoich dziadków i ojców pewną dozę męskiej duszy, daru Apollina.
– Dionizos nie jest kobietą i też należy do dziedzictwa mężczyzn – upomniał się August.
– Lecz w istocie swojej jest męskim uosobieniem tego, co kobiece: szału zapomnienia, popędów, cielesności i upojenia, ciągot naturalnych tak silnych w tym słabym, wydawałoby się, kobiecym ciele – punktował Lukas i w ten sposób dyskusja przeniosła się w rejony mitologii greckiej.
Tak to trwało – recytacja Augusta, kolejna tyrada o upadku cywilizacji Lukasa, niezrozumiałe aluzje Frommera, aż języki dyskutantów spowolniło działanie Schwärmerei i na powrót ogarnęło ich wszystkich uczucie jakiegoś zgęstnienia, w którym trudno było się poruszać z powodu słabości albo niechęci. Jakby świat był zbudowany z dykty i teraz rozwarstwiał się na ich oczach, wszelkie kontury nieco się rozmazywały, ukazując płynne przejścia między rzeczami. Ten sam proces dotyczył pojęć, toteż dyskusja stawała się coraz mniej rzeczowa, rozmówcy bowiem nagle tracili poczucie pewności i każde słowo do tej pory godne zaufania, teraz obrastało w konteksty, ciągnęło za sobą jakieś ogony aluzji, migotało odległymi asocjacjami. W końcu popadli w okropne znużenie i jeden po drugim ulatniali się do swoich pokojów, dysząc ciężko na schodach.

Ewa Jarocka

1980 – , Polonia

Enhorabuena a Eva, por segundo año consecutivo nominada al Premio Literario Gdynia.

Trad. Ada Trzeciakowska

Interior:

tienes en el corazón un corazón de piedra, tienes una roca
en la mirada y hueles a grava. Muerto
de nacimiento, tu madre te infectó con el frío.
es un virus llamado la lengua de los carámbanos.
dices, escribe cuando estás irritada. escribo, pues, mi frío,
porque la vida no me acaricia, me azota,
como si tuviera la piel de rinoceronte, como si mi piel fuera
de metal, a ser posible duro como las nueces. A veces las recojo
y las casco, miro y dentro está la tierra, está la gente
y ahí está mi vida en la piel de rinoceronte. es un error –
dices. lo sé, la gente de la nuez está equivocada e incluso
yo de la nuez tengo un problema con ello.

de Incendiemos mi sangre (junio 2022)

Póster de Romuald Socha

wnętrze:

masz w sercu serce z kamienia, masz głaz
w spojrzeniu i pachniesz żwirem. Martwy
od urodzenia, matka zainfekowała cię zimnem.
to wirus zwany językiem sopli.
mówisz pisz, gdy jesteś zła. więc piszę, moje zimno,
bo życie mnie nie głaszcze, tylko smaga,
jakbym miała skórę nosorożca, jakby moja skóra była
z metalu, najlepiej twardego jak orzechy. czasem zbieram je
i łupię, patrzę, a w środku jest ziemia, są ludzie
i jest moje życie w skórze nosorożca. to pomyłka –
mówisz. wiem, ci ludzie z orzecha się mylą i nawet
ja z orzecha mam z tym zagwozdkę.

z Zapalmy moją krew (czerwiec 2022)

Ewa Jarocka

1980 – , Polonia

Trad. Ada Trzeciakowska

Me miro las manos

me miro las manos

me recuerdan la vejez, un puñado de
hojas secas, han estado conmigo toda la vida,
y ahora se están agrietando como la polipiel.
les gustaría humedecerse, para poder guardar silencio.

para poder llorar las lágrimas que contengo
con los párpados igual que aprieto la mandíbula.

cruzo las manos en forma de pirámide,
como si me estuviera disparando.

me arranco los padrastros de las uñas.
quiero acelerar mi muerte, porque puedo.
tal vez un día, junto con las rebabas, perderé
las uñas, el pelo, la piel, las ciudades,
pueblos, bosques, animales y niños
humanos, a los hombres adultos les perdonaré la vida

para que lloren por nosotros

Brazo olvidado de Francisco Remiseiro #franciscoremiseiro

patrzę na swoje dłonie

patrzę na swoje dłonie

przypominają mi starość, trochę
suchych liści, całe życie były ze mną,
a teraz pękają jak skaj. najchętniej
by zawilgotniały, by móc milczeć.

by móc płakać łzami, które ściskam
powiekami tak. jak zaciskam szczękę.

składam dłonie w piramidkę,
jakbym strzelała do siebie.

skubię skórki przy paznokciach.
chcę przyśpieszyć swoją śmierć, bo mogę.
może kiedyś razem z zadziorami stracę
paznokcie, włosy, skórę. dom. miasta,
wsie, lasy i zwierzęta oraz ludzkie
dzieci, dorosłych mężczyzn oszczędzę,

by płakali po nas


John Fowles

1926-2005, Reino Unido

Trad. Ana María de la Fuente

La mujer del teniente francés

—Hubo un tiempo en que decías que yo era tu último recurso. La única esperanza que te quedaba en la vida. Ahora se han trocado los papeles. Tú no tienes tiempo para mí. Está bien. Pero no trates de justificarte. Con ello no harías sino agregar malicia a una injuria ya de por sí bastante grave.
Lo llevaba dentro desde el principio; era su argumento más poderoso y también el más mezquino. Y mientras lo decía no logró disimular su temblor. No podía más. Le lanzó una última mirada de dolor y haciendo un esfuerzo extendió una mano para abrir la puerta.
—¡Mr. Smithson!
Otra vez. Y ahora sintió la mano de ella en el brazo. Por segunda vez tuvo que detenerse, mientras se decía que odiaba aquella mano y odiaba su propia debilidad por dejar que le paralizara. Era como si ella tratara de decirle algo que no podía decir con palabras. O acaso no era más que un gesto de pesar o de disculpa. Pero entonces aquella mano se habría retirado después de tocarle; y no, seguía sujetándole, incluso físicamente. Muy despacio, Charles volvió la cabeza para mirarla; y con gran consternación vio que en sus ojos, si no en sus labios, había una ligera sonrisa, parecida a aquella otra que tanto le desconcertó el día en que Sam y Mary estuvieron a punto de descubrirlos. ¿Era irónica? ¿Pretendía darle a entender que no se tomara la vida tan en serio? En tal caso, cuando él la miró con toda su tristeza, aquella mano debía haberse apartado. Y él seguía sintiéndola en su brazo. Como si ella estuviera diciéndole: ¿No te das cuenta? Hay una solución.
Entonces cayó en la cuenta. Miró la mano y luego la miró a ella. Lentamente, como en respuesta, sus mejillas se tiñeron de rojo y de sus ojos se desvaneció la sonrisa. Dejó caer la mano a lo largo del cuerpo. Y los dos quedaron mirándose como si las ropas se les hubieran desprendido del cuerpo y les hubieran dejado desnudos frente a frente; pero para él no era una desnudez que excitara su instinto sexual, sino una desnudez clínica que revelara un cáncer odioso. Buscó en los ojos de ella algún indicio de sus verdaderas intenciones, y no encontró más que un espíritu dispuesto a sacrificarlo todo menos a sí mismo: la verdad, los sentimientos, incluso la modestia femenina, con tal de salvar su propia integridad. Y al advertir la posibilidad de este último sacrificio, se sintió tentado. Pero ella se había dado cuenta de que había dado un paso en falso y tenía miedo; y él lo veía, y veía también que aceptar su oferta de una amistad platónica —o acaso algún día más íntima, pero nunca consagrada— sería herirla mucho más.
Pero es que, además, veía lo que ocurriría en la realidad: que él se convertiría en el hazmerreír de los corrompidos habitantes de la casa, el almidonado pretendiente, el perrillo faldero. Veía también su propia superioridad respecto a ella: que no era de cuna, ni de educación, ni de inteligencia, ni de sexo, sino de su disposición de entrega total que, por otra parte, le incapacitaba para el compromiso. Ella sólo era capaz de dar a fin de poseer; y poseerle a él —ya fuera por ser él quien era, o porque su ansia de posesión era tan poderosa que había que satisfacerla constantemente, no podía saciarse con una sola conquista, sino…, pero él no podía saberlo, y nunca lo sabría—, y poseerle a él solo no bastaba.
Y vio por fin que ella sabía que él rehusaría. Desde el principio le había manipulado a su antojo y seguiría haciéndolo hasta el final.
Charles le lanzó una candente mirada de desdén y se fue. Sara no trató ya de detenerle. Él iba andando con los ojos fijos ante sí, como si los cuadros de las paredes fuesen otros tantos espectadores silenciosos. Era el último hombre honrado, camino del cadalso. Tenía ganas de llorar; pero nada le haría derramar una lágrima en aquella casa. Y de llorar a gritos. Cuando llegaba a la planta baja, de una habitación salió la muchacha que le había abierto la puerta. Llevaba una niña en brazos. Fue a decirle algo, pero la mirada fría y furibunda a un tiempo que le lanzó Charles la obligó a callar. Charles salió de la casa.
En la verja, en el futuro hecho presente, se dio cuenta de que no sabía adónde ir. Era como si acabara de nacer; tenía las facultades y los recuerdos de un adulto, sí, pero se sentía tan indefenso como un recién nacido. Habría que empezar todo otra vez, aprender todo otra vez. Cruzó la calzada oblicuamente, a ciegas, sin mirar atrás, en dirección al dique. Estaba desierto. Sólo, a lo lejos, un landó al trote, que cuando él llegó al parapeto ya había doblado una esquina y se había perdido de vista.
Sin saber por qué, Charles se quedó mirando el río gris, muy crecido con la marea alta. Le hablaba de regreso a América, de treinta y cuatro años de pugna por ir tomando altura, perdidos, completamente perdidos, pues estaba otra vez a ras del suelo; le hablaba, de esto estaba seguro, de una soledad del corazón tan absoluta como la de ella; le hablaba…, y mientras todas aquellas cosas, del pasado y del futuro, empezaban a fluir sobre él como un negro alud, Charles se volvió por fin a mirar a la casa de la que acababa de salir. En una ventana del último piso se había movido una cortina de malla blanca.
Pero seguramente era el viento de mayo. Porque Sara se ha quedado en el estudio, mirando el jardín en el que una niña y una joven, tal vez su madre, sentadas en la hierba, trenzan una guirnalda de margaritas. ¿Hay lágrimas en sus ojos? Está demasiado lejos para que pueda verlo; pero, ahora que los cristales de la ventana reflejan la luminosidad del cielo de verano, me parece que no; si acaso, apenas una sombra.
Desde luego, diréis que no aceptar la oferta implícita en el gesto de aquella mano fue la última tontería de Charles; que delataba, por lo menos, cierta flaqueza en la actitud de Sara. Pensaréis que ella tenía razón, que su batalla por conquistar un territorio era legítima, la rebelión del invadido contra el perenne invasor. Pero lo que no debéis pensar es que éste sea el final menos plausible de su historia.
Porque, aunque por caminos tortuosos, vuelvo a mi punto de partida: que no existe un dios mediador, como no sea lo que como tal puede interpretarse en el primer epígrafe de este capítulo: es decir, sólo la vida tal como la hemos hecho nosotros mismos, con las facultades que nos ha dado la casualidad, la vida tal como la definió Marx: los actos de los hombres (y de las mujeres) encaminados a conseguir sus fines. El principio fundamental que debería guiar estos actos, y que creo sinceramente que guió siempre los de Sara, se indica en el segundo epígrafe. Un existencialista moderno, seguramente sustituiría «piedad» por «humanidad» o «autenticidad»; pero comprendería muy bien la intención de Arnold.
El río de la vida, nacido de leyes misteriosas y de decisiones misteriosas, corre entre márgenes desiertas; y por aquella otra margen desierta Charles empieza a andar, como si delante de él fuera el armón de artillería que transportara su cadáver. ¿Camina hacia una muerte inminente, dada por su propia mano? Creo que no. Y es que al fin ha encontrado un átomo de fe en sí mismo, una auténtica cualidad única y distintiva sobre la que edificar su vida; aunque él aún lo negaría amargamente, aunque aún hay lágrimas en sus ojos que refrendarían su negativa, ha empezado a pensar que, por muy bien que el papel de Esfinge le vaya a Sara, la vida no es un símbolo, no es un enigma imposible de desvelar, no es habitar una sola cara, no es algo que se abandona después de perderlo a los dados; sino que es algo que, por más trabajo que nos cueste, por más sinsabores, por más lucha, hay que aguantar. Y otra vez a la mar, insondable y salobre, que nos aleja.

Fotogramas de la película homónima de Karel Reisz, adaptación del libro (1981), guión de Harlold Pinter.

Tłum. Wacława Komarnicka

Kochanica Francuza

— Był czas, kiedy mówiła pani o mnie jako o swojej ostatniej desce ratunku. Jako o jedynej nadziei w życiu. Role się teraz odwróciły. Nie jestem już pani potrzebny. Trudno. Ale niech się pani nie próbuje bronić. Złośliwość tylko spotęguje i tak już dość silny ból.
Miał to cały czas w myślach — ten najmocniejszy, choć zarazem najbardziej godny pogardy argument. A gdy to mówił, nie mógł ukryć drżenia, nie mógł ukryć, że jest u kresu wytrzymałości, zwłaszcza gdy chodzi o poczucie doznanej krzywdy. Rzucił jej ostatnie udręczone spojrzenie, a potem ruszył szybko do drzwi.
— Panie Smithson!
Znowu. Teraz poczuł na ramieniu jej rękę. Po raz drugi stanął sparaliżowany, nienawidząc tej ręki, nienawidząc własnej słabości. Zdawało się, że Sara usiłuje przekazać mu coś, czego nie może ująć w słowa. Może chodziło tylko o gest żalu przeproszenia. Ale gdyby tak było rzeczywiście, ręka jej bez wątpienia dotknęłaby go i zaraz opadła, tymczasem jednak trzymała go nie tylko psychicznie, lecz fizycznie. Bardzo wolno obrócił głowę i spojrzał na Sarę. Doznał wstrząsu, widząc jeśli nie na jej ustach, to w oczach coś jakby uśmiech, cień owego dziwnego uśmiechu, którym obdarzyła go niegdyś, kiedy omal nie zaskoczyli ich Sam i Mary. Czy była to ironia, czy Sara chciała mu dać do zrozumienia, żeby nie brał życia tak poważnie? Ale teraz znów, gdy świdrował ją rozpaczliwym, tragicznym wzrokiem ręka powinna była opaść. Wciąż jednak czuł na ramieniu jej uścisk, jak gdyby Sara mówiła: spójrz, czy nie widzisz, że istnieje rozwiązanie?
Doznał nagle olśnienia. Spojrzał na jej rękę, potem przeniósł wzrok na twarz. Wolno, jakby w odpowiedzi, policzki jej oblały się czerwienią, uśmiech znikł z oczu. Ręka opadła w dół. Zdawało się, że rozwiały się wszelkie zasłony i oboje stoją naprzeciw siebie obnażeni. Dla Karola wszakże jej nagość nie była nagością seksualną, lecz kliniczną, odsłaniającą ukryte dotychczas okropne schorzenie. Poszukał w oczach Sary jakiegoś dowodu jej istotnych zamiarów, lecz znalazł tylko ducha gotowego poświęcić wszystko prócz siebie — poświęcić prawdę, uczucia, może nawet kobiecą skromność, byleby zachować niezawisłość. Na chwilę możliwość tej najwyższej ofiary stała się dla Karola pokusą. Widział lęk pod wyraźną już świadomością, że zrobiła fałszywe posunięcie, gdyby więc przyjął ofertę przyjaźni platonicznej — a choćby nawet z czasem bardziej intymnej, to nigdy nieuświęconej — zraniłby Sarę najdotkliwiej.
Zaledwie jednak to wszystko zrozumiał, gdy wyobraził sobie, jak taki układ będzie wyglądał w rzeczywistości — jak on, Karol, stanie się przedmiotem drwin tego zdeprawowanego domu, wzdychającym adoratorem, poczciwym, ulubionym osiołkiem. Zrozumiał też, że stoi od Sary wyżej, a wyższość ta nie polega na urodzeniu, wykształceniu, inteligencji lub płci, lecz na zdolności dawania, która jest zarazem niezdolnością do kompromisów. Ona potrafi dawać tylko po to, by władać, a władza nad nim — może dlatego, że jest taki, jaki jest, może dlatego, że poczucie władzy jest dla niej imperatywem, musi być ustawicznie odnawiane i nie może poprzestać na jednym zwycięstwie, może… ale on, Karol, nie wie tego i nigdy się już nie dowie — władza nad nim to dla niej za mało.
Wreszcie zrozumiał też, że ona wiedziała z góry, że on odmówi. Od samego początku manipulowała nim. Byłoby ta aż do końca.
Ostatnim, palącym spojrzeniem odtrącił ją raz na zawsze i wyszedł z pokoju. Ona już nie próbowała go zatrzymywać. Patrzał wprost przed siebie, jak gdyby obrazy na ścianach, wzdłuż których przechodził, były milczącymi widzami. Był ostatnim uczciwym człowiekiem idącym na szafot. Chciało mu się płakać, ale nic nie zdołałoby wycisnąć z niego choćby jednej łzy w tym domu. Chciało mu się krzyczeć. Gdy zszedł do holu, dziewczyna, która zaprowadziła go na górę, wyszła z jakiegoś pokoju, trzymając na ręku małe dziecko. Otworzyła usta, chcąc coś powiedzieć. Obłąkane, a zarazem mrożące spojrzenie Karola powstrzymało ją. Wyszedł z domu.
Przy bramie, gdy przyszłość stała się już teraźniejszością, okazało się, że nie wie, dokąd pójść. Jak gdyby urodził się na nowo, zachowując władze umysłowe i wspomnienia człowieka dorosłego, ale bezradny jak dziecko — musi wszystko zacząć od początku, wszystkiego od nowa się uczyć! Na ukos, na oślep, nie oglądając się za siebie, przeszedł przez ulicę ku nabrzeżu. Było wyludnione, w oddali tylko widać było odjeżdżające lando, które znikło za zakrętem, nim doszedł do parapetu.
Nie wiedząc czemu, patrzał na szarą rzekę, wezbraną i bliską. Wszystko to oznaczało powrót do Ameryki, oznaczało, że trzydzieści lat pięcia się w górę poszło na marne, na marne, na marne, utracił wszystkie zdobyte szczyty, oznaczało, był tego pewien, całkowity celibat serca, taki sam, jak celibat wybrany przez Sarę, oznaczało… a gdy wszystko, co to oznaczało, zarówno w perspektywie, jak i w retrospektywie, zaczęło spadać na niego czarną lawiną, odwrócił się wreszcie i spojrzał na dom, który opuścił. Zdawało mu się, że w otwartym oknie na górze cienka biała firanka opadła w dół.
Było to jednak tylko złudzenie, sprawka majowego wietrzyka. Sara bowiem pozostała w pracowni, patrząc na ogród w dole, na dziecko i młodą kobietę, pewnie matkę dziecka, siedzące na trawie i zajęte pleceniem wianka z margerytek. Czyżby miała łzy w oczach? Za daleko, żebym mógł zobaczyć — szyby okienne odbijają blask letniego nieba i Sara jest już teraz dla mnie tylko cieniem poza światłem.
Mogą państwo oczywiście pomyśleć, że nie przyjmując oferty zawartej w owym zatrzymującym uścisku ręki, Karol popełnił najwyższe i ostateczne głupstwo, oraz że gest ten zdradza co najmniej pewną chwiejność w postawie Sary. Mogą państwo uznać, że Sara miała słuszność — że jej walka o terytorium było słusznym buntem podbitej przeciwko odwiecznemu najeźdźcy — Ale w każdym razie nie powinni państwo sądzić, że to skończenie historii ich dwojga jest mniej prawdopodobne.
Powróciłem bowiem, choć okrężną drogą, do swej pierwotnej zasady: że nie ma żadnego ingerującego boga poza tym czego się można pod tym kątem dopatrzeć w pierwszym epigrafie do niniejszego rozdziału, istnieje tedy tylko życie takie, jakie w granicach przypadkowo otrzymanych możliwości stworzyliśmy sobie sami, życie, jak je określił Marks: uczynki ludzi (mężczyzn i kobiet) dążących do własnych celów. Podstawową zasadę, która powinna kierować tymi uczynkami i która, jak sądzę, kierowała zawsze uczynkami Sary, umieściłem w drugim epigrafie. Nowoczesny egzystencjalista bez wątpienia zastąpiłby słowo „pobożność” słowem „humanizm” lub „autentyczność”, z pewnością jednak zrozumiałby intencje Matthew Arnolda.
Rzeka życia, rzeka tajemniczych praw i tajemniczych decyzji, płynie wzdłuż bezludnego nabrzeża, a innym bezludnym nabrzeżem rusza teraz Karol, człowiek kroczący za niewidzialną lawetą, na której spoczywają jego własne zwłoki. Czy idzie ku nieuchronnej samobójczej śmierci? Nie sądzę, znalazł bowiem wreszcie atom wiary w siebie, odkrył w sobie coś autentycznego, na czym może budować, zaczął już — mimo że przeczyłby temu zawzięcie, mimo że ma łzy w oczach na poparcie tego przeczenia — zdawać sobie sprawę, iż życie bez względu na to, jak efektownie pasuje czasem Sara do roli Sfinksa, nie jest symbolem, nie jest jedną tylko zagadką i jedną chybioną odpowiedzią, nie jest jedną jedyną umiłowaną twarzą, nie jest czymś, z czego się rezygnuje po jednym przegranym rzucie kości, lecz czymś, co tak czy owak, nieporadnie, beznadziejnie, mimo pustki, mimo wrogiej obojętności miasta trzeba znieść do końca. Więc dalejże znów na bezkresne, słone, nieokiełznane morze!

The French Lieutenant’s Woman

“There was a time when you spoke of me as your last resource. As your one remaining hope in life. Our situations are now reversed. You have no time for me. Very well. But don’t try to defend yourself. It can only add malice to an already sufficient injury.”
It had been in his mind all through: his most powerful, though also his most despicable, argument. And as he said it, he could not hide his trembling, his being at the end of his tether, at least as regards his feeling of outrage. He threw her one last tortured look, then forced himself onward to open the door.
“Mr. Smithson!”
Again. And now he felt her hand on his arm. A second time he stood arrested, hating that hand, his weakness in letting it paralyze him. It was as if she were trying to tell him something she could not say in words. No more, perhaps, than a gesture of regret, of apology. Yet if it had been that, her hand would surely have fallen as soon as it touched him; and this not only psychologically, but physically detained him. Very slowly he brought his head round and looked at her; and to his shock saw that there was in her eyes, if not about her lips, a suggestion of a smile, a ghost of that one he had received before, so strangely, when they were nearly surprised by Sam and Mary. Was it irony, a telling him not to take life so seriously? A last gloating over his misery? But there again, as he probed her with his own distressed and totally humorless eyes, her hand should surely have dropped. Yet still he felt its pressure on his arm; as if she were saying, look, can you not see, a solution exists?
It came upon him. He looked down to her hand, and then up to the face again. Slowly, as if in answer, her cheeks were suffused with red, and the smile drained from her eyes. Her hand fell to her side. And they remained staring at each other as if their clothes had suddenly dropped away and left them facing each other in nakedness; but to him far less a sexual nakedness than a clinical one, one in which the hidden cancer stood revealed in all its loathsome reality. He sought her eyes for some evidence of her real intentions, and found only a spirit prepared to sacrifice everything but itself—ready to surrender truth, feeling, perhaps even all womanly modesty in order to save its own integrity. And there, in that possible eventual sacrifice, he was for a moment tempted. He could see a fear behind the now clear knowledge that she had made a false move; and that to accept her offer of a Platonic—and even if one day more intimate, never consecrated—friendship would be to hurt her most.
But he no sooner saw that than he saw the reality of such an arrangement—how he would become the secret butt of this corrupt house, the starched soupirant, the pet donkey. He saw his own true superiority to her: which was not of birth or education, not of intelligence, not of sex, but of an ability to give that was also an inability to compromise. She could give only to possess; and to possess him—whether because he was what he was, whether because possession was so imperative in her that it had to be constantly renewed, could never be satisfied by one conquest only, whether… but he could not, and would never, know—to possess him was not enough.
And he saw finally that she knew he would refuse. From the first she had manipulated him. She would do so to the end.
He threw her one last burning look of rejection, then left the room. She made no further attempt to detain him. He stared straight ahead, as if the pictures on the walls down through which he passed were so many silent spectators. He was the last honorable man on the way to the scaffold. He had a great desire to cry; but nothing should wring tears from him in that house. And to cry out. As he came down to the hallway, the girl who had shown him up appeared from a room, holding a small child in her arms. She opened her mouth to speak. Charles’s wild yet icy look silenced her. He left the house.
And at the gate, the future made present, found he did not know where to go. It was as if he found himself reborn, though with all his adult faculties and memories. But with the baby’s helplessness—all to be recommenced, all to be learned again! He crossed the road obliquely, blindly, never once looking back, to the embankment. It was deserted; only, in the distance, a trotting landau, which had turned out of sight by the tune he reached the parapet.
Without knowing why he stared down at the gray river, now close, at high tide. It meant return to America; it meant thirty-four years of struggling upwards—all in vain, in vain, in vain, all height lost; it meant, of this he was sure, a celibacy of the heart as total as hers; it meant—and as all the things that it meant, both prospective and retrospective, began to sweep down over him ha a black avalanche, he did at last turn and look back at the house he had left. At an open upstairs window a white net curtain seemed to fall back into place.
But it was indeed only a seeming, a mere idle movement of the May wind. For Sarah has remained in the studio, staring down at the garden below, at a child and a young woman, the child’s mother perhaps, who sit on the grass engaged in making a daisy chain. There are tears in her eyes? She is too far away for me to tell; no more now, since the windowpanes catch the luminosity of the summer sky, than a shadow behind a light.
You may think, of course, that not to accept the offer implicit in that detaining hand was Charles’s final foolishness; that it betrayed at least a certain weakness of purpose in Sarah’s attitude. You may think that she was right: that her battle for territory was a legitimate uprising of the invaded against the perennial invader. But what you must not think is that this is a less plausible ending to their story.
For I have returned, albeit deviously, to my original principle: that there is no intervening god beyond whatever can be seen, in that way, in the first epigraph to this chapter; thus only life as we have, within our hazard-given abilities, made it ourselves, life as Marx defined it—the actions of men (and of women) in pursuit of their ends. The fundamental principle that should guide these actions, that I believe myself always guided Sarah’s, I have set as the second epigraph. A modern existentialist would no doubt substitute “humanity” or “authenticity” for “piety”; but he would recognize Arnold’s intent.
The river of life, of mysterious laws and mysterious choice, flows past a deserted embankment; and along that other deserted embankment Charles now begins to pace, a man behind the invisible gun carriage on which rests his own corpse. He walks towards an imminent, self-given death? I think not; for he has at last found an atom of faith in himself, a true uniqueness, on which to build; has already begun, though he would still bitterly deny it, though there are tears in his eyes to support his denial, to realize that life, however advantageously Sarah may in some ways seem to fit the role of Sphinx, is not a symbol, is not one riddle and one failure to guess it, is not to inhabit one face alone or to be given up after one losing throw of the dice; but is to be, however inadequately, emptily, hopelessly into the city’s iron heart, endured. And out again, upon the unplumb’d, salt, estranging sea.









Ewa Jarocka

1980 – , Polonia

Poema del nuevo libro de Ewa «Sombras de los perros que gimen» nominado, hace pocos días, al Premio Literario Gdynia (unos de los premios más importantes de Polonia)

Trad. Ada Trzeciakowska

puedo demostrarlo

la tapa del frasco se ha aflojado.
tal vez alguien quiso abrir el tarro con un cuchillo,
introduciendo dentro un poco de cristal, es tan
insensato, meter el ojo en el interior, girar el fondo del frasco,
a ver si afloja la tapa y la vida sabe a frambuesa.
es el otoño quien se metió dentro, lo encierro ahora
en el frigorífico y lo relamo, no quiere hablar conmigo
porque maté una araña, aunque la pude haber domesticado.
no sé de amor, ¿qué le podría haber ofrecido?
¿segunda vida en la que alimentarla con azúcar
y dejar que coma carne? Yo misma
engulliría frambuesas, como si se tratara de una enfermedad.

Fotograma de Amélie de Jean-Pierre Jeunet

Wiersz z nowego tomiku Ewy «Cienie piszczących psów», kilka dni nominowano go do Nagrody Literackiej Gdynia.

mam na to papiery

pokrywka od słoika poluzowała się.
być może ktoś chciał otworzyć słój nożem,
wprowadzając do środka trochę szkła, to takie
niemądre, pchać oko do wnętrza, przekręcać dno słoika,
bo może pokrywka odskoczy, a życie będzie malinowe.
to jesień władowała się do środka, wciskam ją teraz
do lodówki i oblizuję, nie chce ze mną gadać,
bo zabiłam pająka, a mogłam go oswoić.
nie znam się na miłości, co mogłabym mu dać?
drugie życie, w którym karmiłabym go cukrem
i pozwoliłabym mu jeść mięso? sama
żarłabym maliny, jakby to była jakaś choroba.

Diane Wakoski

1937 – , Estados Unidos

Trad. Ada Trzeciakowska

Pequeña mancha de sangre encontrada después de hacer el amor

La revelación nos llega a todos,
a los bomberos y a las ancianas que queman las tostadas.
Hiciste el amor con la diosa del bosque cuyo pelo se enrollaba en espirales
de llamas en torno a sus pies en la senda.
La quisiste llevar contigo como la
imagen del pequeño hilo de
sangre en la sábana. Pero en cambio
estás sentado en un parque junto a una sibila sin hogar envuelta
en periódicos, y te sientes vacío,
como si la sangre rezumase de tu propio cuerpo. Pero
¿adónde se fue?
Ella no va a cambiar su vida, ¿por qué iba a hacerlo?
Solo puede verte a escondidas,
como si fuera un libro en una lengua extranjera
que un lector desentrañaría,
si tan solo supiera qué dice el texto. Por eso sólo puede
quedarse en la estantería,
sin traducir.
¿Tal vez sólo nuestros secretos
explican nuestras vidas, y al revelar cualquiera
perdemos todo el significado posible?
¿Tal vez esta mancha es todo
lo que queda
de un incendio forestal: aquel pino Ponderosa
que renació de una piña semienterrada,
la luna creciente
que ella dejó atrás
iluminándote
invisiblemente cada noche?

Autor: Sdanir. Estatua de Tanit hallada en la isla de Ibiza. Museo de Arqueología de Barcelona.

Tłum. Ada Trzeciakowska

Plamka krwi znaleziona po uprawianiu miłości

Iluminacji może doznać każdy,
nawet strażacy i starsze panie przypalając tosty.
Kochałeś się z leśną boginką, której włosy zwijały się w płonące
spirale wokół jej stóp na ścieżce.
Pragnąłeś zabrać ją ze sobą jako
obraz strużki
krwi na prześcieradle. Lecz zamiast tego
siedzisz w parku przy bezdomnej sybilli owiniętej
gazetami, i czujesz się pusty,
jakby krew sączyła się po kropli z twojego ciała. A obraz,
gdzie jest?
Ona nie ma zamiaru zmieniać swojego życia,
niby z jakiego powodu miałaby?
Może widywać cię tylko po kryjomu;
jakby była książką w obcym języku,
którą czytelnik mógłby zgłębić
gdyby tylko wiedział o czym jest tekst. Może jedynie
leżeć na półce,
nieprzetłumaczona.
Być może tylko nasze sekrety
tłumaczą nasze życie, a wyjawienie któregokolwiek
pociąga za sobą utratę wszelkich możliwych znaczeń?
Być może ta plamka jest wszystkim
co zostało
z leśnego pożaru, po którym odrodziła się sosna Ponderosa
z na wpół pogrzebanej szyszki,
półksiężyc,
który pozostawiła po sobie, rzucający
blask na ciebie
niewidzialnie co noc?

Small Blood Stain Found after Making Love

Revelation come to everyone,
firefighters and old women burning toast.
You made love to the forest goddess whose hair wound in flaming
coils around her feet on the trail.
You wanted to take her with you, as the
image of the little curve of
blood on the sheet. But instead
you are sitting in a park next to a homeless sibyl wrapped
in newspapers, and feel empty,
as if the blood leaked out of your own body. But
where did it go?
She’s not going to change her life,
and why should she?
She can only see you clandestinely;
as it is as if she is some book in a foreign language
that a reader would give away
if they knew what the text said. She can only
remain on the shelf,
untranslated.
Perhaps only our secrets
explain our lives, and to reveal any secret
is to lose all possible meaning?
Perhaps this stain is all
that’s left
of a forest fire that rekindled Ponderosa
from a long buried-cone,
the crescent moon
she left behind shining
invisibly
on you every night?

Edith Södergran

1892-1923, Finlandia/Suecia (Carelia)

Trad. Jesús Pardo

Rosas

Es mío el mundo.
Dondequiera que vaya
a todos doy rosas.
Placen al artista todos los oídos de mármol que captan sus palabras.
¿Qué importan el dolor, la miseria?
Todo se derrumba con estruendo:
yo canto.
El gran himno del dolor surge del pecho feliz. 

Foto propia, Povedilla.

Tłum. Ada Trzeciakowska

Róże

Świat jest mój.
Gdziekolwiek bym poszła
każdemu rzucam róże.
Artysta kocha każde marmurowe ucho, które dosłyszy jego słowa.
Czym jest dla mnie nędza, czym ból?
Wszystko rozpadło wraz z wybuchem:
a ja śpiewam.
Wtedy ze szczęśliwych piersi wyrywa się wielki hymn bólu.

Transl. David McDuff

Roses

The world is mine.
Wherever I go
I throw roses at everyone.
The artist loves every marble ear that hears his words.
What are pain, misery to me?
Everything has fallen with a crash:
I sing.
So rises pain’s great hymn out of a happy breast. 

Rosor

Världen är min.
Vartän jag går
karstar jag rosor åt alla.
Konstnären älskar varje marmoröra som uppfattar hans ord.
Vad är mig smärta, elände?
Allt störtade tillsammans med ett brak:
jag sjunger.
Så stiger smärtans stora hymn ur lyckligt bröst.

Ewa Jarocka

1980 – , Polonia

Trad. Ada Trzeciakowska

Mi amante me dio en el ojo con un trozo de cristal

y vi a un perro /en el balcón. olía el mundo /y sintió lo mismo que los que se hicieron una herida, /cuya realidad cobró el color /de la provocación. /¿sintió? /hm. /ando por el corral como el perro por el balcón /en vez de oler la tierra y el aire, miro el cristal /en el ojo, /miro una fábrica de cristal entera! /es como un arco iris, /rabioso de tanta de belleza. /pero el perro jamás lo podrá oler, /ni siquiera lo podrá ver, /porque no sabe que existe. /¿y si lo ve entero con sus raíces?  /y lo adivina todo. /si cava un agujero profundo. /si llega con sus patas a un núcleo /de la tierra, /a la verdad /y al dolor de la verdad /nadie jamás le volverá a echar en cara que no está vivo /por lo tanto qué es lo que puede saber/ del amor.

Fotogramas de Adiós al lenguaje de Jean-Luc Godard (superposición del rostro de Anna Karina por vaguevisage.com) y el ojo de dios (nebulosa de la Hélice)

Dostałam od kochanka w oko kawałkiem szkła

i zobaczyłam psa /na balkonie. wąchał świat /i czuł to, co skaleczeni, /których rzeczywistość nabrała barw /prowokacji. /czuł? /hm. /chodzę po podwórku jak pies po balkonie, /zamiast wąchać ziemię i powietrze, patrzę na szkło /w oku. /gapię się na całą hutę szkła! /jest jak tęcza, /wściekła od piękna. /pies nigdy jej nie powącha, /nawet nie zobaczy, /bo nie wie, /że jest. /a może dojrzy ją razem z korzeniami? /wszystko odgadnie. /będzie w niej kopał dół głęboki. /dotrze łapami do jakiegoś jądra /ziemi, /do prawdy /i bólu prawdy /i już nikt nigdy nie zarzuci mu, że nie żyje, /więc co może wiedzieć /o miłości.

Diane di Prima

1934- 25 de octubre de 2020, Estados Unidos

Esta entrada está dedicada a todas las mujeres polacas que estos días están defendiendo su derecho a decidir durante la huelga de mujeres. Se cumplen cinco días de manifestaciones en varias ciudades de Polonia después de que el Tribunal Constitucional sacara adelante la semana pasada una nueva y más restrictiva ley del aborto, con la que las mujeres no podrán interrumpir sus embarazos si el feto presenta malformaciones graves. Esta es la causa del 97% de abortos en Polonia.

Fragmento de la parte 15 del poemario Loba de recién fallecida poeta americana, la última de los beatnik.

Trad. Sandra Toro

Loba

Avanza en el campo de batalla c/ el pelo suelto
El fuego arde en su frente
Sus ojos son la luna & el sol
Su cara transparente brilla como un espejo de esmeralda
Es del color de un nubarrón nuevo

Ella derrota a los rakshasas*
Se traga a los elefantes
Salta por encima de montañas & mares en un flash

¿Es diosa, demonio, naga* o mujer?
Sus gritos de guerra, repetidos, perforan el cielo

*rakshasa: un demonio malvado

*nagas: semidioses con forma humano y serpiente

Tłum. Ada Trzeciakowska

Loba

Ogień płonie jej na czole
Jej oczami są słońce i księżyc
Jej przezroczysta twarz lśni jak szmaragdowe lustro
Jest koloru nowej chmury deszczowej

Pokonuje rakszasów*
Połyka słonie
W mgnieniu oka przeskakuje morza i góry

Czy to bogini, demon,
nagina* czy kobieta?
Jej okrzyki wojenne, bezustanne, przebijają niebo

*rakszas: w mitologii indyjskiej: demon-ludojad, rodzaj złośliwego, złego ducha. W hinduizmie symbolizuje naturę mroczną, czyli taką w której przeważa nienawiść, naturę złą, która zadaje innym niezgodne z dharmą (religią) rany, cierpienia i krzywdy. 

*nagina/naga: wężokształte bóstwa wodne

Loba

She strides on the battlefield w/ loosened hair 
Fire burns on her forehead 
Her eyes are the sun & moon 
Her transparent face shines like an emerald mirror 
She is the color of a new raincloud

She routs rakshasas 
Swallows elephants 
Leaps over seas & mountains in a flash

Is it a goddess, demon, 
naga or woman? 
Her repeated war-cries pierce the sky

Audre Lorde

1934-1992, Estados Unidos

Poeta, mujer negra, feminista, víctima de cáncer, antirracista, profesora, luchadora en la época de las protestas, lesbiana… Fascinante entrevista realizada por su amiga, Adrienne Rich aquí

Trad. Torres Ruiz

Conclusión

Cruzarse en la calle con hombres que están muertos
se vuelve un hecho cotidiano
pero amar a uno de ellos
no es solución.
Creo en el amor como creo en nuestros hijos
pero nací Negra y sin ilusión
y mi visión
que difiere de la tuya
es clara
por más que a veces sea limitada.

Te he observado a medianoche
mientras dormías como si nada
deseando poder permitirme que los indesesperados sueños
que a ti te agitan  se marchiten y se disipen
en soluciones parciales.
Tus noches son invernalmente largas y muy jóvenes
llenas de pureza y perdón
y un dócil Jesús que atraviesa tus ciudades
sobre un estéril burro cuyos rebuznos
no incluyen tiempo futuro.

Pero soporto mis noches como soporto mi vida
y mi muerte
absolutas y despiadadas
pepitas de transigencia y decisión
fosilizadas por el fiero sol de verano
y cuando sueño
camino en una tierra Negra
donde el futuro
brilla eterno y verde
pero los símbolos del ahora
son sangrientas e implacables
habitaciones
donde niños confusos
con muñones de madera por dedos
juegan a la guerra
y no pueden recoger sus canicas
o esconderse en casa
cuando amenaza una pesadilla.

Tłum. Renata Gorczyńska

Konkluzje

Martwi mężczyźni mijani na ulicach
stają się codziennym zjawiskiem
ale kochać jednego z nich
nie jest rozwiązaniem
Wierzę w miłość jak wierzę w nasze dzieci
lecz urodziłam się czarna, odarta ze złudzeń
a moje widzenie
różne od waszego
jest jasne,
chociaż niekiedy ograniczane.

Badałam cię wzrokiem o północy obracałeś się w powszednim śnie
ja też chciałabym sobie pozwolić na bezbolesne majaki
które miotają tobą i więdną
w niepełnych rozwiązaniach
Twoje noce ciągną się jak zima i są bardzo młode
wypełnione czystością, wybaczaniem
i łagodnym Chrystusem objeżdżającym twe miasta
na bezpłodnej oślicy której rykinie obwieszczają czasu przyszłego.

Ja zaś noszę moje noce jak noszę moje życie
i umieranie
absolutne i niewybaczalne
bryłki ustępstw i decyzji
skamieniałe od dzikiego słońca
A kiedy śnię
posuwam się przez Czarny Ląd
gdzie przyszłość
świeci wiecznie i zielono
lecz gdzie teraźniejsze symbole
to skrwawione i nieustępliwe
izby
w których skołowane dzieci
z kikutami z drewna zamiast palców
bawią się w wojnę
i nie potrafią pozbierać szklanych kulek
albo uciec do domu
ilekroć zagraża zmora.

Fecha de la primera fotografía: 1981.

Conclusion

Passing men in the street who are dead
becomes a common occurrence
but loving one of them
is no solution.
I believe in love as I believe in our children
but I was born Black and without illusion
and my vision
which differs from yours
is clear
although sometimes restricted.

I have watched you at midnight
moving through casual sleep
wishing I could afford the nondesperate dreams
that stir you     to wither and fade
into partial solutions.
Your nights are wintery long and very young
full of purity and forgiveness
and a meek Jesus who rides through your cities
on a barren ass whose braying
does not include a future tense.

But I wear my nights as I wear my life
and my dying
absolute and unforgiven
nuggets of compromise and decision
fossilized by fierce midsummer sun
and when I dream
I move through a Black land
where the future
glows eternal and green
but where the symbols for now
are bloody and unrelenting
rooms
where confused children
with wooden stumps for fingers
play at war
and cannot pick up their marbles
or run away home
whenever a nightmare threatens.

Agi Mishol

1947 – , Israel

* En palabras de Amos Oz: «Los poemas de Agi Mishol saben cómo contar una historia, cantar una canción y también bailar, todo al mismo tiempo. Me encantan sus maravillosas sorpresas, su tristeza sutil y exacta, esa manera misteriosa con la que hace que esa tristeza rebose alegría oculta».

Trad. Adam Gai

Tłum. Ada Trzeciakowska

Agnes

Tal vez debieron cambiar mi nombre
y llamarme Ovina, Oveja o Cordera.
Sin pastor que me guíe
voy de aquí para allá en la pendiente
y me pastoreo a mí misma
en mi prado interior de tristeza serena
lanzo un balido
sólo cuando tengo algún mee que decir.
El pasto es verde
el gato calza calcetines blancos
y los árboles no se entrelazan
unos con los otros
Vestida de civil yo también sé
sacudir un mantel
escurrir un trapo de piso
y alzarme como la fachada de un edificio.

Agnes

Być może powinni byli zmienić mi imię
i nazywać mnie Jagniątkiem, Owcą, Baranką
Bez prowadzącego mnie pasterza
kręcę się w te i we w te po zboczu
i wypasam się sama
na mojej wewnętrznej łące łagodnego smutku
zabeczę czasem
tylko kiedy mam jakieś mee do powiedzenia.
Łąka jest zielona
kot nosi białe skarpetki
a drzewa nie przeplatają się
z innymi
W cywilnym ubraniu ja również potrafię
wytrzepać obrus
wykręcić ścierkę od podłogi
i wznosić się fasada jakiegoś budynku.

Agi (Agnes) Mishol a la derecha. La poeta hizo su servicio militar una central nuclear y fue cuando decidió estudiar literatura.

Adrienne Rich

1922-2012, EE.UU.

Trad.  Sandra Toro

Cartografías del silencio

5.

El silencio que deja al descubierto:
En la Pasión de Juana de Dreyer

la cara de Falconetti, el pelo rapado, una gran geografía
escrutada en silencio por la cámara

Si hubiese una poesía donde esto pudiese ocurrir
no como espacio en blanco ni como palabras

ajustadas igual que una piel sobre los significados
sino como el silencio que cae al final

de una noche que dos personas pasaron
hablando hasta el amanecer.

Fotogramas de La pasión de Juana de Arco de Carl Theodor Dreyer (1928)

Tłum. Ada Trzeciakowska

Karografie ciszy

5.

Cisza, która obnaża:
W Męczeństwie Joanny Dreyera

Twarz Falconetti, zgolone włosy, rozległa geografia
badana w ciszy przez kamerę

Gdyby tylko istniała poezja gdzie jest to możliwe
nie jako puste odstępy ani jako słowa

naciągnięte niczym skóra na znaczeniach
lecz jako cisza która zapada na koniec

nocy, którą dwoje ludzi spędziło
na rozmowie aż do świtu.

Fragmento del oratorio compuesto por Richard Einhorn para la película de C.T. Dreyer

Cartographies of Silence

5.

The silence strips bare:
In Dreyer’s Passion of Joan

Falconetti’s face, hair shorn, a great geography
mutely surveyed by the camera.

If there were a poetry where this could happen
not as blank space or as words

stretched like skin over meanings
but as silence falls at the end

of a night through which two people
have talked till dawn.

Adrienne Rich

1922-2012, EE.UU.

Trad.  Juan Carlos Villavicencio

Los árboles

Los árboles del interior se mueven hacia el bosque,
el bosque que estuvo vacío todos estos días
donde ningún pájaro podía sentarse
ningún insecto esconderse,
ningún sol enterrar sus pies en la sombra
el bosque que estuvo vacío todas estas noches
estará lleno de árboles por la mañana.

Toda la noche las raíces trabajan
por retirarse de las grietas
en el suelo de la terraza.
Las hojas se tuercen hacia los vidrios
pequeños vástagos rígidos por el esfuerzo
largas y estrechas ramas se arrastran bajo el tejado
como pacientes recién dados de alta
medio aturdidos, dirigiéndose
a las puertas de la clínica.

Me siento adentro, las puertas se abren a la terraza,
escribo largas cartas
en las que apenas menciono la partida
del bosque desde la casa.
La noche está fresca, la luna entera brilla
en un cielo aún abierto
el olor de las hojas y el liquen
aún alcanza como una voz las habitaciones.
Mi cabeza está llena de susurros
que mañana estarán en silencio.

Escucha. Los vidrios se quiebran.
Los árboles se van tropezando
hacia la noche. Los vientos se apresuran
            a reunirse con ellos.
La luna se ha roto como un espejo,
sus fragmentos fulguran ahora en la copa
del más alto de los robles.

Fotografías de Denise Grunstein y Marit Beer

Tłum. Julia Hartwig

Drzewa

Drzewa z wnętrza domu wyruszają do lasu
las był pusty przez wszystkie te dni
i nie mógł w nim spocząć żaden ptak
ni skryć się żaden owad
ani słońce nie mogło zagłębić nóg w jego cieniu
Las, który był pusty przez wszystkie te noce
rankiem zapełni się drzewami.

Przez całą noc korzenie pracują
by wyjść przez szpary
w podłodze werandy
Liście prężą się w stronę lustra
gałązki sztywnieją z wysiłku
skurczone przez długi czas konary szorują pod dachem
jak dopiero co zwolnieni pacjenci
którzy na wpół oszołomieni spieszą
do drzwi kliniki

Siedzę wewnątrz przy otwartych na werandę drzwiach
i piszę długie listy
w których lekko tylko napomykam o odwrocie
lasu z mojego domu

Noc jest świeża świeci pełny księżyc
na otwartym wciąż niebie,
zapach liści i mchu
wchodzi do pokoju jak czyjś głos.
Głowa moja jest pełna szeptów
które jutro umilkną

Posłuchaj To pęka szkło
Drzewa potykając się suną
w głąb nocy Wiatry spieszą im na spotkanie
Księżyc roztrzaskał się jak lustro
jego odłamki tkwią teraz w koronie
najwyższego dębu

The trees

The trees inside are moving out into the forest,
the forest that was empty all these days
where no bird could sit
no insect hide
no sun bury its feet in shadow
the forest that was empty all these nights
will be full of trees by morning.

All night the roots work
to disengage themselves from the cracks
in the veranda floor.
The leaves strain toward the glass
small twigs stiff with exertion
long-cramped boughs shuffling under the roof
like newly discharged patients
half-dazed, moving
to the clinic doors.

I sit inside, doors open to the veranda
writing long letters
in which I scarcely mention the departure
of the forest from the house.
The night is fresh, the whole moon shines
in a sky still open
the smell of leaves and lichen
still reaches like a voice into the rooms.
My head is full of whispers
which tomorrow will be silent.

Listen. The glass is breaking.
The trees are stumbling forward
into the night. Winds rush to meet them.
The moon is broken like a mirror,
its pieces flash now in the crown
of the tallest oak.

Edith Södergran

1892-1923, Finlandia/Suecia (Carelia)

Trad. Francisco J. Uriz

Decisión

Soy una persona muy madura,
pero nadie me conoce.
Mis amigos se hacen una falsa imagen de mí.
Yo no soy mansa.
He sopesado la mansedumbre en mis garras de águila y la conozco bien.
¡Oh, águila!, ¡qué dulzura hay en el vuelo de tus alas!
¿Vas a callar como todo?
¿Quieres quizá escribir? Tú ya no escribirás más.
Cada poema será el desgarramiento de un poema,
no será poema, sino huellas de garras.

Fotografía de la fotógrafa Kati Horna (1912-2000, Hungría/México). Amigga de Bertold Brecht, relacionada con Bauhaus, documentó la Guerra civil española junto con su pareja Robert Capa.

Tłum. Ada Trzeciakowska

Postanowienie

Jestem osobą już dojrzałą,
lecz nie zna mnie nikt.
Przyjaciele stworzyli sobie fałszywy obraz mnie.
Nie jestem łagodna.
Oszacowałam wagę łagodności w szponach mych orła i dobrze ją znam.
Och, orle! Co za słodycz zawiera się w locie skrzydeł twych!
Zamilkniesz jak wszystko?
Może pisać chcesz? Więcej nie napiszesz już.
Każdy wiersz będzie rozszarpywaniem wiersza,
nie wierszem lecz szponów śladem.

Fotograma de Nadie quiere la noche de Isabel Coixet

Transl. David McDuff

Resolve

I am a very mature person,
but no one knows me.
My friends have a false picture of me.
I am not tame.
I have weighed tameness in my eagle’s claws and know it well.
O eagle, what sweetness in the flight of your wings.
Will you be silent like everything else?
Will you write poetry perhaps? You shall write no more poetry.
Every poem shall be the tearing up of a poem,
not a poem but clawmarks.

Solveig von Schoultz

1907-1996, Finlandia

Trad. Ada Trzeciakowska

Tres hermanas

La mujer se agachó y recogió a su hijo
y el cabello cayó sobre su rostro
y dentro de ella una viejecita
marchita y de ojos claros
se agachó con la cabeza temblorosa
para recoger su ovillo de lana
y dentro de ella
una niña se agachó para recoger su muñeca
con manos tiernas
tres hermanas
que jamás se verían unas a otras

Fotografías de Tony Luciano

Tłum. Ada Trzeciakowska

Trzy siostry

Kobieta pochyliła się i podniosła dziecko
a włosy opadły jej na twarz
a wewnątrz niej drobna stara kobieta
przywiędła i o jasnych oczach
pochyliła się z drżącą głową,
by podnieść robótkę
a w niej
młoda dziewczyna pochyliła się, by podnieść lalkę
czułymi rękami
trzy siostry
którzy nigdy się nie zobaczą

Transl. David McDuff

Three sisters

The woman stooped down and picked up her child
and her hair fell over her face
and inside her a little old woman
withered and clear-eyed
stooped down with trembling head
to pick up her knitting
and inside her
a young girl stooped down to pick up her doll
with tender hands
three sisters
who would never see one another.

Adrienne Rich

1922-2012, EE.UU.

Trad. María Soledad Sánchez Gómez

Canción

Te preguntas si estoy sola:
pues sí, estoy sola
como un avión que viaja solitario y horizontal
siguiendo las señales de radio, dirigiéndose
a cruzar las Rocosas
por la sucesión de pasillos azules
de un campo de aterrizaje sobre el océano

¿Quieres preguntarme si estoy sola?
Bien, por supuesto, sola
como una mujer que conduce a través del país
día tras día, dejando atrás
milla tras milla
pequeñas ciudades en las que podría haber parado
y vivido y muerto, sola

Si estoy sola
debe ser la soledad
de despertar primero, de respirar
el primer soplo de aire frío del alba sobre la ciudad
de ser la que está despierta
en una casa envuelta en sueño

Si estoy sola
es con la firmeza del bote helado en la costa
en la última luz roja del año
que sabe lo que es, que sabe que no es
hielo ni lodo ni luz invernal
sino madera, con el don de arder

Trad. Ada Trzeciakowska

Pieśń

Jesteś ciekaw czy jestem sama:
więc tak, jestem sama
jak samolot lata samotnie podtrzymywany
przez radiowe fale, kierując się
nad Górami Skalistymi
naciągniętymi na błękitno strunami pasów
lotniska nad oceanem.

Chcesz wiedzieć, czy jestem sama?
Dobrze, oczywiście, samotna
jak kobieta przemierzająca kraj samochodem
dzień za dniem, zostawiając za sobą
milę za milą
miasteczka, w których mogłaby zatrzymać się
i żyć i umrzeć, sama

Jeśli jestem sama
to musi być samotność
budzącej się najwcześniej, oddychającej
pierwszym zimnym powiewem świtu w mieście
jedynej przebudzonej
w domu owiniętym w sen

Jeśli jestem sama
to jak zamarznięta łódka na brzegu
w ostatnim czerwonym świetle roku,
która wie czym jest, wie, że nie jest ani
lodem ani błotem ani zimowym światłem
lecz drewnem obdarzonym darem płonięcia.

Song

You’re wondering if I’m lonely:
OK then, yes, I’m lonely
as a plane rides lonely and level
on its radio beam, aiming
across the Rockies
for the blue-strung aisles
of an airfield on the ocean.

You want to ask, am I lonely?
Well, of course, lonely
as a woman driving across country
day after day, leaving behind
mile after mile
little towns she might have stopped
and lived and died in, lonely

If I’m lonely
it must be the loneliness
of waking first, of breathing
dawns’ first cold breath on the city
of being the one awake
in a house wrapped in sleep

If I’m lonely
it’s with the rowboat ice-fast on the shore
in the last red light of the year
that knows what it is, that knows it’s neither
ice nor mud nor winter light
but wood, with a gift for burning

Ariana Harwicz

1977 – , Argentina

Mátate amor (frg.)

Recuerdo lo que no está. Una isla habitada por hombres que buscan belleza y solo la encuentran en la vastedad del encierro. Me reconozco sádica. Digo que no hay posibilidad sin alma, como no hay imagen sin el otro. Pero no tengo otro. Ni alma. Escribiré el signo fatal sobre tu vientre y luego marcharemos hacia una tierra húmeda, me prometió un joven enamorado. ¿Qué fue de eso? Esa noche está a cien mil noches y el enamorado está perdido. Sigo esperando a que aparezca entre las espirales que surgen de mi boca. Llevo grabados olores como a fuego fatuo, el de unas manos en la penumbra, el de una espalda blanda, el de una garganta endiablada. Terminó y se fueron todos. Sigo siendo una pequeña bruja que espera encantar. El vecino sucumbió a una sobredosis de heroína con su bebé en brazos. La de las ventanas tapiadas se asfixió con el humo de su propio fuego. Los animales se extinguen antes de reproducirse. Eso es morir por estos pagos. En cambio, en mis noches soleadas en la isla, todo era tertulia, ensueño, besos furiosos. En cambio, en la dorada época en que existí, todo fue fruición de sexo redivivo. Una oleada de antipatía por el mundo brota desde lo íntimo. No sé qué pensarán las bestias que ahora forman un círculo y me miran atónitas, las mandíbulas desprendidas de sus cuerpos. Caigo de rodillas. Si un lugareño pasara con una canasta buscando setas y frutos creería que es un acto de misticismo.

(…)

Y así se levantó de la cama angosta en medio de la noche mientras yo seguía desnuda. Me había dejado una nota sin lírica. El comienzo del espanto seco. Algunas horas antes habíamos levitado, pero qué es al día siguiente la noche anterior. Salté de la camita con la boca descascarada. Abajo, los tres habían salido de compras. Cuántas veces entró y salió de mí, el aire del altillo hecho de miel.

Cuántas veces el deseo rozó lo insoportable, la boca de un caimán abierta a más no poder. El río me arrastró y fui una rama seca. Pedaleé los veinte kilómetros hasta mi casa queriendo vomitar. Pedaleé y pedaleé sin separarme de su gusto en mi saliva. El deseo me siguió a lo largo de toda la carretera, pegajoso, maloliente y servil.

Quiero un tratamiento agresivo con láser para olvidar su mandíbula, para deshacerme de su frente. Lejos, entre balas de pasto empaquetado, un joven que nunca vi iba haciendo equilibrio sobre la rueda trasera de un scooter, de su labio inferior colgaba un pucho. Tal vez mi hijo en unos años. Sigo pedaleando con mis piernas largas y quisiera patear el piso como una yegua con colmillos. No sé traducir lo que siento. Tengo quince años y acabo de hacerme la última prueba del vestido blanco.

Fotogramas de Un tranvía llamado Deseo de Elia Kazan (1951)

Tłum. Agata Ostrowska

Zgiń, kochanie (fragm.)

Wspominam to, czego nie ma. Wyspę zamieszkaną przez ludzi poszukujących piękna, którzy znajdują je tyl­ko w ogromie izolacji. Przyznaję, że jestem sadystką. Mówię, że nic nie jest możliwe bez duszy, tak jak obraz nie może istnieć bez tego drugiego. Ale ja nie mam tego drugiego. Ani duszy. „Zapiszę znak śmierci na twoim łonie i powędrujemy razem ku wilgotnym krainom” – obiecał mi kiedyś młody kochanek. Co się z nim stało? Od tamtej nocy upłynęło sto tysięcy innych, a kochanek przepadł. Wciąż mam nadzieję, że ukaże się między spiralnymi smużkami wydobywającymi się z moich ust. Zapa­chy towarzyszą mi jak błędne ogniki, zapach pewnych dłoni w półmroku, miękkich pleców, diabelskiego gardła. Skończyło się, wszyscy odeszli. Nadal jestem wiedźmą, która tylko cze­ka, żeby rzucić na kogoś urok. Sąsiad przedawkował heroinę, trzymając w ramionach niemowlę. Ta z domu z zabitymi okna­mi udusiła się dymem z własnego kominka. Zwierzęta wymie­rają, zanim zdążą się rozmnożyć. W tych stronach tak wygląda śmierć. Tymczasem tamte słoneczne noce na wyspie były pełne spotkań, rozmów, snów na jawie, szalonych pocałunków. Tymczasem w tamtym złotym okresie mojego życia wszystko kręciło się wokół odkrytej na nowo rozkoszy seksualnej. Fala antypatii do całego świata wzbiera gdzieś w najintymniejszym zakątku mojego jestestwa. Nie wiem, co sobie pomyślą zwie­rzęta, które uformowały teraz krąg i patrzą na mnie zbaraniałe, szczęki opadły im tak nisko, że prawie odseparowały się od reszty ciała. Padam na kolana. Gdyby w tej chwili minął mnie jakiś miejscowy z koszykiem na grzyby, uznałabym to za akt absolutnie mistyczny.

(…)

A później zwyczajnie wstał z tego wąskiego łóżka w środku nocy, ja nadal leżałam tam naga. Zostawił mi prozaiczny liścik. Ogarnęło mnie nagłe przerażenie. Kilka godzin wcześniej unosiliśmy się w powietrzu, ale czymże jest ubiegła noc następ­nego poranka. Wyskoczyłam z łóżka, czułam suchość w ustach. Cała trójka z dołu wyszła na zakupy. Ile razy wchodził we mnie i wychodził, powietrze na strychu było słodkie jak miód.

Ile razy pożądanie zdawało się nie do zniesienia, jak paszcza krokodyla rozdziawiona do granic możliwości. Porwała mnie rzeka, by­łam suchym badylem niesionym przez nurt. Pedałowałam przez dwadzieścia kilometrów do domu i chciało mi się wymiotować. Pedałowałam i pedałowałam, a w ślinie ciągle czułam jego smak. Żądza podążała za mną przez całą drogę powrotną, lepka, cuch­nąca, służalcza.

Potrzebuję intensywnej terapii, zabiegu laserem, żeby zapomnieć jego szczękę, żeby pozbyć się z myśli jego czoła. W oddali, między belami ciasno upakowanego siana, jakiś chło­pak, którego nigdy wcześniej nie widziałam, jeździł, balansu­jąc na tylnym kole skutera, do dolnej wargi miał przyklejonego papierosa. To mógłby być mój syn za kilkanaście lat. Pedałuję dalej długimi nogami i chciałabym tupać, deptać, skopać ziemię jak klacz z ostrymi kłami. Nie potrafię przetłumaczyć tego co czuję. Mam piętnaście lat i wzięłam ostatnią przymiarkę sukni ślubnej.

Diane Wakoski

1937 – , Estados Unidos

Trad. Ada Trzeciakowska

Leche agria

No puedes hacer
que vuelva a ser
dulce.
             Una vez
fue de un color inocente
como las flores de las fresas silvestres,
y la textura era tan simple
que pasaba a través de un trozo de gasa,
el sabor era fresco.
Y ahora
sin más culpable que el paso del tiempo
para reprocharle,
la misma sustancia
se volvió agria y grumosa.

La leche cortada
sirve para hacer masas deliciosas e interesantes,
se la puede llevar a un nivel superior de acción bacteriana
para crear platos nuevos,
puede considerársela
compleja en sí misma y de textura más interesante
para quien la estudie de cerca,
se parece a un mapamundi.

Pero
para la mayoría de nosotros:
se echó a perder.
Está agria.
La echamos,
por el desagüe -no en el del patio de atrás-
con cuidado de no volcar nada
porque el olor es fuerte.
Un buen cocinero
estaría escandalizado
con semejante desperdicio.
Pero no vivimos en un mundo de buenos cocineros.

Yo soy la leche.
Pasa el tiempo.
No me puedes volver
a hacer
dulce.
Me siento llena de culpa en el estante del frigorífico,
temblando con la esperanza de un cocinero
que sueñe con barquillos,
con biscochos, con empanadillas
y otros deliciosos panes,
aterrada del ama de casa moderna que
va a bajarme del estante y con un diestro giro
de muñeca
… ya sabes cómo continua.

Tú eres la leche.
Cuando llegue tu turno
acuérdate:
no hay nada que podamos reprocharte
más que el paso del tiempo.

Tłum. Ada Trzeciakowska

Zsiadle mleko

Nie możesz sprawić
by znów było
słodkie.
             Kiedyś
miało niewinny kolor
kwiatów poziomek,
i jego struktura była prosta
przelatywało przez czysty prostokąt gazy,
miało świeży smak.
A teraz
choć zawinił tylko upływający czas
i jemu tylko można robić wyrzuty
ta sama substancja
stała się kwaśna i pełna grudek.

Z zsiadłego mleka
można zrobić interesujące i pyszne ciasta,
można się wznieść na wyżyny działań bakteryjnych
by stworzyć nowe potrawy,
a samo w sobie może być uważane
za skomplikowane i o ciekawszej strukturze
gdy przyjrzeć się mu z bliska,
podobnie jak mapa świata.

Jednak
dla większości z nas:
jest zepsute.
Kwaśne.
Wylewamy je
do zlewu -nie do ogródka-
ostrożnie by nie rozlać ani kropli
ze względu na ostry zapach.
Dobry kucharz
zdenerwowałaby się
takim marnotrawstwem.
Ale nie żyjemy w świecie dobrych kucharzy.

Ja jestem mlekiem.
A czas płynie.
Nie możesz sprawić
by znów była
słodka.
Stoję przepełniona winą na półce lodówki,
drżąca i z nadzieją, że znajdzie się kucharz
marzący o waflach,
biszkoptach, pierogach
i innych pysznych wypiekach,
drżąc ze strachu przed nowoczesną panią domu
która ściągnie mnie z półki i sprawnym ruchem
nadgarstka
… wiesz jak dalej się potoczy.

Ty jesteś mlekiem.
Kiedy przyjdzie kolej na ciebie
pamiętaj:
jedyne co możemy ci wyrzucić
to upływ czasu.

Sour Milk

You can’t make it
turn sweet
again.
           Once
it was an innocent color
like the flowers of wild strawberries,
and its texture was simple
would pass through a clean cheese cloth,
its taste was fresh.
And now
with nothing more guilty than the passage of time
to chide it with,
the same substance
has turned sour and lumpy.

The sour milk
makes interesting & delicious doughs,
can be carried to a further state of bacterial action
to create new foods,
can in its own right
be considered complicated and more interesting in texture
to one who studies it closely,
like a map of all the world.

But
to most of us:
it is spoiled.
Sour.
We throw it out,
down the drain –not in the back yard—
careful not to spill any
because the smell is strong.
A good cook
would be shocked
with the waste.
But we do not live in a world of good cooks.

I am the milk.
Time passes.
You cannot make it
turn sweet
again.
I sit guiltly on the refrigerator shelf
trembling with hope for a cook
who dreams of waffles,
biscuits, dumplings
and other delicious breads
fearing the modern houswife
who will lift me off the shelf and with one deft twist
of a wrist. . .
you know the rest.

You are the milk.
When it is your turn
remember.
there is nothing more than the passage of time
we can chide you with.