Anne Sexton

1928-1974, EE. UU.

Trad. José Luis Reina Palazón

Nadando al desnudo

En el sudoeste de Capri
encontramos una pequeña gruta desconocida
donde no había nadie y
la penetramos completamente
y dejamos que nuestros cuerpos perdieran toda
su soledad.

Todo lo que hay de pez en nosotros
escapó por un minuto.
A los peces reales no les importó.
No perturbamos su vida personal.
Nos deslizamos tranquilamente sobre ellos
y debajo de ellos, soltando
burbujas de aire, pequeños
globos blancos que ascendían
hasta el sol junto al bote
donde el botero italiano dormía
con el sombrero sobre la cara.

Un agua tan clara que se podía
leer un libro a través de ella.
Un agua tan viva y tan densa que se podía
flotar apoyando el codo en ella.
Me tendí allí como en un diván.
Me tendí allí como si fuera
la Odalisca roja de Matisse.
El agua era mi extraña flor.
Hay que imaginarse una mujer
sin toga ni faja
tendida sobre un sofá profundo
como una tumba.

Las paredes de esa gruta
eran de todos los azules y
dijiste: “¡Mira! Tus ojos
son color mar. ¡Mira! Tus ojos
son color cielo”. Y mis ojos
se cerraron como si sintieran
una súbita vergüenza.

Trad. Ben Clark

Nadando al desnudo

En la parte más al sur de Capri
descubrimos una pequeña gruta
donde no había nadie y
entramos en ella completamente
y dejamos que nuestros cuerpos perdieran toda
su soledad.

Los peces en nosotros
habían escapado en un minuto.
A los peces reales no les importó.
No molestábamos su vida personal.
Con calma nos deslizamos sobre ellos
y bajo ellos, desprendiendo
burbujas de aire, pequeños globos
blancos que flotaban hacia el sol junto a la barca
donde el barquero italiano dormía
con su sombrero tapándole la cara.

Agua tan clara que podrías
leer un libro a través de ella.
Agua tan boyante que podrías
flotar sobre tu codo.
Me tumbé sobre ella como en un diván.
Me tumbé sobre ella exactamente como
la Odalisca Roja de Matisse.
El agua era mi extraña flor.
Uno debe imaginarse a una mujer
sin toga ni pañuelo
sobre un lecho profundo como una tumba.

Las paredes de esa gruta
eran de todos los azules y
tú dijiste, «¡Mira! Tus ojos
son del color del mar. ¡Mira! Tus ojos
son del color del cielo». Y mis ojos
se cerraron como si de repente
estuvieran avergonzados.

Swimmer de Agostino Arrivabene

The nude swim

On the southwest side of Capri
we found a little unknown grotto
where no people were and we
entered it completely
and let our bodies lose all
their loneliness.

All the fish in us
had escaped for a minute.
The real fish did not mind.
We did not disturb their personal life.
We calmly trailed over them
and under them, shedding
air bubbles, little white
balloons that drifted up
into the sun by the boat
where the Italian boatman slept
with his hat over his face.

Water so clear you could
read a book through it.
Water so buoyant you could
float on your elbow.
I lay on it as on a divan.
I lay on it just like
Matisse’s Red Odalisque.
Water was my strange flower,
one must picture a woman
without a toga or a scarf
on a couch as deep as a tomb.

The walls of that grotto
were everycolor blue and
you said, ‘Look! Your eyes
are seacolor. Look! Your eyes
are skycolor.’ And my eyes
shut down as if they were
suddenly ashamed.

Tłum. Teresa Truszkowska

Kąpiel nago

W południowo-zachodnim zakątku Capri
odkryliśmy nieznaną grotę,
gdzie nie było ludzi
i weszliśmy do niej,
by nasze ciała
nie były już samotne.

Ryby w naszym wnętrzu
na chwilę zniknęły.
Prawdziwe ryby nie zwracały uwagi.
Nie zakłócaliśmy ich prywatnego życia.
Spokojnie płynęliśmy nad nimi
i poniżej, wypuszczając
bąbelki powietrza jak białe
baloniki, co wzlatywały
ku słońcu w pobliżu łódki,
w której włoski przewoźnik drzemał
w kapeluszu zsuniętym na twarz.

Woda była tak przejrzysta, że mogłam
przez nią czytać książkę.
Woda tak wynosiła, że mogłam
kołysać się w niej oparta na łokciu.
Leżałam jak na otomanie.
Spoczywałam jak
Czerwona Odaliska Matisse’a.
Woda była dla mnie dziwnym kwiatem.
Wyobraźcie sobie kobietę
bez sukni i szala
na posłaniu głębokim jak grobowiec.

Ściany tamtej groty
mieniły się wszystkimi barwami błękitu,
a ty powiedziałeś: «Spójrz! Masz oczy
koloru wody morskiej. Spójrz! Twoje oczy
są lazurowe jak niebo.» I moje oczy
zamknęły się jakby je nagle
ogarnął wstyd.

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