Michelangelo Antonioni

1912-2007, Italia

En memoria de la inolvidable Monica Vitti (1931-2022)

*Fragmento del guion, escrito con Tonino Guerra, de la primera película en color de Antonioni. Tonino Guerra colaboraba también con Fellini y en sus poemas solía hacer referencias culturas al cine, como en este poema en el que evoca las imágenes del Color de la granada de S. Parajanov.

El desierto rojo

GIULIANA Conocí a una muchacha.
CORRADO ¿Dónde?
GIULIANA Allí.
CORRADO ¿Quieres decir en la clínica?
GIULIANA Sí. Estaba muy mal.
Corrado espera que continúe; en cambio, Giuliana se interrumpe. Se levanta y da unos pasos.
GIULIANA Es que… quería tenerlo todo.
CORRADO ¿Todo de qué?
GIULIANA El doctor le decía: «Usted tendría que aprender a querer. Querer a alguien o bien algo: a su marido, a su hijo, un trabajo o hasta a un perro… Pero no marido, hijo, trabajo, perros, árboles, río…»
Su voz se ha alterado repentinamente.
CORRADO ¿Pero qué se notaba?
Giuliana se aprieta las manos nerviosamente.
GIULIANA Le fallaba el suelo. La impresión resbalar por una pendiente inclinada… de que te hundes, te hundes…, de estar siempre a punto de ahogarte… y de que no tienes nada…
Hace un gesto como diciendo: nada a qué abrazarse.
CORRADO ¿Ni siquiera a su marido?
GIULIANA Ni siquiera a su marido.
Aprisa, como corrigiéndose:
GIULIANA Y, además, no estaba…, estaba fuera.
CORRADO ¿Ni su hijo?
GIULIANA Eso sí… Pero aquella muchacha no tenía hijos.
Se mueve de nuevo, va a sentarse en una silla
GIULIANA Cuando salió de la clínica había llegado al punto de preguntarse: ¿pero yo quién soy? Tuve que explicárselo yo…


GIULIANA Si tuviese que irme yo, me llevaría todo, todo lo que veo, lo que tengo a mano todos los días; hasta los ceniceros.
CORRADO Pero para eso da igual quedarse uno donde estaba; si vas a acabar echando de menos todo, la calle donde vives, tu ciudad…
GIULIANA A veces se lee en los anuncios de los periódicos: «Por ausencia se vende…», como si fuera una razón para abandonar todo lo que se tiene, ni siquiera una parte.
Se mueve, casi de repente reanimada.
GIULIANA ¿Por qué? No tiene porqué ser así. ¿Cómo se sabe qué es lo que va a servir?… Y luego, las cosas que dejas, la gente, ¿las encontrarás de nuevo a tu vuelta?… Y si las encuentras, ¿serán iguales?
CORRADO Puede ser que yo no vuelva más.
GIULIANA Si yo tuviese que irme para no volver más, te llevaría a ti también.
Corrado se pone serio, impresionado por la frase de Giuliana.
GIULIANA Sí, porque ahora formas parte de mí. Es decir, de lo que me rodea.
Una pausa. Cerrado se le acerca mirándola con ternura. Giuliana deja al descubierto por unos momentos su intimidad. Dice lentamente:
GIULIANA Si Ugo me hubiese mirado alguna vez como me miras tú estos días, habría comprendido muchas cosas.


GIULIANA Tú no me quieres, ¿verdad?
Corrado, cogido de improviso, duda.
CORRADO ¿Por qué me lo preguntas?
Giuliana se ha separado de él, hablando como para sí.
GIULIANA No sé ni yo misma por qué… Nunca estoy satisfecha… ¿Por qué tengo que tener siempre necesidad de los demás? Debo ser imbécil: por eso no sé arreglármelas.
Corrado da unos pasos hacia ella, pero Giuliana retrocede.
GIULIANA ¿Sabes que querría? Todas las perso¬nas que me han querido…, tenerlas a todas aquí, alrededor mío, como una valla.


GIULIANA A veces me entran ganas de agredir a alguien.
Corrado trata de bromear.
CORRADO ¿Y te parece un síntoma alarmante? Porque a mí también, a veces…
GIULIANA Ayúdame, ayúdame, te lo ruego. Yo… tengo miedo de no poder. ¡Tengo miedo!
Está presa de una angustia que tiene que ser insoportable, a juzgar por los movimientos que hace con todo su cuerpo, por la misma voz, rota, jadeante. Está fuera de sí. Corrado la coge por los brazos.
CORRADO No te pongas así. Cálmate. ¿Por qué tienes miedo? ¿De qué?
Giuliana trata de dominar la voz, pero grita cada vez más fuerte:
GIULIANA De las calles…, de las fábricas…, de colores…, de la gente…, de todo…


GIULIANA Hay algo terrible en la realidad, y yo no sé qué es. Y nadie me lo dice.
Se vuelve a mirarle; da unos pasos hacia él.
GIULIANA Tampoco me has ayudado tú, Corrado.
Dice esta frase con dulzura, pero para él es como una acusación. Continúa mirándola por unos instantes; luego coge el abrigo y sale.

Fotogramas de El desierto rojo