Javier Lostalé

1942 – , España (Madrid)

El mar 

El mar no se explica.
Está para que lleguemos
y desnudos sintamos un frío a lo lejos,
como si estuviésemos a punto de morir o nacer.
No es hora de preguntar por nada o por nadie.
Es hora de quedarse quietos,
de anclar en el fondo de los cuerpos
y comprobar el desamparo de unos ojos casi tranquilos,
flotantes en la luz mojada.
El amor era como una grieta en el silencio abierta
que fuese lentamente destruyéndonos
un pez en su salto
poblaba el espacio de soledad.
El tiempo se hizo entonces comba de dolor
y una palabra se dirigió al pecho para rematarlo.
Sobre las rocas hombres yacían,
la memoria enterrada en algún rastro,
un viento de poniente arrastraba
ese último deseo que, como un débil destello,
agoniza en un agua indiferente.
La luz era un prolongado estertor
que en su belleza nos asumiera
y así nos condenase.
Y una noria de cuerpos
furiosamente se amaba
bajo un cielo calcinado.
El mar, el mar. Ese hondo miedo,
ese grito solo, acabado en sí mismo,
que no nos comprende.

  en La luz de lo perdido

Es mi booktrailer poético para «La luz de lo perdido», una antología (1976-2020) de Javier Lostalé recientemente publicada por Chamán Eds. En estos cuatro minutos que dura el montaje he intentado crear un espacio, un territorio visual regido por las mismas leyes oníricas, recurrido por la luz que se agota, transitado por los paisajes y cuerpos que conviven o sustituyen a los recuerdos. Dice Javier Lostalé, evocando a Luis Cernuda, que es más profundo el olvido que el recuerdo, porque éste es mucho más superficial, el olvido tiene más fuerza dentro de nosotros que el recuerdo. El montaje pretende captar la esencia del libro, es más un booktrailer poético que adaptación de un determinado texto poético.

Tłum. Ada Trzeciakowska

Morze

Morze nie mówi jasno.
Jest tam abyśmy nadeszli
i nadzy z daleka już poczuli zimno,
jakbyśmy byli o krok od śmierci lub narodzin.
To nie czas na pytania o nic i o nikogo.
To czas by spocząć nieruchomo,
Zarzucić kotwicę w głąb ciała
i dostrzec bezradność w tych oczach prawie spokojnych,
co unoszą się w mokrym świetle.
Miłość była jak szczelina otwarta w ciszy,
rozrywająca nas powoli.
Ryba w wyskoku
kolonizuje przestrzeń samotności.
Czas zakrzywił się z bólu
a słowo skierowało się do serca by je dobić.
Na skałach leżeli ludzie,
pamięć zagrzebana w jakimś śladzie,
Wiatr z zachodu wlókł
to ostatnie pragnienie, które, jak słaby rozbłysk,
dogorywa w obojętnej wodzie.
Światło było przeciągłym charczeniem,
które przyjmowało nas w swym pięknie
wydawszy tym samym wyrok.
A diabelskie koło ciał
kochało się wściekle
pod wypalonym niebem.
Morze, morze. Ten głęboki strach,
ten krzyk sam, dokonany w sobie,
nas nierozumiejący.  

Serie de fotogramas del montaje.